Remontemos antes de empezar esta crítica al verano de 2013. Netflix estrenaba una serie basada en una historia real sobre una joven blanca norteamericana que acababa en prisión. Prometía ser el próximo gran estreno de la plataforma desde House Of Cards, y lo fue. Orange Is The New Black resultó ser, en sus inicios, una dramedia fresca, rompedora, con un sentimiento crítico y revolucionario y con una historia y personajes bien trabajados e interesantes. Además, contaba con un elenco diverso y no normativo y trataba temas importantes como el racismo, la transfobia, el feminismo o la homofobia. Volviendo al presente, después de ver la recientemente estrenada sexta temporada confirmamos lo que llevamos sabiendo ya un tiempo: esto ya no da más de sí.
El problema de Orange Is The New Black es simple, es una serie con fecha de caducidad. Esto ocurre con muchas ficciones televisivas que plantean una historia con un objetivo final, pero cuando se ambienta en una prisión, la fecha queda cada vez más cerca y el producto se pudre cada vez más rápido. Por muy apasionante que sean las aventuras dentro de Litchfield, el público se aburre de estar siempre encerrado, y aunque los flashbacks son útiles para escapar, no es suficiente. En esta nueva entrega, se cambia de escenario con la finalidad de camuflar el alargamiento innecesario de una serie que empezaba a ser cuestionable hará ya unas tres temporadas. Las protagonistas son enviadas a la parte de máxima seguridad de la cárcel, donde casi todo es igual pero hay uniformes de diferentes colores.
Otro cambio que se incluye con la esperanza de aportar una novedad que no se consigue es incluir nuevos personajes que parecen reciclados a partir de moldes de otros personajes. Las presas tendrán que adaptarse a sus nuevas compañeras y se verán obligadas a participar en una extraña y casi infantil guerra entre los diferentes bloques de la prisión que será una de las grandes tramas de esta temporada. Sin embargo, la otra gran trama promete más: se busca a la culpable de la revuelta ocurrida la temporada pasada y a la responsable de la muerte de uno de los guardias.
A pesar de ello, lo cierto es que los 13 episodios parecen ser ejecutados sin rumbo alguno y se repiten los mismos patrones vistos en episodios anteriores una y otra vez. Se pierde el dramatismo que caracterizaba a Orange Is The New Black y lo más cómico que encontramos es ver a la siempre insoportable Piper dedicando día y noche a organizar partidos de kickball mientras intenta, una vez más, mostrarse despiadada y violenta por poco más de 30 segundos.
A pesar de ello, lo cierto es que los 13 episodios parecen ser ejecutados sin rumbo alguno y se repiten los mismos patrones vistos en episodios anteriores una y otra vez. Se pierde el dramatismo que caracterizaba a Orange Is The New Black y lo más cómico que encontramos es ver a la siempre insoportable Piper dedicando día y noche a organizar partidos de kickball mientras intenta, una vez más, mostrarse despiadada y violenta por poco más de 30 segundos.
En cuanto a las historias personales de los personajes, cada una tiene algo de lo que preocuparse, ya sea un embarazo, una adicción, o ser la nueva profesora de baile. Los flashbacks siguen siendo de lo más interesante de la serie y nos dejan queriendo más, y los guardias son caricaturas que representan un sistema corrupto y negligente que, otra vez, ya habíamos visto anteriormente. Cabe destacar a Danielle Brooks como Taystee, que carga el peso de la temporada en sus hombros y se lleva las escenas con más contenido dramático. Por otro lado, se agradece que Piper sea un personaje secundario, a pesar de que cada momento en pantalla que tiene es igual de molesto e irrelevante. Kate Mulgrew como Red sigue siendo uno de los puntos fuertes de la serie, aunque su historia podría estar mejor tratada, y los personajes de las hermanas Barb y Carol son interesantes pero un tanto tediosos.
Esta sexta entrega ha dejado claro que una serie nunca está a salvo. Hemos visto una temporada insípida, dudosa pero más o menos entretenida, y el último capítulo nos hace pensar que tal vez la serie pueda avanzar después de todo, si consideramos ese avance como el paso definitivo hacia un final. No cabe duda a estas alturas que Orange Is The New Black ha excedido su fecha de caducidad, y, aunque sea por lo que fue y por lo que nos dio en su momento, le deseamos un buen desenlace, y que la séptima temporada sea la última.
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