Cuando creíamos que Shonda Rhimes o Ryan Murphy eran los únicos que podían dejarnos con el culo torcido a través de sus conversaciones, apareció Justin Simien en Netflix para dar un golpe encima de la mesa y proseguir en televisión el trabajo cinematográfico que comenzó en 2014. Hace unos días se estrenó la segunda temporada de Dear White People y tenemos las manos rojas de aplaudir tanto. El año pasado ya os hablamos de ella en un tono más reivindicativo y social, destacando lo mucho que escuece y explicando por qué es tan necesaria. Los nuevos episodios confirman que no nos equivocamos cuando echamos el ojo a esta ficción y demuestran que todo lo que nos enseñaron en la primera entrega ha evolucionado para ser más complejo, pero todavía más accesible, divertido y pedagógico.
¿Que no sabes qué serie es esta? ¿No te animas a empezarla? ¿Crees que esto no va contigo? En TV Spoiler Alert te damos 5 motivos para que la devores ahora mismo.
1. Creatividad y riesgo formal
Ser una comedia que no llega a episodios de más de media hora te permite contar con un ritmo y diálogos trepidantes que no dejan descansar al espectador. Pero no solo estamos hablando de soltura en el guión. Nada de esto sería posible si Simien, como showrunner, no hubiera arriesgado a la hora de orquestar la dirección de la serie. Cineastas como Barry Jenkins, Kimberly Peirce o Salli Richardson-Whitfield se han puesto detrás de las cámaras, por las que también pasan distintos guionistas y directores muy relacionados con el personaje y el tema abordados en cada episodio. Y en ningún momento ha habido limitaciones creativas o complejos para romper la cuarta pared. Un monólogo conjunto sobre la representación racial en Hollywood, una elección de hombres en Grindr o una noche protagonizada por el consumo de setas alucinógenas tienen cabida en la serie de manera original, muy visual y poco convencional.
A esto deberíamos añadir planos con mucho aire, un montaje frenético y una dirección de fotografía impecable que se lanza a la piscina con acierto para diferenciarse de las sitcoms multicámara y familiares y dejar claro el tono y la intención de esta serie. En la segunda temporada incluso se atreven con un tono más cercano al misterio, con referencia a Harry Potter incluida, debido a la introducción de las sociedades secretas.
A esto deberíamos añadir planos con mucho aire, un montaje frenético y una dirección de fotografía impecable que se lanza a la piscina con acierto para diferenciarse de las sitcoms multicámara y familiares y dejar claro el tono y la intención de esta serie. En la segunda temporada incluso se atreven con un tono más cercano al misterio, con referencia a Harry Potter incluida, debido a la introducción de las sociedades secretas.
2. Dosis ingentes de humor ácido
Es evidente que el humor de Dear White People no es inocuo. Va a la yugular. Es corrosivo. Te mantiene con la sonrisa tonta durante varios minutos y es muy propenso a que pongas cara de circunstancia y pronuncies en bajito un "hala, qué bestia". Las pullas entre los protagonistas están aseguradas y los diálogos que mencionábamos anteriormente construyen dinámicas muy divertidas y situaciones hilarantes en el que no queda títere con cabeza.
Las referencias pop y culturales también tienen su hueco en la creación de humor a través de la sátira, como, por ejemplo, ocurre con las parodias de Scandal, en la primera temporada, o Empire, en la segunda que los estudiantes ven reunidos en el salón del televisor. No obstante, estas referencias son más habituales en la primera temporada que en la segunda, con una estructura lineal muy centrada en la introspección de los personajes y su desarrollo a raíz de dos situaciones: la integración de dos residencias de estudiantes y la tergiversación del discurso racial por parte de la derecha extrema.
3. Transversalidad y actualidad de las temáticas
La primera temporada de Dear White People fue producida en 2016, meses antes de la elección de Trump como presidente de los Estados Unidos, que no solo supuso la vuelta de los republicanos a la Casa Blanca, sino que legitimó el alzamiento de la derecha más radical, rancia y peligrosa del país; la del "genocidio blanco", la del All Lives Matter (todas las vidas importan), la del Not All Men (no todos los hombres) y la del "no me toques las armas que me conozco". La serie de Netflix supone un ejemplo muy didáctico entre el antes y el después del cambio del paradigma político-social y de la confirmación del racismo institucional, pero además vertebra multitud de temas que interaccionan transversal y horizontalmente con la xenofobia.
Dear White People no es solo una ficción sobre la cuestión racial, sino que discute sobre los privilegios y la identidad. Nos habla de qué supone ser afroamericano, mujer, latino, gay, lesbiana o un niño rico metido en una burbuja de poder económico. Pero también aborda cómo es tener estrés post-traumático, quedarte embarazada, intentar encajar en los cánones de belleza, aceptar tu sexualidad, lidiar con el acoso en redes sociales, labrar un futuro profesional o sufrir con las relaciones de usar y tirar. En definitiva, buscarse a uno mismo en mitad de una vorágine incendiaria y amenazadora para las minorías y las personas oprimidas.
4. Protagonistas más allá del estereotipo
Al principio, Dear White People puede resultar una comedia con personajes estereotipados contemporáneos que funcionan muy bien. La guerrera, el rebelde trastornado, la coqueta, el ligón o el gay. Pero después de 20 episodios, la serie de Netflix ahonda profundamente en sus identidades, deseos y reivindicaciones personales. Y entonces vemos que "no todo es blanco o negro". También hay grises. "Y es una zona muy amplia", como explica Gabe. Si por algo destaca la ficción es por abordar sin tapujos las contradicciones de los colectivos oprimidos y lo complejo que puede resultar enfrentarse a los privilegios (los ajenos, pero también los propios) desde el dolor, la culpa, la ira o el miedo.
Lo que podía acabar siendo un cliché, acaba siendo una representación muy natural de lo que sucede hoy en día y el planteamiento legítimo y razonable de muchas dudas y conflictos internos. ¿Estamos haciendo todo lo posible por reivindicar los derechos de las personas oprimidas? ¿Nos están pudiendo las formas? ¿Estamos dejando todo el activismo para las redes sociales? ¿Pueden las personas con privilegios deconstruirse y ayudarnos a la causa o mejor calladitas? Además, mención especial a los meta-cameos que podemos disfrutar en la segunda temporada y que nos volarán la cabeza.
5. Crítica social y aprendizaje
Al final, las dos temporadas de Dear White People son una perfecta herramienta pedagógica sin miedo a la complejidad o las contradicciones. Interpela directamente al espectador. Critica el mundo en el que vive. No solo por sus mensajes y su arraigo a la actualidad, sino también porque los protagonistas miran a la pantalla en el final de cada episodio. ¿Me estás juzgando? ¿Podrías hacerlo mejor? ¿Te sientes ofendido? Sin ser la panacea ni sentar cátedra, porque cada creador tiene su propia mirada, se esfuerza en cuestionarse la realidad y forzar a que tú también lo hagas, ofreciendo respuestas que, por ejemplo, Donald Glover en Atlanta, Shonda Rhimes en Scandal, Issa Rae en Insecure o Kenya Barrisen Black-ish contestarían de otra manera diferente e igual de válida. Y por el camino te entretienes.
Después de 20 episodios y de extraer 5 razones, o incluso más, suficientemente convincentes para disfrutar de Dear White People, lo siguiente que deseamos, además de que la veas, es que Netflix la renueve por un tercer volumen. Porque necesitamos seguir aprendiendo, necesitamos reírnos y creemos que las historias de los estudiantes racializados de la Universidad Winchester pueden ofrecernos muchas más sorpresas y emociones.
COMENTARIOS