Andorra. Un escritor argentino busca a una chica asiática con la que solo ha compartido dos noches y de la que no sabe nada. Él denuncia su desaparición a la policía, pero nadie le hace caso. Todo el mundo le toma por un loco. A pesar de todo, el argentino decide investigar por su cuenta y, poco a poco, va descubriendo detalles de la misteriosa chica que responden a una trama mucho más compleja de lo que esperaba. Mientras tanto, una pregunta surge en la mente del hombre cada vez con más fuerza: "¿Quién es Julia?"
Hasta aquí Félix tiene un argumento de thriller de manual. Nada de lo que ocurre en sus seis largos episodios llegará a sorprenderte demasiado, pero ¿qué es lo que tiene la serie de Cesc Gay que la convierte en un thriller diferente?
Para empezar, el protagonista: Félix, un hombre sensible, educado, correcto, un poco torpe y extremadamente bueno, enamorado de una chica que apenas conoce. Un romántico. Ya en el piloto ves quién es claramente y sabes que no hay más. Interpretado por el maravilloso Leonardo Sbaraglia, Félix es un personaje con el que empatizas desde el minuto uno (incluso piensas en adoptarlo, como fue nuestro caso).
En segundo lugar, el humor. En los dramedias siempre es difícil introducir comedia sin que quede un corte muy seco, pero, en este caso, los guionistas de Truman han sabido realizar esta mezcla de manera sutil, con unos buenos diálogos y unos personajes (el amigo fumeta que hace que pensemos que estamos viendo Fargo) que le añaden un toque de humor negro que funciona, aunque en ocasiones sea tan facilón que parezca que estemos viendo una serie de Antena 3.
Pero, ante todo, lo mejor de Félix o lo que, por lo menos, ha hecho que nos enganchemos, han sido sus elementos exóticos. Lo primero, la localización: Andorra, un lugar poco transitado por la ficción que pocos conocemos en primera persona y que, sin duda, es un elemento que despierta la curiosidad de entrada. Además, este lugar se une a las localizaciones de Francia y Madrid que dan un toque más internacional y universal a la historia.
Por otro lado, la conjugación de pequeños detalles como la presencia puntual de animales atípicos como el jabalí o la tortuga, el disco de Elton John, el Elvis que cuelga del retrovisor, el mismo chaleco a cuadros de Félix o su vestimenta del penúltimo capítulo (muy Twin Peaks) también aporta una singularidad al relato muy atractiva.
Asimismo, podemos decir que están bien trabajadas las metáforas o los reclamos visuales como vemos, por ejemplo, en la representación de Julia. Una mujer de rojo en medio de la nieve, el tatuaje de una diosa asiática en la espalda, la sonrisa sobre la almohada... Félix logra crear a través de una serie de símbolos a la mujer perfecta, al amor del que el argentino solo disfrutó un par de noches, pero por el que pondría la mano en el fuego. Y funciona.
También resultan interesantes los personajes secundarios, incluso los extras. Por ejemplo, la camarera o el conocido francés que le da consejos eventualmente son personajes que aparecen muy brevemente en la historia, pero que tienen su propio relieve hasta parecen abrir puertas a muchas otras historias.
Félix es un thriller de manual que hemos visto cientos de veces, pero que se salva por su protagonista, humor y singularidad, que no es poco teniendo en cuenta que es la primera serie del director. Quizá si no fuese tan larga, ya que a los episodios les sobran diez minutos, y rompiese más los tópicos del género (por aquello de poder fabular y eso) sería una serie que volveríamos a ver. Esperemos que los resultados hayan sido buenos y Movistar+ siga regalándonos series de autor tan llamativas y exóticas como esta.
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