Pues otra vez nos la han vuelto a hacer. Nos han vuelto a colar una promo que promete algo que no existe. Y eso no se lo perdonamos a nadie. No se lo perdonamos en su momento a Ryan Murphy con American Crime Story: Versace y tampoco se lo vamos a perdonar a Paco León.
Imagínese usted que va caminando por la calle y ve un cartel de una serie que se llama Arde Madrid y que reza: “En Madrid lo cortés no quita lo caliente”. Pasando por alto el ingenioso juego de palabras, tú lo primero que piensas es: esta serie, no sé muy bien de qué va, pero lo que me queda claro es que Madrid es un personaje importante en la historia.
Empiezas la serie y todo muy bien. Los actores están maravillosamente dirigidos, los diálogos son escasos y naturales, las tramas son simples pero muy entretenidas, los personajes interesantes y simpáticos, tiene sus momentos emotivos y sus secuencias arriesgadas, estéticamente es muy atractiva... y, antes de que te des cuenta, te has terminado la serie en el mismo día. Entonces te levantas, vas a tu Twitter y escribes: “Acabo de terminar Arde M…”, te paras y dices: espera, un momento, ¿y Madrid?
Para empezar, la serie prescinde de cualquier plano general desde el principio, lo que genera mucha sensación de agobio en algunas ocasiones. Ni siquiera en la localización de la casa de Ava Gardner hay un plano general que deje respirar a la historia. Los fondos en las calles aparecen casi siempre desenfocados, la profundidad apenas existe. Ya suponemos que no es precisamente barato rodar en la calles de Madrid, encima emulando que es el Madrid de otra época, pero ¿en serio que no ha habido presupuesto ni para cuatro planos generales de la ciudad que lleva el nombre de la serie?
Madrid sale como ocho veces contadas en toda la serie. Sale el famoso Bar Chicote, el Viaducto de la calle Bailén, la Plaza de Toros, una joyería y alguna zona más. El 90% de la acción se desarrolla en la casa de Ava Gardner, una casa en las afueras de Madrid que podría estar tanto en la capital como en Cuenca. Adiós a nuestra fantasía de ver al gran personaje de Ava Gardner paseando borracha de madrugada por las calles de Madrid o a la pareja de criados peleándose entre el gentío de la gran ciudad. Además, las secuencias de las fiestas “súper locas” también se desarrollan en la casa de la actriz, en vez de aprovechar los interiores de sitios míticos de Madrid. Sorprende que, por ejemplo, el famoso tablao flamenco de Villa Rosa se utilice para una sola y breve escena en la que apenas se puede apreciar nada de un sitio tan bonito y con tanta historia.
Por otro lado, la serie tampoco tiene acento madrileño. Literalmente, la mayoría de los personajes tienen acento del sur y, aunque Madrid, como todas las capitales, siempre ha sido una ciudad muy multicultural, no hubiese estado de más algún que otro personaje más típicamente madrileño. A este acento tan poco urbanita se le une la trama de los gitanos y la banda sonora. Por mucho que nos haya maravillado ver a una vasca como Miren Ibarguren hacer de gitana, es una historia que tampoco tiene nada de madrileña. Todo esto junto a una banda sonora predominada principalmente por temas flamencos, nos vuelve a situar en una cultura que no es precisamente la típica de una gran ciudad y que tira mucho más al sur.
Arde Madrid es una comedia ligera que funciona perfectamente y que se consume con la rapidez de un Martini de Ava Gardner. Sin embargo, no se puede poner el nombre de una ciudad en el título y en las frases promocionales de una serie y no mostrar apenas nada de esa ciudad. Es como si viniese nuestra prima a visitarnos para ver Madrid y no le sacásemos de nuestra habitación. No tendría sentido. Hemos creado una expectativa para no cumplirla, hemos mentido.
Desconocemos si esta falta de rigor es opción de los propios creadores o es debido a que Movistar+ no le ha dado el presupuesto que una serie de época respetable necesita (aunque sea una comedia). En cualquier caso, esperemos que en la segunda temporada haya más libertad y que veamos Madrid (y no la casa de Ava Gardner) arder de verdad.
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