Qué bien pintaba el episodio y qué de miel recorrió nuestros labios en lo que la melodiosa voz de Richard Webber asaltaba el voiceover de la Marimerce. Si la vida nos sonriese y por una vez nos dieran el giro que necesitamos, el cáncer mutante cervical se lo llevaría el anciano decadente y no la pobre de su mujer, que ni pinchaba ni cortaba en esta cruzada, pero ¿cuándo nos han salido a nosotros las cosas a pedir de boca?
La gran trama de Webber, ajeno a toda la desgracia que se cierne sobre su parienta en Los Angeles, es zambullirse en las indómitas aguas de las enfermeras del hospital. Se supone que la tal Frankie llevaba todo lo poco que ha dado de sí la temporada presente y preñada, pero escaso interés despertó hasta técnicamente este viernes. Interés, lo que se dice interés, tampoco, pero vamos, lo suficiente para detonar una agresión física del maltrecho profesor hacia un camarero desprevenido.
Las bajadas a los infiernos son entretenidas, no vamos a negarlo. Sacar a Webber de la dinámica de profesor de ética y medicina prehistórica siempre es de agradecer. Total, ya que nos lo tenemos que envainar, que al menos sea en registros más oscuros. Webber pierde a la paciente, no está teniendo un buen día y se da a la bebida. Como hacemos nosotros al ver que sigue teniendo peso en la serie. Empatía 100%. Y en vez de apretarse una botella de whiskazo barato, se pone a jugar al béisbol con ellas. Tendrá la culpa el tendero de que a él se le olvide el autocontrol y pretenda pagar con una chapa.
Al otro lado de la Costa Oeste, Meredith se rodea de la selecta compañía del señor que penetró a Amelia, cuyo nombre seguimos negándonos a aprender. La sorpresa de que una paciente misteriosa es Catherine llega, por una vez en la serie, sin verse venir. La pregunta es evidente: ¿por qué y para qué? Catherine mola tela. Te lo dice ella: te ha vencido al racismo, al machismo y a todo ismo que le han ido echando encima. ¿No hay nadie más a quien putear? Encima sin contrato indefinido siquiera. Esto es de denuncia judicial.
La decisión la tomará Debbie Allen. Ella verá qué le renta más, si palmar las horas de rodaje en la mitad de episodios de la temporada o llevarse los dineros calentitos como productora relajada en la sala de guionistas. Ella es señora, ella es diva, ella que decida cuánto drama quiere echarse a las espaldas.
Y luego, recogiditos en su habitación, Maggie y Jackson queman hojas y hojas de guion de palique sobre su romance. Jackson haciendo amigas en viajes espirituales, la sombra de April manifestándose en forma de virgen María, religión y otras minucias… mucho piqui piqui y poco taca taca. Para eso que se vuelva a los bosques y nos cuenten las tramas de alguien con más sustancia que digresiones filosóficas y apariciones divinas.
Aprovechamos para amenazar que la semana que viene termina la primera tanda de la temporada con, por fin de vuelta, un episodio de catástrofes naturales. Huracán navideño para ir abriendo boca con las festividades. Cuidado que todavía remontamos este año.
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