Después de una temporada como la tercera, con un principio lento y capítulos un tanto efectistas, Mozart in the Jungle ha conseguido recuperar su espíritu en esta fantástica cuarta temporada que, me atrevería a decir, se trata de la mejor hasta el momento.
Normalmente, a estas alturas, una serie con un argumento tan poco marcado como el de Mozart in the Jungle y con tan poca “acción” pincharía en su cuarta temporada pero, afortunadamente, no ha sido así. Y esto se debe a que la serie, al fin, se ha centrado en su personaje protagonista: Hailey, y no Rodrigo, como todo el mundo pensaba.
Mientras que en las anteriores temporadas el protagonismo estaba repartido a partes iguales, en ésta los autores han elegido mostrarnos un poco más de la historia de ella, dejando a Rodrigo en un segundo plano. Sabia decisión pues, aunque Rodrigo genera momentos muy divertidos y el personaje en sí es interesante, al fin y al cabo, es un personaje más plano que el de Hailey.
La evolución de Hailey ha sido especialmente inspiradora en esta temporada. Cómo da sus primeros pasos para convertirse en directora de orquesta, cómo lidia con el hecho de que su novio le haga sombra en este arte, cómo contacta con sus propias musas y rechaza la opinión de su padre, y cómo, al final, se elige a ella misma. En esta ocasión, Hailey ha aportado el tono aspiracional tan propio de la serie y la actriz, Lola Kirke, no podría haberlo representado mejor.
Y es que si algo bueno tiene Mozart in the Jungle es la manera en la que practica el feminismo sin llegar a fanfarronear, como hacen la gran mayoría. Sus personajes femeninos son los más interesantes y los que más influencia tienen en la trama, pero no son heroínas inalcanzables. La violinista que no puede volver a tocar, la gestora de la orquesta que tiene que revivir su empresa, la directora de orquesta que no es elegida en un concurso por ser mujer... La serie muestra situaciones de mujeres con poder y con unos objetivos profesionales muy claros que, francamente, para mí son muy estimulantes.
Esta temporada, además, ha estado llena de extrañas parejas. Por un lado, Hailey y Rodrigo, físicamente de por sí diferente (ella le saca como dos cabezas), quienes ya se daba por sentado que tendrían algo juntos pero no que duraría tan poco, y por otro, Gloria y Thomas, una pareja de edad madura pero llenos de pasión, lujuria y amor libre. Mozart in the Jungle sigue apostando por su visión progresista del amor y con el relato de estas dos parejas en esta temporada lo han dejado más que claro.
Otro elemento que han incorporado, aparte de un sinfín de personajes llamativos como el compositor, el coleccionista de objetos de músicos consagrados o las diferentes musas que se le aparecen a Hailey, ha sido la danza, un arte ligado a la música que ha hecho que la serie se vuelva aún más visual y musical de lo que ya es. Porque la música no se puede expresar solo con diálogos y en esta temporada se ha mezclado con la imagen de manera sobresaliente: desde las escenas del coreógrafo hasta las las extraordinarias secuencias en las que Hailey dirige la orquesta.
Aunque la serie sigue recurriendo a métodos efectistas (lo del robot o lo de las motos), sí que no prescinde de sus rasgos más definitorios sin perder el entusiasmo: la locura de Rodrigo y las situaciones tan particulares que genera (el asesinato del robot), el exotismo de su estética (con los capítulos en Japón), esa mezcla de lo clásico y lo moderno (la fiesta del noveno capítulo), lo onírico (el momento té del octavo capítulo) o los personajes extravagantes (Liberace, Mozart...).
Sin duda, la cuarta temporada de Mozart in the Jungle ha demostrado, como diría el maestro, tener sangre. Ha sacado más partido a una evolución fascinante, ha conseguido resultar más musical y artística que nunca y ha seguido explotando sus pilares básicos sin perder la magia.
Como me pasa cada vez que termino una gran temporada, lo único que deseo ahora es que sepan cerrar la serie con dos temporadas más como máximo, tan dignas e inspiradoras como esta.
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