Stephen King es la gallina de los huevos de oro, pero no es descabellado pensar que también le han echado un mal de ojo. A él le dará absolutamente igual lo segundo mientras retoza feliz en su montaña de dinero. Entre series, espisodios y miniseries, desde 1979 hasta la actualidad, se han realizado alrededor de 25 obras para televisión que adaptan alguna obra del escritor norteamericano. No es momento para abrir el melón sobre cuáles son buenas y cuáles son malas, pero una de las más recientes, Under the Dome, fue uno de los mayores despropósitos de ficción emitidos en CBS; y estuvo en antena durante tres temporadas.
No todo es tan deprimente como lo fue la cúpula de Chester's Mill. La adaptación de Mr. Mercedes es aceptable como ya contamos hace unas semanas y 11.22.63 fue el primer gran éxito de Hulu antes de The Handmaid's Tale. Asimismo, confesamos nuestras ansias por ver Castle Rock debido a tres motivos: Hulu está realizando la adaptación definitiva de terror en la que confluirán múltiples historias y personajes icónicos creados por King; la serie está producida por el gran J.J. Abrams; y el reparto está formado por Bill Skarsgård (Pennywise en la nueva película de It), Jane Levy (una ya habitual del cine de terror), Scott Glenn (Daredevil y The Defenders) y Terry O'Quinn (Lost), entre otros.
En el lado agridulce (más agrio que dulce) se sitúa The Mist, ficción creada por el danés Christian Torpe para Spike TV y que Netflix emite en España. Esta segunda adaptación de la novela de 1981 es el ejemplo perfecto de todo lo que podría llegar a ser una historia de terror de Stephen King y no es. Un quiero y no puedo de manual, pero con un detalle sorprendente: el último episodio representa todo aquello que nos hubiera gustado ver durante el resto de la primera temporada. Quizás el maratón de visionado no le sienta nada bien, pero 9 de los 10 capítulos son soporíferos y olvidables. Esto no lo salva ni Frances Conroy.
La temporada está plagada de interpretaciones de telefilm barato, tramas insustanciales y estiradas sin necesidad y personajes absurdos e histriónicos que merman la paciencia del espectador. Vas a desear que todo el reparto muera entre terribles sufrimientos. Los personajes se desarrollan dando tumbos con objetivos muy limitados que ralentizan el ritmo hasta la extenuación: reunirse con su familia, sobrevivir hasta que alguien les salve o empezar una guerra absurda de creencias religiosas. Como guinda del pastel, el mayor hilo conductor de la temporada es un caso de violación que, sin ser el peor representado en televisión, da bastante vergüenza ajena por cómo evoluciona y no se resuelve
Por suerte, en el último episodio, The Mist decide despojarse de las memeces que arrastraba para que podamos ver al mundo arder... o ahogarse bajo la niebla mientras suena el Perfect Day de Lou Reed. Es en el season finale cuando todas las historias convergen en el mismo lugar y se puede apreciar qué es lo que le sienta bien a esta ficción: terror, sangre, acción y escenas macabras. No nos esperábamos el triunfo de un personaje pansexual como villano psicópata, ni el culebrón formado a las puertas del centro comercial a causa de un incesto. Tampoco pensábamos que Kevin (Morgan Spector) fuera a perder toda moral solo por haber pasado 3 días un poco más locos de lo normal. Ni que se creyera Rick Grimes.
Debemos ser positivos. Si hay que destacar algún personaje bien construido e interpretado, ese es la niebla. A lo largo de la temporada, no solo en el último episodio, hay una evolución in crescendo y provechosa del concepto diabólico de este extraño fenómeno mortal que asola al pueblecillo de Maine. Sangrienta, sin piedad, personificada en función de los miedos de cada individuo y con un origen misterioso (y quizás no tan divino) que estamos deseando conocer. La niebla es el verdadero protagonista de esta serie y no entendemos por qué no tiene más minutos en pantalla. ¡Incluso se puede luchar contra ella!
Por ello el season finale de The Mist es tan acertado: aparca el drama familiar y nos descubre que el Ejército, con el que nos habían mareado durante la temporada, está metido en el ajo de la peor manera posible, ¡alimentando a la niebla con presos convictos! Este cliffhanger tan intrigante, misterioso y demencial ayuda a cerrar con fuerza una primera entrega desastrosa. Es satisfactorio que la serie parezca decantarse por lo siniestro y conspirativo porque, de renovar por una segunda temporada, va a ser lo único que la mantenga a flote para que el espectador no decida abandonarla por completo.
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