Nunca he sido muy de westerns. Aunque reconozco su relevancia como género en la historia del cine, rara vez me he sentido atraída por los poblados abandonados, las minas, los bandidos, los sheriffs y ese mundo que existió una vez y en el que no parecía haber más ley que la del que desenfundaba más rápido su arma. Series como Westworld y Deadwood me han hecho conectar con este género, pero ninguna me ha hecho despertar más mi interés por este género como lo ha hecho Godless.
Godless fue escrita como largometraje hace quince años por Scott Frank (Logan, The Lookout, Minority Report) y gracias al recién convertido productor de televisión Soderbergh, se ha podido llevar a cabo en Netflix. La premisa no tiene nada que no haya salido ya en una película del Oeste. Roy Goode, un huérfano abandonado por su hermano, decide dejar el grupo de bandidos al que ha pertenecido durante toda su juventud y, con ello, traicionar a su líder, Frank Griffin, un antiguo predicador que lo acogió en su grupo y que es lo más parecido a un padre que él ha conocido.
Mientras que Griffin lo busca por todo el Oeste, Goode llega a La belle, un poblado habitado solo por mujeres que perdieron a sus maridos en un accidente en la mina. Este lugar está capitaneado por el sheriff, Bill, a quien todos tienen por un cobarde pero que, en realidad, se está quedando ciego. Entre estas mujeres destacan Mary Agnes, la hermana de Bill, que empieza a mostrar su verdadero yo tras la liberación del poder masculino, y Alice, la viuda de un indio, que posee una caballeriza junto a su hijo y su suegra y que es incapaz de domar a sus propios caballos. Lo que en principio serían unos días de reposo para Goode se acaban convirtiendo en una larga estancia que atraerá la atención de su enemigo hacia el tranquilo pueblo de La belle.
Con semejante premisa resulta fácil engancharse a esta serie. La fotografía es buena aunque pretenciosa en los flashbacks. Los personajes están muy bien definidos y son interesantes, a pesar de sus puntos incoherentes. Los diálogos son ingeniosos y llegan tanto a emocionarte como a hacerte reír en ocasiones. Hay escenas inolvidables como aquella en la Goode enseña al niño a domar un caballo. La trama es un tanto predecible, pero tiene giros inesperados. Las interpretaciones son brillantes y Jeff Daniel y Merritt Wever dan todo de sí. La sexualidad es tratada con naturalidad. Se habla de los grandes temas universales como la avaricia, la religión o el amor. Godless es una serie bastante decente pero, una vez más, no es lo que Netflix prometía.
Cuando tú ves el póster de Godless piensas que la serie va a ir sobre mujeres con pistolas en el Oeste. Empiezas a ver la serie y piensas que el maravilloso y extraño pueblo habitado solo por mujeres va a ser el centro de la trama y que ellas van a ser las protagonistas. Pero no lo son. Conforme pasan los capítulos, La belle acaba siendo un escenario en el que, accidentalmente, acaba el protagonista, y sus mujeres una forma de apoyo y sentido para las acciones de los hombres que, de verdad, son los que llevan las armas en esta serie.
Empieza a ser cansino y hasta incómodo esto que hace Netflix de poner etiquetas feministas a sus series para venderlas, como si por el hecho de estar protagonizadas por mujeres nos fuesen a atraer más. A mí la serie me ha encantado y la hubiese disfrutado igual si su protagonista hubiese sido un hombre o una mujer, pero su engaño publicitario es lo que ha acabado en convertirla en un producto de entretenimiento más.
Godless es una serie más que disfrutable, pero siempre me quedaré con la curiosidad de qué pasó con aquellas mujeres de La belle: si la inmigrante que huía de su marido siguió pintando; si Alice consiguió hacer de su hijo un hombre y volver a creer en el amor; si Mary Agnes y Callie acabaron confiando la una en la otra; si Sadie pudo recuperar su fe. Siempre me quedaré con la imagen de aquel pueblo del Oeste habitado solo por mujeres y con la duda de por qué no fue esto, y sí una historia más que trillada entre dos pistoleros, el centro de la serie.
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