Las noches de paz y las noches de amor nos las vamos a ventilar rápidamente. El veneno cotiza más alto y desde luego entretiene más, aunque en ocasiones se pasa de la raya. Este año, como es ya habitual, nuestra paciencia ha sido puesta a prueba por una serie de elementos disruptivos cuya fuga, muerte o rescisión de contrato nunca llega lo suficientemente pronto. Por esos ilustres piezas que hacen que deseemos cancelaciones de series y quiebras de canales enteras, brindemos hoy.
10. Owen Milgrim (Maniac)
Esa cara. ¿Qué necesidad? Maniac tenía muchos ingredientes. Unos funcionaban mejor, otros funcionaban peor y otros sencillamente no los entendíamos porque ese formato, más que querer transgredirlo todo, claramente, sólo quería parecer guay. Y no. Si quieres llegar a ser guay, además de pretender dártelas de ello, ¡pon protagonistas a la altura! Emma Stone, en constante lucimiento. Jonah Hill, 10 episodios con la misma cara de seta. ¿Cómo empatizas con un hongo por esquizofrénico que sea? ¡Los esquizofrénicos siempre dan juego! ¡¿Cómo la cagas con un esquizofrénico?! Se puede, y Fukunaga lo demostró perfectamente.
9. Todos los padres de Riverdale
Ésta es fácil. Los conflictos generacionales en las series adolescentes, qué gran novedad. Riverdale vive de darse vueltas, reinventarse, ser tróspida con los temas de siempre… Suele ir como un tiro dentro de sus humildes posibilidades y ambiciones, hasta que tocamos con los papis. A falta de uno o dos, todo dios en esa serie tiene un parricidio en potencia entre manos. Desde Hiram por ser un mafioso de pacotilla a la alcaldesa que menos trabaja de la historia de la democracia. ¿Por qué no renovamos por una cuarta temporada centrada en musculados huerfanitos? Sería mucho más digestiva que una trama sobre señoros jugando a Dragones y Mazmorras versión copyright free, en serio.
8. Paulina (La ca sa de las flo res)
¿Hace falta explicar algo? Yo creo que no.
7. Kathryn McSorley-Jodell (Camping)
¿Cuánta gente ha visto Camping? Poca, ¿verdad? La auténtica pregunta es: ¿cuánta gente ha sido capaz de soportar la neurosis de su protagonista? De alguien como Lena Dunham al frente de un reparto más que solvente esperábamos muchísimo más que que nos generase instintos homicidas contra Jennifer Garner. ¡No se nos hace odiar a Sydney Bristow, maldita sea! ¡Eso es pecado! Pues lo ha conseguido. La Garner vuelve a primera fila (aunque esperemos que se quede bien rezagada en el patio de butacas) con una protagónica neurótica, controladora y castrante a la que, spoiler, tristemente no se le cayó un árbol encima. Trágico regreso.
6. Cyrus Beene (Scandal)
Sufrí por ti, Shonda Rhimes. Scandal se despedía este año tras 7 temporadas cual globo ya en sus últimos silbidos. Floja, sin aire y a duras penas capaz de mantenerse en el aire dando vueltas. Guilty pleasure trepidante en sus años mozos, El Show de Olivia Pope se despedía con el enésimo cambio de sombrero del blanco al negro y viceversa otro par de veces, y todo se condensaba en Cyrus como villano a batir en la última guerra de la mujer con el papo más grande de Washington. Superando al puñetero padre de Olivia, Cyrus representa con toda su inconsistencia los peligros de alargar series tres temporadas más de lo que deberían.
5. Abe Weissman (The Marvelous Mrs. Maisel)
Maravillosa es poco, y lo sabemos todos. La señorita Massiel Maisel se merece absolutamente todo piropo que podamos derrochar, desde su primera línea de guion hasta el último fundido a negro. Y por tener esa ascendencia genética, con doble de mérito. Porque a eso no se le puede llamar ni padre. El machirulismo sesentero agrede escena tras escena en esta comedia que se reconfirma como imprescindible tras su segunda temporada, pero ver a Tony Shalhoub ejercer de marido opresor de la mártir Madre Maisel en París es de traca. ¿Qué le pasa a este hombre que no es capaz de dar con un papel en el que no queramos estrangularle?
4. Elektra Abundance (Pose)
Aunque el auténtico odio debería ir al productor que decidió poner a Evan Peters o Kate Mara como cabezas de cartel por sus dos escenas por episodio, sólo podemos poner los ojos en blanco ante martirios dentro de la narrativa, no fuera. La madre de la casa de la abundancia, además de ser interpretada por los pelos del mismo concepto, es la antagonista más simple que una Murphada puede marcarse. Este back to basics de RyRy decepciona con sus tramas y con personajes como Elektra, una representante de prácticamente todas las minorías representables convertida en mala de telenovela de Nova. El rencor raíz del que proviene su posición de líder abusadora solamente reconfirma el estereotipo y con el hype que la precedía no podemos aprobar tanta sota, caballo y rey.
3. Sandoval (Vis a vis)
Zulema, hija de puta. Hay que decirlo más. Mira que en Vis a vis se hacen villanas maravillosas, iconos de la cultura española y leyendas vivas de la televisión. Pero cuando pintan hombre… apaga y vámonos. La resurrección de Vis a vis, además de necesaria y satisfactoria, mete quinta respecto a la dureza y el salvajismo entre las rejas de Cruz del Norte. ¿Era complicado subirle el nivel al médico de la prisión? Sí, pero han sabido superarse hasta con la minga en un bote de formol. Sandoval es el malo que se pasa de malo, que claramente va a costar matar y que antagoniza a cualquier otra zorra que pase por la cárcel. Hasta que el cuerpo aguante, o aguantemos nosotros.
2. Aunt Lydia (The Handmaid’s Tale)
Hay cierto conflicto moral a la hora de destacar un personaje odioso de The Handmaid’s Tale y que no sea un hombre. Pero es que lo de esta señora es de traca. La mano ejecutora de la represión en Gilead nos puso al límite la primera temporada, pero en esta segunda ya ha tocado ver los episodios con el mando lejos no fuéramos a tirárselo a la tele. La torturadora más creativa de las sociedades distópicas merece un puesto de honor en toda lista de ponzoña televisiva, además del más que catártico cliffhanger que nos dejó para cerrar el segundo año. Qué gusto, qué placer, qué húmedos nos dejó esa caída.
1. Insatiable, en sí, todos, obviamente, faltaría más.
Qué fantasía de serie. Como uno de los pocos defensores del planeta de este desacertado derroche de la incorrección política, vamos a dedicarle el oro de nuestro particular mercadillo del malaje a todo este plantel de hijos de puta. Toda la crítica a este microcosmos sureño que hizo de Pequeña Miss Sunshine un icono, Netflix se la pasó por el forro con esta oda a la discriminación, los prejuicios y la incitación a la anorexia. Desde que la protagonista se quita el cojín de la barriga y la papada de plástico hasta el homicidio final, todo es ponerse una corona detrás de otra. Probablemente un símil por aquello del pageant world, o sencillamente que les importase una mierda el mensaje de "si eres gorda y fea nunca vas a ser feliz". De todos modos, este curioso caso de falta de publicistas y asesores merece todos los honores de presidir nuestra lista y, honestamente, una oportunidad para testar vuestros propios límites a la hora de aguantar un soberbio espectáculo de catástrofes audiovisuales.
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