El grado de competición en la era del Peak TV es bastante elevado y el espectador no perdona. Tenemos multitud de opciones con las que disfrutar de ficción televisiva y muy poca paciencia para seguir viendo una serie que no avanza o mejora. Los directivos de los principales contenedores de series, ya sean canales o plataformas de streaming, están ahora mismo como Drew Barrymore: comiéndose las uñas (no diremos de quién) y esforzándose para mejorar. Porque la alternativa es la muerte. Pero la definitiva, de la que no se regresa. Las primeras temporadas son fáciles de renovar, pero las segundas son la prueba de fuego final. Y, de momento, Santa Clarita Diet aprueba con notable.
La ficción producida y protagonizada por Barrymore nunca ha tenido pretensiones de serie sesuda por muchos cerebros que la mujer se haya zampado. Pero nosotros tampoco la hemos pedido más y hemos disfrutado con un entretenimiento puro y sencillo, aunque no apto para todos los paladares; bien por el humor negro o bien por la sangría de algunas escenas. Esta sencillez se mantiene durante la nueva entrega y a ella se añaden nuevos elementos bastante atractivos que no estacan a la familia. En los primeros cinco episodios de la segunda temporada, la serie de Netflix ha entendido que de nada sirve repetir las mismas fórmulas que en la primera temporada. Ya no hay tantas personas destripadas, ni tampoco tantas situaciones de absurdo peligro entre los vecinos y/o secundarios. Se ha conseguido un ambiente de estabilidad dentro de toda esa locura generalizada.
Sheila, Joel, Abby y Eric han conseguido ser el centro de una acción conjunta mientras que, al mismo tiempo, disfrutan de tramas individuales paralelas. Esto es una novedad para los dos más jóvenes, ya que el año pasado quedaron eclipsados por el matrimonio de agentes inmobiliarios. Sin dejar de evolucionar, los cuatro personajes principales han encontrado la manera idónea de seguir con sus vidas y adaptarse al hecho de que la protagonista indiscutible de la serie continúa siendo una no-muerta y quizás existan más como ella. En la nueva temporada, veremos cómo Sheila ya no será tan errática y trabajará para canalizar sus instintos más caníbales; Joel se hará muchas preguntas sobre su papel en en ese extraño nuevo concepto de matrimonio; Abby querrá desconectar y desfogarse a puñetazos con problemas más banales y adolescentes; y Eric se enfrentará a su primer amor.
Estas tramas sirven como armazón de una ficción más consistente y madura. En ese sentido, tanto la duración de los episodios, que continúa alrededor de los 25 minutos, como de la temporada, que se compondrá de diez partes como la anterior, han beneficiado a la consecución de una mayor solidez argumental. Mientras la primera entrega quedó como un coitus interruptus en el que había mucha sangre y pocas nueces, en esta nueva tanda han decidido ir al grano y desarrollar una mitología muy jugosa y con posibilidades de ampliarse infinitamente. Sin olvidarse de la acción, las relaciones humanas y las nuevas amenazas, Santa Clarita Diet profundiza más en el origen serbio de los no-muertos. Quizás los protagonistas nunca se acostumbren a ver cómo la madre rebana algún cuello a mordiscos, pero su interés por profundizar en la causa de su transformación les impulsa a seguir adelante con naturalidad y compostura. Aunque, probablemente, acaben revolucionando el vecindario de Los Ángeles.
Dentro de la evolución y mejora generalizadas en la calidad de Santa Clarita Diet, el humor también se ha visto beneficiado por ser más desternillante, por estar más afinado y por no reducirse al disparate continuo. Con el mismo tono negro e irónico, la comedia se centra más en la sátira de la moral y la ética de aquellas acciones relacionadas con la violencia y los asesinatos. Recuerda bastante a las formas que utiliza habitualmente The Good Place. Eso sí, hay algo que no se arregla con respecto a la primera temporada: la escasa diversidad en la representación protagonista. Todos los personajes racializados o con una orientación sexual distinta a la heteronorma quedan relegados a un papel secundario. No estaría mal ofrecer algún contrapunto equivalente al cuarteto principal, sobre todo si tenemos en cuenta que la ficción se sitúa en California.
La segunda temporada de Santa Clarita Diet se estrena el 23 de marzo en Netflix y comienza en el mismo momento en el que se quedaron el año pasado: el intento de fabricación de un suero que estabilice el instinto imparable de Sheila y evite que se pudra por dentro y por fuera, para que continúe alimentándose de cerebros. Y deditos.
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