¿Estabas haciendo amagos de borrar toda la información sobre Isaac de tu cerebro? Pues recupérala ahora mismo, porque queda Doctor Roa para rato y le vamos a tener hasta en la sopa. Nuestros deseos no se han cumplido y hemos tenido al psicólogo de protagonista con flashbacks y pasado traumático incluidos, como si quisieran que empatizásemos con él a la fuerza. Aunque la trama de drogadicción y superación, muy paralela a la de Annalise, es un punto muy a favor de esta temporada, el personaje de Isaac no nos termina de cuadrar en la ecuación. Veíamos desde lejos la tensión sexual forzada, su inminente recaída en los opiáceos y su relativa culpabilidad por la muerte de su hija. Previsible al milímetro.
Además, su peso en la trama es insignificante y roba minutos en pantalla a la querida pandilla asesina, que ha sido relegada a una sarta de chascarrillos fáciles sobre repostería y una demanda colectiva en la que ni han pinchado ni han cortado. Incluso el regreso de las nupcias entre Oliver y Connor ha pasado desapercibido entre tantas pastillas, lloros, colocones y desayunos de tortitas en un bar de carretera. Ni siquiera han tenido su minuto de gloria con la no-muerte de Simon; están en un segundo plano, recibiendo llamadas de Keating que cuelga de imprevisto y teniendo apenas cinco líneas de diálogo seguidas.
Está claro que la serie gira en torno a las aventuras y desventuras de Anna Mae por la insuperable presencia escénica de Viola Davis, pero necesitamos que su historia se acerque más a nuestros queridos estudiantes y al drama judicial con gran potencial para estallar por los aires. Laurel ya despunta gracias a los sociópatas de sus padres. Ahora solo falta que el resto pueda lucirse. No hace falta que mueran. Es suficiente con que, por ejemplo, Michaela tenga una buena idea para salvar la demanda colectiva en la que no sea necesario introducir a Olivia Pope (Kerry Washington) a través de un forzado crossover con Scandal. La parte positiva de este encuentro, además de la gran lucha de egos que se avecina, es que el padre de Nate y otros tantos presos afroamericanos van a poder recibir la justicia que merecen. Porque sí, porque ya estamos hartos de sufrir.
Esto mismo han tenido que pensar Bonnie y Frank. Se acabó amedrentarse y lamerse las heridas en las esquinas. Delfino y Winterbottom han puesto sus respectivos órganos sexuales sobre la mesa y han dicho que hasta aquí han llegado. El uno no ha tenido suficiente con espiar el seguimiento de llamadas de Mamá Castillo y le ha preguntado sin filtros por qué conocía a Wes y tomaban el té juntos. Y la otra ha amenazado a Denver con destapar todas las conversaciones incriminatorias para hundirle a él y su amigo Jorge. Sin despeinarse. Aunque luego ha guardado una pistola en una caja que tarde o temprano utilizará. Previsora, como debe ser.
Los abogados vuelven el 1 de marzo con el esperado crossover entre How to Get Away with Murder y Scandal. Esperamos que estos veintiún días de descanso les sirvan para reflexionar sobre el insulso e insufrible episodio que hemos sufrido esta semana. Olivia y Annalise compartirán escena para poner patas arriba al estado de Pennsylvania, al de Philadelphia y al Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Porque ya que se juntan, que lo hagan a lo grande.
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