¿Alguna vez has aplaudido al terminar una temporada? Pues bueno, eso me ha pasado a mí con la tercera entrega de Club de Cuervos. Una maravilla de serie y tan graciosa que te saca carcajadas. Unos diálogos inteligentes y muy bien escritos son uno de los atributos de esta producción de Netflix que en esta última ocasión ha alcanzado un nivel muy bueno.
Club de Cuervos es una historia sencilla, pero muy bien llevada a la pantalla: dos hermanos que se odian intentan sacar adelante un equipo de fútbol y, con ello, el legado de su padre difunto. Chava e Isabel, protagonistas de la serie, ni se han pasado de rosca ni han estado fuera de ritmo. Estos personajes, muy bien construidos, son uno de los grandes atributos de la serie. Ellos han madurado tras todas las cosas que les han pasado en temporadas anteriores y eso habla muy bien de la escritura de un guion.
El fútbol, por supuesto, ha ocupado parte de la pantalla, pero me atrevería a decir que ha sido menos participativo que en temporadas anteriores y, de muy buena forma, ha ido quedando de lado para explorar nuevas historias, demostrando que Club de Cuervos no se estanca en un solo tema. Eso habla muy bien de ella, también.
Club de Cuervos no tiene miedo a mostrar el vocabulario coloquial de México y nos sumerge en un mundo con palabras nuevas para el espectador no mexicano. Usualmente esto sería una barrera idiomática, pero en esta ocasión funciona de maravilla. Al final de la serie terminarás usando modismos de un país que no es el tuyo y entendiéndolos de lleno.
México no deja de ser retratado en la serie y los paisajes propios del país son mostrados como punto a favor. En esta ocasión, dejamos la ciudad ficticia de Nuevo Toledo para trasladarnos a Puebla, un lugar completamente diferente al que estábamos acostumbrados en las primeras entregas. Insisto: Club de Cuervos avanza y no se estanca en lo absoluto.
Además, la serie no tiene miedo a mostrarnos ciertas realidades mexicanas: la corrupción a niveles gubernamentales y, por cierto, la realidad que viven los jugadores de fútbol al ser desplazados por extranjeros por un mero negocio de los clubs de este deporte.
Como aspectos negativos de la serie, porque no todo puede ser perfecto, los gritos que existen entre Chava e Isabel, a ratos, resultan agotadores. Hay a quienes no les molestan (a los fans de Scandal, por ejemplo), pero a mí me han parecido excesivos.
Quisiera destacar la campaña de marketing que Netflix ha hecho para promocionar esta serie. Con astucia han ocupado las redes sociales y han jugado con la realidad-ficción, mostrándonos conferencias de prensa de la directiva de Club de Cuervos y vídeos con entrevistas ficticias. Muy en el tono de esta propuesta televisiva.
Club de Cuervos es una serie que se supera a sí misma en cada temporada, ya habíamos hablado de ella el año pasado en TV Spoiler Alert y, en esa ocasión, ya la destacábamos como una muy buena opción para maratón. En esta tercera temporada, Club de Cuervos demuestra ser una serie que mantiene su nivel como comedia y, sin duda, la seguiremos recomendando.
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