Filmin, especializada en cine y conocida por un amplio catálogo de películas de producción independiente, de vez en cuando también echa el ojo a series de corte LGBT que cuentan con una estética y una sensibilidad especiales. Man in an Orange Shirt, Banana o Cucumber son ejemplos de las joyas que nos ha regalado la plataforma española. A la lista se añade Ahora es el momento (Les Engagés en su título original), que también destaca por su importante carácter europeo y por abordar diversas tramas a través de protagonistas de sexualidades y géneros no normativos.
Pero lo que verdaderamente tiene valor en esta ficción de Sullivan Le Postec es que nos encontramos con una serie digital sobre activistas pertenecientes a una asociación de Lyon, con todo lo que una premisa así conlleva. En una industria tan extendida como la ficción televisiva, el nicho y la especialidad pueden constituir una ventaja para contar estas historias que, debido a su infrecuencia, se consideran arriesgadas. Incluso su concepción inicial, una webserie con episodios de apenas 10 minutos cada uno, resulta chocante cuando estamos viendo cómo ficciones de HBO o Netflix alcanzan la hora y media en alguna de sus entregas. Aun así, el riesgo ha sido un acierto y 14 premios en diferentes festivales europeos e internacionales así lo abalan.
Hace 49 años se produjeron los disturbios de Stonewall (los protagonizados por mujeres trans afroamericanas, no los que se inventó Roland Emmerich) y hace 25 que la asociación de ACT UP colocó un preservativo gigante en el obelisco de París. En comparación, el activismo que se ve en Ahora es el momento parece ridículo. Aunque hoy, 28 de junio, ciudades de medio mundo se movilizan contra la LGBTfobia, las acciones políticas concretas están diluidas como consecuencia de la comodidad. Para qué salir a la calle si existe Twitter. Pensamos que la falta de los derechos LGBT está arreglada en todo el mundo. Si viéramos Les Engagés como una especie de continuación de la francesa 120 pulsaciones por minuto, largometraje extraordinario de Robin Campillo, estaríamos ante una secuela sobre la decadencia del activismo y la nostalgia hacia los años más convulsos para las personas LGBT.
Pero quizás hay esperanza. O eso nos quiere contar Ahora es el momento a través de los ojos de Hicham (Mehdi Meskar), un joven gay que huye de casa porque cree que su familia no aceptará su orientación sexual y porque él, de alguna manera, tampoco se acepta a sí mismo. Que un chico musulmán no normativo protagonice esta serie ya supone una declaración de intenciones por parte de sus creadores. La PrEP, salir del armario, la prostitución masculina o el feminismo desde la perspectiva musulmán son algunos temas que se abordan de manera muy directa. Y de forma esencial, se plantea cuál es el camino a seguir por el activismo: ¿lo político o lo social? Aunque la temporada termina sin responder esta pregunta, las tramas dejan entrever que lo ideal sería conseguir una comunión entre ambos conceptos.
El mundo activista LGBT también vive actualmente una crisis de identidad fuera de la ficción. Debates, discusiones y confrontaciones por ver qué enfoque abordar, cuánta violencia utilizar, cómo de directo ser o qué grado de hacerse entender hay que aplicar con las personas cisheterosexuales. Todo es motivo para discrepar en el colectivo. Todo es conflicto en el activismo. Esta serie lo sabe y quiere hablarte de ello.
Desde el principio, Ahora es el momento resulta igual de caótica que la primera vez que uno se introduce en el mundo del activismo: sin anestesia y de forma abrupta. Nos hablan de personajes a los que no conocemos y de hechos que no hemos visto. Es difícil entrar en ella y el idioma puede ser una barrera, pero acota su cerco a medida que pasan los episodios y profundiza rápidamente en las tramas para abrirnos de forma natural a ciertas realidades. También evoluciona en lo estético, pasando de abusivos planos generales a una sofisticación estética que sí nos resulta más conocida, con la noche lionesa como protagonista. Y cuando más cómodos nos encontramos es cuando la serie nos abronca más.
Ahora es el momento no para de hablar de una burbuja dentro de ese paraíso que supone Lyon. Para Thibaut (Eric Pucheu), la burbuja es su manera de estar fuera del armario, excepto para sus padres, y disfrutar en lugares de ambiente en los que olvidar a su exnovio. Para el espectador, esa pompa es un estado de impasibilidad absoluto en el que no nos cuestionamos nada. La serie lo hace por nosotros en un ejercicio humanista y político; para que seamos capaces de ver la reivindicación de los derechos LGBT desde una perspectiva colectiva y no individual.
Sullivan Le Postec pone encima del tablero de juego numerosos planteamientos sobre la masculinidad tan tóxica que se construye alrededor de hombres cis gays blancos. ¿Por qué somos los que acaparamos la mayoría de las direcciones en los grupos activistas? ¿Existe una fijación excesiva por el culto al cuerpo y los comportamientos heteronormativos? ¿Utilizamos la hipersexualidad para tapar otros problemas? ¿Dependemos demasiado de la socialización a través de aplicaciones móviles, saunas o discotecas del ambiente? ¿Todo lo que podemos hacer por los derechos LGBT se acaba cuando salimos del armario? La pregunta importante es si la ficción abordará estas cuestiones en la segunda temporada, que incluirá en su reparto a Adrián de la Vega, actor y activista trans.
