Netflix ha aterrizado en Alemania. Así lo indican los créditos iniciales, la publicidad y toda la comunicación que se ha realizado para el estreno de la primera serie de este país en la plataforma de streaming. También se puede identificar porque los personajes hablan alemán y la historia se desarrolla en un pequeño pueblo de bosques frondosos con una previsión de tiempo marcada por el frío y las lluvias. Incido en estas características porque, mientras que Netflix ha llegado a Alemania, no tengo tan claro que Alemania haya llegado a Netflix. Dark no tiene luz propia y, aunque el idioma es uno de los elementos más explícitos, hubiera sido perfectamente válido creer que esta ficción tiene su origen en Bélgica, Polonia, Dinamarca o Suecia. En TV Spoiler Alert hemos podido ver los tres primeros episodios.
Está claro que la empresa de Reed Hastings quiere abrirse paso por el planeta a golpe de ficción. Las intenciones de realizar producción nacional en cada territorio son evidentes, pero series como Las chicas del cable o Suburra no han terminado de cuajar como series patrias, sino como reflejo de los estándares hegemónicos por parte de Estados Unidos. Globalización, pero a su manera. El nuevo resultado es Dark, que surge como consecuencia de una serie de aspiraciones malogradas y estereotipos enmarcados en un género atribuido, de forma erróneamente generalizada, a la ficción europea: el nordic noir, que casualmente nace como evolución del cine negro norteamericano; suspense, personajes oscuros, secretos y crímenes misteriosos en zonas rurales alejadas del tumulto urbano. Clichés efectistas, pero no efectivos.
No obstante, este tipo de thriller, común en la zona escandinava, ha ofrecido a lo largo de la última década innumerables ficciones de calidad; proyectos atrevidos alejados del estereotipo que han servido en nuestro continente como alivio del insistente martilleo acechante desde el otro lado del Atlántico. Pero no debemos pensar que es lo único que puede funcionar en Europa. En esta región no solo se cuece el noir, el drama histórico o el drama político. Un lugar como el nuestro también posee un talento innato para la comedia, la fantasía, la ciencia ficción o el costumbrismo popular.
Las comparaciones son odiosas
Los complejos de las productoras televisivas europeas afloran cuando se miden contra el gigante estadounidense. Dark es el ejemplo perfecto de esto: piensan que les definen unos elementos concretos; creen que solo saben hacer las cosas de una manera. Y al final el resultado es algo descafeinado a medio camino entre contentar a Estados Unidos y encontrar la originalidad. Sin embargo, no estamos hablando de una mala ficción. Al contrario, es una propuesta muy válida, pero coartada por una esencia plana, errática y sosa que intenta disimularse con una fotografía, una banda sonora y unas interpretaciones impecables.
La serie creada por Baran bo Odar y Jantje Friese ha sido definida como una saga familiar con un giro sobrenatural y también como la Stranger Things alemana. Y el equipo está encantado con recibir esas etiquetas que únicamente nacen de la supuesta dificultad para vender en el exterior, y posiblemente también en el interior, una producción alemana de ciencia ficción sobre desapariciones y viajes en el tiempo. Échale una cucharada de terror, una pizca de escenas inquietantes, unas cuantas ovejas muertas, experimentos en laboratorios extraños y ya tienes los ingredientes que remiten a cierto paralelismo con las aventuras monstruosas en Hawkins. Aunque no tienen nada que ver.
Uno de los objetivos principales de las series nacidas en la era del Peak TV y los maratones sin descanso es intentar no caer en el olvido de la mediocridad. Y no hay comparación que logre evitar eso para ninguna ficción. De hecho, solo puede generar rechazo por la presencia de falsas expectativas. El enganche está asegurado por el modelo de producción y emisión de Netflix. Por desgracia, también están garantizados los "no es para tanto" y los "es un poco decepcionante". Ese es el principal problema de Dark, que no es para tanto. Aunque comienza de manera brillante y consigue crear una atmósfera de inquietud y suspense, todo se desinfla en los siguientes dos episodios. La duración es una de los grandes escollos, con rellenos musicales y escenas a cámara lenta que no aportan demasiado a la trama y enturbian la dirección.
Un planteamiento irregular, pero con reservas para mejorar
Los misterios en torno a las desapariciones, la planta nuclear, los hombres encapuchados y la cueva no terminan por despegar y acaban pesando, más que aportando, en el conjunto de la historia. Además, el pastel importante de Dark se descubre pronto, se desarrolla de manera muy anticlimática y deja poco margen para futuras sorpresas. La serie todavía tiene mucho que contarnos, aunque de momento se nos hace bola. El reparto es excelente, pero interpretan a personajes muy desdibujados y creados para satisfacer únicamente al tono malrollero y, seguramente, a los giros no-tan-inesperados de guión que están por llegar.
El sufrimiento gratuito, el excesivo secretismo, los clichés de más y un error tras otro (en forma de guión y dirección) crean una bomba catastrófica que explota en el soporífero tercer episodio. Viajamos desde 2019 hasta 1986 y nos presentan a diversos protagonistas en su adolescencia. No hay nombres, no hay conversaciones que indiquen quién es quién. Intuimos alguna identidad por el contexto, pero todo se convierte en una especie de juego en el que la audiencia está más preocupada por adivinar que por empatizar. Es tan garrafal e intrascendente la construcción de padres, madres y abuelos en su juventud, que introducen al final una escena musical en la que nos muestran en pantalla partida a cada persona en el presente y en el futuro, para que podamos identificar a los personajes de una vez por todas. Demencial.
No obstante, y a pesar de las quejas (que no son pocas), tres episodios no pueden ser determinantes para juzgar el total de diez que se estrenan el próximo 1 de diciembre. Aunque el planteamiento ha resultado muy irregular, también es posible que se hayan sentado las bases para poder extraer posteriormente todo el jugo de lo que realmente puede llegar a ser Dark: una serie europea de ciencia ficción sin complejos y que logre aportar originalidad, esencia alemana y talento europeo.
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