No vamos a hacernos los sorprendidos a estas alturas de la vida. La cuarta temporada de How to Get Away with Murder quizás no ha sido todo lo que esperábamos de ella. La primera parte antes de Navidad construía otro drama alrededor de la nueva vida de nuestros estudiantes, un posible asesinato, un bebé desaparecido y un padre psicópata que había matado a Wes. Después del parón de diciembre, la serie presentó una estructura distinta sin saltos temporales y una trama quizás más centrada en la demanda colectiva y los juicios que tan aparcados se habían quedado. Pero de poco sirvió.
Aunque parecía que la innovación iba a mejorar todavía más una ya de por sí gran temporada, lo único que hemos obtenido son episodios erráticos, irregulares y de relleno que han culminado en un final sobresaliente. Pero esto solo ha sido gracias a utilizar elementos efectistas y resolutivos a través de los protagonistas, porque la mayoría estaba constreñido desde el mid-season finale de noviembre y no habíamos sabido mucho de ellos hasta el desenlace. Con el capítulo Nobody Else Is Dying, nuestros personajes han tenido la oportunidad de dar un paso al frente y evolucionar todo lo que no habían podido hasta ahora. Pero sobre todo ha servido para obtener uno de los enfrentamiento más esperados del año: Jorge Castillo contra Annalise Keating. Nuestra mamá leona y el padre psicópata ya tuvieron un encuentro fugaz en el hospital. Anna Mae salió perdiendo en esa ocasión, pero ahora ha podido resarcirse y echarle toda la bilis a Castillo para recriminarle la muerte de Wes e increparle para que Laurel tenga la custodia de Christophe Junior.
Claro, que esto último no hubiera sido posible si Nate no hubiese encontrado el famoso disco duro en las taquillas de las investigaciones de Denver. Que, por cierto, ha muerto. Sí, nos han engañado otra vez. Bonnie está viva, coleando, sin un solo rasguño y ligando por Tinder. El del piñazo con un Seat Panda ha sido el fiscal del distrito. Todo parece indicar que Papá Castillo ha provocado este desafortunado accidente, aunque es demasiado obvio y todavía nos pueden sorprender en la quinta temporada con algo menos esperado. Sobre todo después del historial que algunas están cosechando.
Resulta que mientras Annalise ha estado rehabilitándose del alcohol y conviertiéndose en una mujer algo más humilde (no mucho), sus estudiantes se han llenado de maldad y han olvidado todos los límites de la ética. Después de que Tegan se una al bando de nuestros protagonistas y suelte prenda sobre Papá Castillo, el único cabo suelto es Simon, que continúa en el hospital. Podían haberle dejado en paz e ignorarle, pero Michaela no podía quedarse quieta. Asher había cortado la relación por los cuernos, así que la muchacha tenía que pagar su frustración de alguna manera. ¿Cómo? Llamando al equipo de deportación para devolver al pakistaní a su país. Un gay en Pakistán. Hay que tener mala leche.
Pero la mexicana no se queda atrás. Después de discutir con su madre en el penúltimo episodio, la señora parisina acaba en paradero desconocido. Su exmarido no la encuentra. Su hija dice que no sabe nada, aunque confiesa que le dijo cosas muy feas cuando se desvela todo sobre la muerte de Wes. Incluso minutos antes de que arresten a Papá Castillo por todo el tinglado delictivo que tenía montado, ella asegura que no ha hecho nada malo. Y al final, cuando va a ducharse, Laurel aparece con unos misteriosos y recientes arañazos en el brazo. ¿Qué ha pasado realmente entre madre e hija? ¿El instinto asesino de sus padres será hereditario?
Además de esto, Nate no ha eliminado los trapos sucios que Denver tenía sobre la pandilla y Papá Castillo quizás silbe desde la cárcel para algún recado sangriento. Sin embargo, y olvidándonos un rato de tantos posibles peligros, How to Get Away with Murder puede presumir de haber terminado con con un final feliz que bien podría haber servido como conclusión para la serie. Los protagonistas, dentro de lo malo, sonríen ante el porvenir que viene. Solo les falta una canción alegre y pajaritos piando: Annalise gana la demanda colectiva y disfruta de su nuevo ahijado mientras piensa qué hacer con su futuro profesional; Connor y Frank se ponen las pilas con los estudios de Derecho; Laurel descansa de una vez con su hijo en casa; Bonnie parece que tiene un nuevo interés amoroso; y Asher se muda al antiguo cuchitril de Wes y se convierte en el padrino de Oliver para la boda gay del año.
Pero la mayor alegría la recibimos los espectadores con el misterioso Gabriel Maddox, que Frank se encuentra en la nueva fábrica universidad de asesinos abogados. No sabemos de dónde sale, pero su sonrisa nos ha enamorado lo suficiente como para que nos dé igual. ¿Será el hijo de Bonnie que en realidad no estaba muerto? ¿Será el de Annalise? ¿Habrán resucitado a Wes en guapo y encantador y ya no le tendremos tanta tirria? Cualquier opción es buena de cara a la quinta temporada. Está claro que este bonito muchacho no será la única novedad, pero habrá que esperar a septiembre para abrir el melón de las nuevas aventuras.
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