Aún recuerdo la primavera de 2015 cuando The CW anunció en los upfronts una nueva comedia de la guionista de El diablo viste de Prada y el director de 500 días juntos. Numerosas usuarias en redes sociales pusieron el grito en el cielo con Crazy Ex-Girlfriend: ¡qué título más estigmatizante!, ¡qué machista!, ¡otra vez con el estereotipo de la ex-novia loca! Lo que se desconocía es que Rachel Bloom y Aline Brosh McKenna iban a consagrase tres años después como las creadoras de una de las ficciones más comprometidas con el feminismo y la diversidad de toda la televisión en abierto.
Algunas semanas después de la finalización de la tercera temporada, Crazy Ex-Girlfriend ha demostrado estar por encima de su título y rendirle homenaje de la manera más irónica posible. ¡Rebecca está loca de verdad! Lo que en un principio puede resultar un dictamen algo hiriente es, en realidad, una manera de situar la salud mental como nuevo y acertado eje de la serie y motor para el personaje de Bunch. Y aunque hablemos de una comedia musical, esta temática sirve como herramienta de empoderamiento para todas aquellas espectadoras que puedan sentirse identificadas con la realidad de la protagonista. El personaje de Rachel Bloom tiene Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), una elección de guión que, sin estar decidida desde el principio de la serie, encaja con idoneidad en la ficción, puesto que el 75% de las personas diagnosticadas de TLP son mujeres.
Algunas semanas después de la finalización de la tercera temporada, Crazy Ex-Girlfriend ha demostrado estar por encima de su título y rendirle homenaje de la manera más irónica posible. ¡Rebecca está loca de verdad! Lo que en un principio puede resultar un dictamen algo hiriente es, en realidad, una manera de situar la salud mental como nuevo y acertado eje de la serie y motor para el personaje de Bunch. Y aunque hablemos de una comedia musical, esta temática sirve como herramienta de empoderamiento para todas aquellas espectadoras que puedan sentirse identificadas con la realidad de la protagonista. El personaje de Rachel Bloom tiene Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), una elección de guión que, sin estar decidida desde el principio de la serie, encaja con idoneidad en la ficción, puesto que el 75% de las personas diagnosticadas de TLP son mujeres.
No obstante, para exponer de una vez por todas el diagnóstico y tratamiento de este trastorno tan denostado y mitificado, Crazy Ex-Girlfriend ha necesitado ajustar su narrativa y su tono para introducir algo más de drama de lo que estábamos acostumbrados. Sin caer en una vertiente lacrimógena e innecesaria, la ficción ha continuado siendo un hervidero de humor negro, letras sarcásticas y situaciones inverosímiles con un extra de escenas serias, despojadas de comedia y que nos devuelven de golpe a la realidad a lo largo de la temporada. Y esta mezcla ha sido lo mejor que le ha podido ocurrir a la serie.
Después del intento de suicidio, Rebecca Bunch ha tenido la oportunidad de asistir a terapia, trabajar sus emociones y dejar de cometer los errores que le llevaban pesando desde hace dos temporadas; ha madurado. Gracias a esto, Josh Chan ha sido relegado a un lugar insignificante en su vida (y en la ficción, porque los episodios ya ni siquiera llevan su nombre) y Nathaniel ha sido la persona indicada para que ella, independiente de sus sentimientos, se dé cuenta de que debe darse prioridad a sí misma y liberarse de relaciones tóxicas. Eso sí, el proceso ha sido complicado y las decisiones no siempre han tenido sentido, como cantaba Josh Groban después de que Bunch se tirase al padre del ya olvidado Greg.
Un repertorio musical a la altura de la situación
Hubiera servido de poco toda esta parafernalia de catarsis psicológica si el repertorio de canciones no hubiera cumplido su cometido. Es cierto que hemos visto una cantidad considerablemente reducida de temas en comparación con el resto de temporadas, pero la calidad de las mismas ha sido espectacular. Se han tocado distintos registros y géneros sin ningún complejo, siempre guiñando un ojo a esa lista de éxitos de todos los tiempos. También ha sido una oportunidad para que algunos personajes principales puedan lucir sus voces, sobre todo aquellos que estaban más apartados del panorama musical, como Valencia o Heather (que menudos vozarrones).
Pero, sin duda, el repertorio de esta temporada ha sido el colchón perfecto para dar redondez a estos tres años de Crazy Ex-Girlfriend: hemos escuchado nuevos temazos como Let's Generalize About Men, Without Love You Can Save the World o The End of the Movie; disfrutado de varias repeticiones de canciones (con las letras modificadas e interpretadas por otros personajes) como es el caso de Face Your Fears, He's the New Guy o After Everything You Made Me Do; sonreído con breves versiones instrumentales de fondo como Settle for Me, The Moment Is Me o Let's Have Intercourse; y aplaudido con esos grandes guiños a Period Sex o Love Kernels. En definitiva, se ha confirmado, por si no quedaba claro, que la música en esta serie no es pura ornamentación, sino que tiene un propósito claro de desarrollo narrativo y de evolución de personajes.
Precisamente, y con respecto al desarrollo narrativo, Bloom y Brosh no se han acomplejado a la hora de estructurar y escribir una temporada peculiar. No les ha temblado el pulso para introducir drama, pero tampoco para fantasear con el thriller (aunque de manera paródica) o para dar un inesperado salto en el tiempo de ocho meses que nos ha regalado a una Heather empresaria local de éxito que ha parido al hijo de Darryl, a una Valencia que se ha echado novia o a un Trent que ha regresado de los infiernos para chantajear a nuestra protagonista.
