La sombra de Juego de Tronos es alargada, pesada y sigue retumbando en las paredes de los castillos que quieren replicarla antes de que llegue a su fin. La serie de David Benioff y D. B. Weiss no ha terminado, pero los sustitutos aparecen como setas par reinar en la televisión. Y ese es precisamente el problema de las aspirantes: querer triunfar de la misma manera que lo hizo HBO hace seis años con un género que necesita una vuelta de tuerca urgente para entrar en los salones con un aliciente mejor que el repetitivo género de la épica del Medievo. Los dragones, los muertos vivientes y Daenerys podrían ser buenos ingredientes para enganchar a la audiencia, pero utilizarlas se consideraría plagio. Así que las opciones se reducen a desmarcarse como Vikings, fracasar estrepitosamente o probar con algo más modesto y que sea consciente de la imposibilidad de medirse con el gran gigante medieval, como es el caso de Knightfall.
La serie original del canal History es una propuesta que puede funcionar como entretenimiento y pasatiempo de época con sus traiciones y tejemanejes. HBO España la estrena el próximo 6 de diciembre como ejemplo de la diversificación de su catálogo hacia un público más generalista y familiar que pide a gritos desconectar.
No obstante, Knightfall está destinada a fracasar desde el minuto uno entre la crítica y los más gustosos por la historia europea. El público se echó a reír con carcajadas estruendosas cuando anunciaron la llegada de los representantes del Reino de Cataluña, con los cameos especiales de Enrique Arce y Marcos Franz (el cual ha encontrado el gusto a esto de las series con temática religiosa después de su pequeño papel en The Young Pope). Sin embargo, en el siglo XIV, los Condados catalanes eran parte de la Corona de Aragón. A esto se le puede añadir la inexactitud con Flandes, que tampoco era reino, sino condado. Ni siquiera la presencia en el evento del maravilloso y encantador Tom Cullen, protagonista en la ficción, pudo salvar dos episodios de costosa producción de los que solo pudimos extraer defectos.
La proyección del principio de la temporada de Knightfall, que va a contar con un total de diez episodios, transcurrió entre el aburrimiento absoluto del primero y las risas generadas por los errores del segundo. Y es que no poder tomar en serio a una ficción que se presupone realista y respetable es el augurio de un hundimiento inaplazable.
La serie original del canal History es una propuesta que puede funcionar como entretenimiento y pasatiempo de época con sus traiciones y tejemanejes. HBO España la estrena el próximo 6 de diciembre como ejemplo de la diversificación de su catálogo hacia un público más generalista y familiar que pide a gritos desconectar.
No obstante, Knightfall está destinada a fracasar desde el minuto uno entre la crítica y los más gustosos por la historia europea. El público se echó a reír con carcajadas estruendosas cuando anunciaron la llegada de los representantes del Reino de Cataluña, con los cameos especiales de Enrique Arce y Marcos Franz (el cual ha encontrado el gusto a esto de las series con temática religiosa después de su pequeño papel en The Young Pope). Sin embargo, en el siglo XIV, los Condados catalanes eran parte de la Corona de Aragón. A esto se le puede añadir la inexactitud con Flandes, que tampoco era reino, sino condado. Ni siquiera la presencia en el evento del maravilloso y encantador Tom Cullen, protagonista en la ficción, pudo salvar dos episodios de costosa producción de los que solo pudimos extraer defectos.
La proyección del principio de la temporada de Knightfall, que va a contar con un total de diez episodios, transcurrió entre el aburrimiento absoluto del primero y las risas generadas por los errores del segundo. Y es que no poder tomar en serio a una ficción que se presupone realista y respetable es el augurio de un hundimiento inaplazable.
Vacía de humanidad y de sentimiento
Las anacronías son solo la punta del iceberg. A Knightfall se le ven constantemente las costuras con unos efectos digitales mediocres y baratos que expulsan a patadas al espectador de esa inmersión necesaria para una serie tan alejada de la época actual. Aunque la producción destinada a la ambientación de época logra un resultado positivo, los decorados de cartón piedra y croma también rechinan como si estuviéramos viendo Once Upon a Time, aunque ese error se solventa con los agradecidos exteriores llenos de expresividad y verdad. Sin embargo, estos detalles no ayudan a tragar con una historia construida con elementos muy manidos: el crecimiento de aprendiz a héroe, los amores prohibidos, las conspiraciones y los secretos alrededor de una base religiosa insulsa.
Al inicio de la presentación, Tom Cullen, que interpreta a Landry, nos vendía Knightfall como una oportunidad para profundizar en la humanidad de los personajes, el romance, el poder, los dilemas morales y en una retahíla de elementos que no vimos por ningún lado en los dos primeros episodios. La serie es un derroche de fuerza, masculinidad y virilidad, cuya presencia femenina queda reducida a la anécdota, como comparsa cosificada de hombretones fornidos que luchan para extender el cristianismo por Francia y el resto del mundo. No hay rastro de emoción, no hay nada a lo que agarrarnos. Sin quererlo, la serie de History construye con el espectador el mismo paralelismo que los templarios con la religión: ten fe y cree en mí aunque no tengas motivos ni razones para ello.
Las interpretaciones no molestan, pero tampoco destacan entre diálogos demasiado literarios, miradas excesivamente sospechosas, tormentos y una dirección algo desganada que recurre sin sentido a la cámara lenta. Todo está constreñido por un maniqueísmo reiterativo que cuenta con giros de guión de manual que darán lugar, posiblemente, a una espiral de agujeros y resoluciones torpes para encontrar el Santo Grial. El cáliz sagrado bien podría ser el eje central de la temporada para darle algo de vida a una historia llena de clichés, pero en los dos primeros episodios acaba reducido a un simple adorno.
Las batallas como único elemento salvable
Hay algo en lo que Knightfall sí acierta: las batallas de los templarios. Hubiera sido completamente catastrófico que una serie sobre guerreros fallara también en sus peleas, pero son coreografiadas y resueltas con muy buen ojo, sin dejar atrás la sangre, la brutalidad y todos los soldados atravesados por espadas. Estas escenas tan impactantes están ejecutadas con maestría y aligeran la matraca con la que cae el resto de la trama, más pesada que las armaduras que tienen que vestir los protagonistas. Pero es evidente que una serie no puede sobrevivir únicamente por las luchas incansables de sus personajes que, aunque sirven como distracción, evidencian unas irregularidades preocupantes para una serie histórica producida en 2017 por un gigante como A&E Studios. Recordemos que en abril de este año se retiró de la producción de ficción para el canal A&E después del final de Bates Motel.
El final de Knightfall ya lo conocemos: numerosos templarios mueren un viernes 13 de 1307 y desaparecen cinco años después de manera definitiva. La pregunta que surge es si la serie creada por Don Handfield y Richard Rayner caerá antes de lo previsto o aguantará los estoques de una audiencia que necesita historias más originales, ambiciosas y trabajadas que esta.
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