Éxito entre la crítica, gran ignorada desde las audiencias y, para nosotros, un placer no del todo culpable que se termina convirtiendo en una de tus mejores horas de la semana. Cuando se dejan ver, porque demasiado se ha hecho de rogar esta tercera temporada. UnReal, para los ajenos a esta joya de la televisión revolucionaria, nos traslada a los entresijos de la producción de un reality que se parece más o menos al The Bachelor americano liderado por dos diosas del reino catódico que, si tenéis un mínimo de vergüenza y decoro, conoceréis y veneraréis. Seguro que has oído hablar de ella, pero ¿por qué no la estás viendo ya?
1. El morbo salvaje de la metatelevisión
Desde 30 Rock a The Newsroom, pasando por The Comeback o Episodes, la televisión sobre televisión ha mantenido siempre ese "yo qué sé que qué sé yo" que nos atrapa de cabeza a pies. La primera cuestión (de muchas) en la que destaca UnReal es su magnetismo a la hora de convertir la telebasura en puro arte. Es oro gozar semana a semana de todas las atrocidades que se llevan a cabo detrás de las cámaras de un formato tan pasteloso como un dating show diseñado para ver después de Anatomía de Grey con la tarrina de helado a medio comer.
¿Tras tres temporadas hay una sensación de haber visto ya todos los palos de la baraja? Podría decirse. Pero aún así consiguen ir siempre un pasito más allá y descubrirnos algo nuevo sobre esa gran farsa sin pudor que llamamos telerrealidad.
¿Tras tres temporadas hay una sensación de haber visto ya todos los palos de la baraja? Podría decirse. Pero aún así consiguen ir siempre un pasito más allá y descubrirnos algo nuevo sobre esa gran farsa sin pudor que llamamos telerrealidad.
2. La serie más honesta
UnReal, dentro de ese agujero de gusano oximorónico que es el retrato más o menos realista de cómo se falsea la realidad de un reality show, encuentra en enseñar las armas de destrucción emocional de los formatos su mejor recurso. UnReal no juega a las medias tintas. Si te quiere escandalizar, te escandaliza. Si te quiere meter un dedo en el ojo sin paños calientes, te lo mete en el ojo y en otros orificios sin que te des cuenta, pero qué gustazo, oye. UnReal es feroz. No hay maquillaje frente al grado de insensibilidad de productores, directivos y reparto. Su talento es manipular a los concursantes, desestabilizarles única y exclusivamente por el bien de las audiencias.
En conclusión, esa gente es horrible, lo saben, lo disfrutan y, por ello, nos encantan.
En conclusión, esa gente es horrible, lo saben, lo disfrutan y, por ello, nos encantan.
3. Ellas
Otro factor por el que UnReal destaca como ninguna es la representación femenina. Es más, el matriarcado del Money, Dick, Power —en ese orden específicamente— es la seña de identidad de una serie más que necesaria en la lucha contra ese protagonista varón blanco heterosexual que sigue intentando mantener su hegemonía en televisión. Desde la jefa que aún vive en constante pulso contra el techo de cristal hasta la última y más pringada becaria, las mujeres de UnReal llevan la voz cantante y el detalle con el que escriben sus personajes es de una calidad insuperable en una cadena (Lifetime) cuya seña de identidad son las TV movies de ingenua señorita cayendo rendida a los pies de un apuesto galán tipo.
Ellas se retroalimentan, se hacen fuertes y se apoyan entre hachazo y hachazo por la espalda. Y así lo demuestra la dinámica maternofilial frenemy desquiciada por el complejo de Aristóteles de Quinn y Rachel, que se ha consolidado tras tres temporadas como un diamante por episodios. En UnReal no hay un male lead. Ellas dos se reparten el pastel 50-50, tienen las prioridades y este hecho muy claros y, si tienen tiempo y ganas, dejan que el secundón instrumental de turno les haga tilín por ahí abajo, pero poco más.
4. Quinn
Eterna. Legendaria. Historia viva de la seriefilia. Hablábamos de entidades todopoderosas a las que rendir pleitesía dentro de la ficción, y fuera también si pudiéramos cruzárnosla por la calle. Quinn King (Constance Zimmer) es la productora ejecutiva más sanguinaria que se enfunda el traje de la moral gris cada mañana, casi siempre tirando a negro, y que, aunque tenga todos y cada uno de los ingredientes necesarios para ser una villana en toda regla, está diseñada para ser nuestra zorra favorita del momento. Head Bitch In Charge por definición, Quinn es un festival de verborrea corrosiva que con maestría mueve los hilos de su programa mientras deja que ese carácter de absoluta reina del universo contagie el resto de parcelas de su vida.
Todos queremos ser Quinn King cuando seamos mayores. Yo el primero. Y tú también, lo que pasa es que no lo sabes todavía.
5. El drama del trastorno psicológico
Una constante más a lo largo de UnReal es la cuestión psiquiátrica. El psicólogo del set de este particular Bachelor revalida año tras año su título del personaje más inútil. Pese a que cada cual viene con su correspondiente maleta de taras mentales, el papel más lucido a este respecto es el de Rachel. Rachel aparece en nuestras vidas en forma de vuelta a las trincheras tras una crisis nerviosa en plató la anterior temporada. Este punto de partida se va elaborando a lo largo de la serie con un compendio de dolencias que van desde la bipolaridad al trastorno límite de la personalidad, bañado por el siempre agradecido narcisismo clínico.
A pesar de todo, Rachel es un ejemplo de funcionalidad —por los pelos— y de interpretación minuciosa por parte de una Shiri Appleby cuya falta de Emmys seguimos sin explicarnos. La mujer loca histérica de manual queda relegada a clichés machistas de antaño para regalarnos, como hemos visto en otras series como Crazy Ex-Girlfriend o You’re the Worst, una imagen impagable de lo que es convivir con la sombra inminente de un colapso psíquico sin caer en el estereotipo.
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