Un grupo de jóvenes en un campamento, dos asesinos en serie, y una atmósfera ochentera y paródica del género slasher son la base de la novena temporada de American Horror Story. Y aunque como de costumbre la idea es buena, el resultado es mixto.
Después de una octava entrega caótica y bastante decepcionante, y tras saber de la ausencia de nombres hasta ahora recurrentes en el elenco de la serie, las expectativas de American Horror Story: 1984 eran escasas, aunque no nulas, y los reyes de la ironía y del horror, Ryan Murphy y Brad Falchuk, han vuelto con menos ambición pero con un objetivo claro: entretener y agradar a su público habitual, cosa que el primer capítulo de la temporada consigue.
Sumándose a la fiebre de los 80 que lleva arrasando en televisión los últimos años (Glow, Stranger Things) y logrando una estética realista y nostálgica, se nos presenta una temporada que cuenta con todos los recursos que caracterizan la famosa antología: personajes intencionadamente cliché, escenarios alejados e inusuales, un misterio constante que marca el ritmo de la trama y saltos temporales que evocan al pasado para explicar la historia y guiar al espectador. Sin embargo, aunque 1984 parece volver a ese carácter sangriento y crudo que veíamos en Asylum o Coven, la novena temporada carece de profundidad, y cuesta ver algo más que una sátira de los clásicos slasher.
Con un elenco curioso pero que ni asombra ni aburre y una historia que ya conocemos, el peso de la temporada recae entonces en cómo es explicada, y hasta ahora ese sarcasmo que nos transmite nos interesa. Al fin y al cabo, el primer capítulo nos sitúa, nos presenta aquello que estamos por presenciar y nos divierte a la vez que nos hace estremecer. Y eso es lo que pretende.
El capítulo deja a gusto pero con cierta indiferencia, con ganas de más pero sin ansia, y con substancia pero sin sabor. Se echa en falta el elemento de la sorpresa, y la nostalgia no vale por sí sola, ni la ironía tampoco. No queremos conformarnos, no cuando se trata de American Horror Story.
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