Éramos pocos y parió la becaria. Hemos tenido muchas Anatomías. Entre Kepner, Hunt, Jopelines y la madre que les trajo a todos, esta temporada la más reposada ha sido Meredith. Y ya para colmo del chiste, cuando ya la 14ª no podía sedarnos más: Anatomía de Bello. La cantinela de la situación de los inmigrantes en Estados Unidos sirve como excusa para rellenar un episodio más, darle minutos de pantalla a un personaje que ni se molestaron en incluir en el reparto principal al principio del curso y, en definitiva, regalarnos otra siesta más sin comerlo ni beberlo.
¿Pobre DeLuca que se ha quedado sin novia postiza que cayó del cielo porque ese día no había pronóstico de lluvia? Pues podría verse así. ¿Cualquier excusa es buena para mentar a Cristina Yang porque la echamos de menos cada día más y qué falta nos hace, qué falta más grande? Qué buenos tiempos, qué recuerdos, qué glorias pasadas. ¿Por fin va a hacerse hueco para internos con más potencial y menos de ese más de lo mismo con relevancia cero de la fugada? Sí, por favor, gracias y hasta luego, Mari Carmen.
Con April ya relajada tras la histeria alcohólica del pasado invierno, toca el turno de desquiciar a otra pobre desgraciada que no se merece la decadencia en la que se encuentra: Arizona. Arizona ha caído en un bucle similar al de Bailey allá por la novena o la décima temporada cuando le sacaron trastorno obsesivo compulso. Bailey se lavaba las manos con aguarrás siete veces antes de operar, ésta ahora le tiene fobia a que se le mueran las parturientas después de nueve años sacando niños. ¿Sabéis de qué se mueren las preñadas en ese hospital? De aburrimiento, porque de otra cosa así de repente no puede ser.
Deberíamos hablar también de esa pareja de arrolladora química que conforman Arizona y la amante italiana. ¿Por qué no nos traen de vuelta a Eliza Minnick Mouse? Ya no vamos a pedir a Callie porque huele a caché inalcanzable. La hermana de DeLuca lleva desde septiembre deleitándonos con las mismas capacidades actorales que la revolucionaria pedagoga del año pasado, pero justificando su presencia con un conflicto de la talla de la subida del precio del chóped. Querida, pintas muy poco. ¿Por qué no te pedimos un taxi a ti también?
El resto de tramas del episodio dejan tanto que desear que ni siquiera podemos destacar gran cosa. La amiga muerta de Webber literalmente no ha dicho palabra, Hunt quiere ser padre así de buenas porque yes, la niña de los musicales lleva yéndose a Broadway cuatro semanas y no se puede aguantar más, Maggie y Jackson se han reconciliado en dos escenas contadas tal y como se preveía el episodio pasado y el niño mayor de Meredith da la sensación de haber salido de una secuela de Paranomal Activity más que de la vagina de la reina del mambo.
En serio, ¿y Zola? ¡¿Por qué el número de hijos de esa señora sigue fluctuando?! Ser primogénita de una mujer con útero hostil que no puede tener descendencia para esto.
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