Muchos podrían pensar que la venganza de Dolores no estaba demasiado justificada. No lográbamos entender del todo qué había ocurrido con su memoria para que llegara hasta esos niveles de violencia. Y es que nos faltaba mucha información que hemos podido descubrir en este episodio; y la que queda. Cuando en la primera temporada se desveló que la muchacha era una de las anfitrionas más antiguas del parque, con un esqueleto robótico muy rudimentario, no solo se referían a las narrativas que le habían adjudicado. Dolores ha tenido un papel esencial en el génesis financiero de Westworld e incluso ha pasado tiempo en el mundo real.
Aunque estaba en pausa, resulta que sus sentidos funcionaban cada vez que algún humano hablaba delante de ella. Recuerda cada conversación, cada secreto y cada posibilidad que ofrece el mundo real. Y mientras, ella había estado atrapada sin poder intervenir. Así que ahora lo hace a escopetazos, liderando un movimiento de rebelión androide.
La segunda entrega prometía más líneas temporales y aquí las tenemos. Siguen jugando al despiste con ellas, pero han centrado la atención en los misterios que estas esconden. Como esperábamos, William (Jimmi Simpson) regresa junto con su amigo Logan Delos (Ben Barnes) para explicarnos cómo se gestó Westworld y cómo consiguió ser ese vasto universo. Resulta que antes de acabar enamorado de Dolores, William ya estaba comprado y convencido del potencial de ese lugar. Solo quedaba su cuñado, Logan, más escéptico y reservado (aunque después se convertiría en uno de los visitantes más asiduos). Es por ello que la incipiente iniciativa Argos, a la que pertenecían unos jóvenes Ford y Arnold (antes de morir y pasar a ser Bernard), le preparan una demostración de su capacidad con la inteligencia artificial para que la familia Delos invierta en su parque. Logan se queda ojiplático cuando intenta adivinar quién es el androide de la exhibición y descubre que todos lo son.
Nos reíamos de Zuckerberg, Facebook y la venta fraudulenta de datos personales a empresas ajenas a la red social, pero con Westworld parece que vamos a seguir el mismo camino. Diríamos que Nolan y Joy son unos visionarios, pero esto lleva advirtiéndose desde hace unos cuantos años. Tiempo de sobra para fantasear con la realidad en una distopía llena de robots. Y es que uno de los rotundos motivos para que Delos entre en el parque, además de experimentar de lo que son capaces los anfitriones, es la posibilidad de recopilar los datos de los visitantes. ¿Para mejorar la experiencia de los clientes? Quizás, pero también para negociar con ellos y a saber qué otras triquiñuelas en las que, por lo que hemos visto hasta ahora, hay ADN de por medio. Después de los movimientos de Charlotte en el inicio de la temporada, está claro que Delos lleva años maquinando un negocio que será clave en el futuro de la serie.
Además de los flashbacks, que ocupan una parte importante del episodio, se produce uno de los encontronazos que menos teníamos en cuenta y que más necesitábamos. Dolores y Maeve, que apenas aparece esta semana, cruzan unas palabras en mitad de la noche. Y no es precisamente una reunión amigable, sino que se nota la tensión entre dos anfitrionas que han sido conscientes de su existencia por separado y tienen intereses completamente distintos. Una quiere recuperar a su hija. La otra, en modo Nietzsche, se ha cargado a su Dios y busca despertar a más androides utilizando, incluso, la ayuda coaccionada de trabajadores humanos del parque que continuaban ajenos a la hecatombe de Westworld.
Y en la línea presente, el Hombre de Negro rescata de nuevo a Lawrence. Pero esta vez no es para encontrar el laberinto, sino para perseguir un nuevo objetivo. Y ya no hay necesidad de matar a su familia. No hay tiempo que perder. Y necesita ayuda, así que se dirige a Pariah, donde se encuentran El Lazo y sus secuaces. Sabíamos que el personaje interpretado por Clifton Collins Jr. fue este villano en su día, pero ahora la narrativa es llevada por un anfitrión diferente. ¿Quién? El mismísimo Giancarlo Esposito, que realiza un cameo sensacional con un final desolador para el viejo William, ya que todo el ejército se suicida al unísono por el código que Ford dejó programado antes de morir. Las cosas se le están complicando al humano en este tétrico e impredecible juego que su viejo amigo le ha dejado preparado. ¿Hacia dónde se dirige?
Al principio lo desconocíamos, pero ahora podemos hacernos una idea. Después de los sucesos entre William y Dolores en la primera temporada, con Logan cabalgando desnudo y maniatado hacia el horizonte, el cuñado de la familia Delos vuelve al laboratorio y se lleva a la anfitriona al valle, donde están construyendo algo. ¿Qué es? Ella misma se lo confiesa a su amado en el presente: no es un lugar, es un arma. Y va a usarla para destruir a los humanos. Es muy probable que el objetivo de el Hombre de Negro sea pararle los pies, pero no sabemos si en esta nueva narrativa podrá conseguirlo. De momento, pierde por goleada porque solo tiene a Lawrence a su lado.
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