Una miniserie que abarca 70 años. Dos horas que indagan en cómo ha cambiado la sociedad británica respecto a la homosexualidad. Dos historias de romances conflictivos, hombres atormentados por su naturaleza y la trágica influencia del contexto social. Un proyecto sencillo pero tremendamente efectivo: contraponer el drama de una relación entre las parejas del mismo sexo con la pena de cárcel en 1945 primero y con la tecnología después. Ambas sorprendentemente superponibles y ambas con una carga emocional desmesurada.
Esto nos ha presentado Man in an Orange Shirt, la propuesta de BBC para su semana temática sobre la diversidad sexual del pasado verano y que Filmin trae a España mañana, día 14. Encabezada por Julian Morris (Hand of God, Pretty Little Liars), Oliver Jackson-Cohen (Emerald City) y Vanessa Redgrave (Julia), este relato intergeneracional mezcla la represión, el rechazo propio y el ajeno y, sobre todo, un mensaje de esperanza sobre el progreso y la capacidad de evolución por todas las partes.
Comenzamos por Michael Berryman, el soldado de la II Guerra Mundial en el armario junto a su camisa naranja. Michael mantiene una relación en secreto con su compañero de batallón y amigo de la infancia en una Inglaterra donde la homosexualidad no es que sea tema tabú, es que es un delito tipificado. El romance prohibido con toques escapistas de la sección de época de Man in an Orange Shirt nos retrotrae automáticamente a Brokeback Mountain. Un referente de excepción al que sin duda hace justicia la miniserie de de BBC y que, aunque sea en versión de metraje más contenido, encoge el corazón del mismo modo que en su momento hicieran Ledger y Gyllenhaal.
Contrapuesto en tiempo presente, Adam Berryman. Un veterinario en la treintena que es incapaz de entablar una relación más allá del sexo. El mito del homosexual desensibilizado por la aplicación maldita, Adam resulta ser víctima de unas tendencias genéticas al conflicto y la contradicción internos. Un hombre torturado por unos hábitos que le repulsan, aunque sea incapaz de operar con otros sin ellos. Mientras que su abuelo tenía ya al amor de su vida más las circunstancias que no le permitían aceptarlo y aceptarse, Adam asume su identidad, pero es él mismo quien impide que sus relaciones prosperen.
Entre ambos: Flora Berryman. Esposa y abuela, es el hilo conector entre los episodios. La que recuerda a su marido con rencor por no ser capaz de quererla y la misma que ve a su nieto deambulando entre encuentros sexuales mecánicos y sin sentido. Flora resulta un matiz crucial en el enriquecimiento de la historia. Nos rebaja la tragedia romántica de los amores prohibidos y el auto-sabotaje para incluir la perspectiva del progreso. Una tercera línea que se desarrolla sola en compañía de los varones que han marcado su vida y que nos sorprende y enternece al verla en dos etapas muy dispares de su/la vida.
Man in an Orange Shirt funciona a la perfección como dos cuentos independientes, de factura técnica impecable marca de la casa, y soberanamente rica en detalles tanto a nivel interpretativo como narrativo al solaparse las dos tramas. Nos deja un sabor de boca agridulce pero completamente satisfactorio en su dimensión formal. La conclusión es clara: una apuesta sincera y sin tapujos sobre la cuestión homosexual que, tristemente, sigue siendo necesario reivindicar que deje de ser una cuestión siquiera y tan sólo veamos un hombre enamorado de otro vestido de naranja.
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