Todos estos cambios han abierto un jugoso abanico de posibilidades de cara a una posible cuarta y última temporada y han servido como trampolín para continuar tratando diferentes temáticas paralelas, y a veces complementarias, al tratamiento de Rebecca con la doctora Akopian. Lo importante es que, aunque Bunch siempre es el centro y origen de la acción, el salto temporal ha permitido que el resto del reparto haya tenido algo más que un hueco para apoyarla o echarle la bronca por sus acciones, como en el caso de Paula, que ha explotado por acumulación. Dentro de lo razonable, los personajes se han librado de ser una insulsa comparsa y han dialogado y cantado sobre los vientres de alquiler, los horrores de parir, los hombres que nunca han conseguido que las mujeres lleguen al orgasmo o cómo afrontar los días después de que tu amiga se haya intentado suicidar.
Temas nuevos, pero englobados en asuntos más amplios que Crazy Ex-Girlfriend ha tratado desde el principio, como el feminismo, las desigualdades y los estereotipos de género o las relaciones tóxicas. Asuntos en los que la ficción ha ido profundizando cada vez más hasta llegar a debates más polémicos y no tan claros que abren el mar de los grises, las contradicciones y las complejidades humanas. Pero siempre en clave de sátira, que algunas veces es la única manera de afrontarlos.
Todavía no tenemos noticias de la renovación para una última temporada, pero esperemos que Rebecca tenga el final que se merece, sobre todo ahora que está a punto de entrar en prisión porque ha aprendido a responsabilizarse de sus acciones y no culpar a su pasado traumático o a sus padres psicópatas. A Rachel Bloom y Aline Brosh McKenna les queda aún mucho material con el que reivindicar una posición social y política importante de empoderamiento femenino y, específicamente, de personas con enfermedades y trastornos mentales. Pero, sobre todo, les queda un repertorio inmenso de canciones para cantarnos.
Pero, sin duda, el repertorio de esta temporada ha sido el colchón perfecto para dar redondez a estos tres años de Crazy Ex-Girlfriend: hemos escuchado nuevos temazos como Let's Generalize About Men, Without Love You Can Save the World o The End of the Movie; disfrutado de varias repeticiones de canciones (con las letras modificadas e interpretadas por otros personajes) como es el caso de Face Your Fears, He's the New Guy o After Everything You Made Me Do; sonreído con breves versiones instrumentales de fondo como Settle for Me, The Moment Is Me o Let's Have Intercourse; y aplaudido con esos grandes guiños a Period Sex o Love Kernels. En definitiva, se ha confirmado, por si no quedaba claro, que la música en esta serie no es pura ornamentación, sino que tiene un propósito claro de desarrollo narrativo y de evolución de personajes.
Precisamente, y con respecto al desarrollo narrativo, Bloom y Brosh no se han acomplejado a la hora de estructurar y escribir una temporada peculiar. No les ha temblado el pulso para introducir drama, pero tampoco para fantasear con el thriller (aunque de manera paródica) o para dar un inesperado salto en el tiempo de ocho meses que nos ha regalado a una Heather empresaria local de éxito que ha parido al hijo de Darryl, a una Valencia que se ha echado novia o a un Trent que ha regresado de los infiernos para chantajear a nuestra protagonista.
Todos estos cambios han abierto un jugoso abanico de posibilidades de cara a una posible cuarta y última temporada y han servido como trampolín para continuar tratando diferentes temáticas paralelas, y a veces complementarias, al tratamiento de Rebecca con la doctora Akopian. Lo importante es que, aunque Bunch siempre es el centro y origen de la acción, el salto temporal ha permitido que el resto del reparto haya tenido algo más que un hueco para apoyarla o echarle la bronca por sus acciones, como en el caso de Paula, que ha explotado por acumulación. Dentro de lo razonable, los personajes se han librado de ser una insulsa comparsa y han dialogado y cantado sobre los vientres de alquiler, los horrores de parir, los hombres que nunca han conseguido que las mujeres lleguen al orgasmo o cómo afrontar los días después de que tu amiga se haya intentado suicidar.
Temas nuevos, pero englobados en asuntos más amplios que Crazy Ex-Girlfriend ha tratado desde el principio, como el feminismo, las desigualdades y los estereotipos de género o las relaciones tóxicas. Asuntos en los que la ficción ha ido profundizando cada vez más hasta llegar a debates más polémicos y no tan claros que abren el mar de los grises, las contradicciones y las complejidades humanas. Pero siempre en clave de sátira, que algunas veces es la única manera de afrontarlos.
Todavía no tenemos noticias de la renovación para una última temporada, pero esperemos que Rebecca tenga el final que se merece, sobre todo ahora que está a punto de entrar en prisión porque ha aprendido a responsabilizarse de sus acciones y no culpar a su pasado traumático o a sus padres psicópatas. A Rachel Bloom y Aline Brosh McKenna les queda aún mucho material con el que reivindicar una posición social y política importante de empoderamiento femenino y, específicamente, de personas con enfermedades y trastornos mentales. Pero, sobre todo, les queda un repertorio inmenso de canciones para cantarnos.
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