Que Ahora es el momento haya allanado el terreno con las tramas de ciertos personajes es un paso enorme en televisión. Aunque solo haya sido en formato web. Siendo una pequeña producción (a la que alguna vez se le pueden ver las costuras), el guión y las interpretaciones han hecho más trabajo que muchas de las grandes cadenas alrededor del mundo. En un período marcado por Trump o lo partidos de extrema derecha, la Peak TV puede convertirse en un oasis en el que representar el activismo LGBT, un elemento muy desconocido de nuestro entorno, pero del que podemos aprender mucho como colectivo.
Hace 49 años se produjeron los disturbios de Stonewall (los protagonizados por mujeres trans afroamericanas, no los que se inventó Roland Emmerich) y hace 25 que la asociación de ACT UP colocó un preservativo gigante en el obelisco de París. En comparación, el activismo que se ve en Ahora es el momento parece ridículo. Aunque hoy, 28 de junio, ciudades de medio mundo se movilizan contra la LGBTfobia, las acciones políticas concretas están diluidas como consecuencia de la comodidad. Para qué salir a la calle si existe Twitter. Pensamos que la falta de los derechos LGBT está arreglada en todo el mundo. Si viéramos Les Engagés como una especie de continuación de la francesa 120 pulsaciones por minuto, largometraje extraordinario de Robin Campillo, estaríamos ante una secuela sobre la decadencia del activismo y la nostalgia hacia los años más convulsos para las personas LGBT.
Pero quizás hay esperanza. O eso nos quiere contar Ahora es el momento a través de los ojos de Hicham (Mehdi Meskar), un joven gay que huye de casa porque cree que su familia no aceptará su orientación sexual y porque él, de alguna manera, tampoco se acepta a sí mismo. Que un chico musulmán no normativo protagonice esta serie ya supone una declaración de intenciones por parte de sus creadores. La PrEP, salir del armario, la prostitución masculina o el feminismo desde la perspectiva musulmán son algunos temas que se abordan de manera muy directa. Y de forma esencial, se plantea cuál es el camino a seguir por el activismo: ¿lo político o lo social? Aunque la temporada termina sin responder esta pregunta, las tramas dejan entrever que lo ideal sería conseguir una comunión entre ambos conceptos.
El mundo activista LGBT también vive actualmente una crisis de identidad fuera de la ficción. Debates, discusiones y confrontaciones por ver qué enfoque abordar, cuánta violencia utilizar, cómo de directo ser o qué grado de hacerse entender hay que aplicar con las personas cisheterosexuales. Todo es motivo para discrepar en el colectivo. Todo es conflicto en el activismo. Esta serie lo sabe y quiere hablarte de ello.
Desde el principio, Ahora es el momento resulta igual de caótica que la primera vez que uno se introduce en el mundo del activismo: sin anestesia y de forma abrupta. Nos hablan de personajes a los que no conocemos y de hechos que no hemos visto. Es difícil entrar en ella y el idioma puede ser una barrera, pero acota su cerco a medida que pasan los episodios y profundiza rápidamente en las tramas para abrirnos de forma natural a ciertas realidades. También evoluciona en lo estético, pasando de abusivos planos generales a una sofisticación estética que sí nos resulta más conocida, con la noche lionesa como protagonista. Y cuando más cómodos nos encontramos es cuando la serie nos abronca más.
Ahora es el momento no para de hablar de una burbuja dentro de ese paraíso que supone Lyon. Para Thibaut (Eric Pucheu), la burbuja es su manera de estar fuera del armario, excepto para sus padres, y disfrutar en lugares de ambiente en los que olvidar a su exnovio. Para el espectador, esa pompa es un estado de impasibilidad absoluto en el que no nos cuestionamos nada. La serie lo hace por nosotros en un ejercicio humanista y político; para que seamos capaces de ver la reivindicación de los derechos LGBT desde una perspectiva colectiva y no individual.
Sullivan Le Postec pone encima del tablero de juego numerosos planteamientos sobre la masculinidad tan tóxica que se construye alrededor de hombres cis gays blancos. ¿Por qué somos los que acaparamos la mayoría de las direcciones en los grupos activistas? ¿Existe una fijación excesiva por el culto al cuerpo y los comportamientos heteronormativos? ¿Utilizamos la hipersexualidad para tapar otros problemas? ¿Dependemos demasiado de la socialización a través de aplicaciones móviles, saunas o discotecas del ambiente? ¿Todo lo que podemos hacer por los derechos LGBT se acaba cuando salimos del armario? La pregunta importante es si la ficción abordará estas cuestiones en la segunda temporada, que incluirá en su reparto a Adrián de la Vega, actor y activista trans.
Que Ahora es el momento haya allanado el terreno con las tramas de ciertos personajes es un paso enorme en televisión. Aunque solo haya sido en formato web. Siendo una pequeña producción (a la que alguna vez se le pueden ver las costuras), el guión y las interpretaciones han hecho más trabajo que muchas de las grandes cadenas alrededor del mundo. En un período marcado por Trump o lo partidos de extrema derecha, la Peak TV puede convertirse en un oasis en el que representar el activismo LGBT, un elemento muy desconocido de nuestro entorno, pero del que podemos aprender mucho como colectivo.
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