"La edad raramente perdona" afirma una Elizabeth II fría, seria y serena mientras observa dos retratos de ella misma hechos en diferentes épocas. Es 1964, y se nos presentan cambios.
Con un nuevo elenco muy cuidadosamente seleccionado y Olivia Colman encabezando la tercera temporada, The Crown vuelve representando los mejores atributos de Netflix sin ningún reparo, dándonos lo que esperamos de ella: elegancia, historia y meticuloso entretenimiento. Replicando una atmósfera ostentosa y una atención a los detalles impecable, la tercera entrega consigue ponerse a la altura de las demás desde el primer capítulo.
A diferencia de las primeras temporadas, la ingenuidad y vulnerabilidad de la reina desaparecen casi por completo, y Olivia Colman es capaz de aportar humanidad a una reina aparentemente vacía. Junto con Tobias Menzies, quien da vida a un frustrado Duque de Edimburgo, y una siempre excéntrica Helena Bonham Carter que va como anillo al dedo para la rebelde Princesa Margaret, los diez episodios no solo son un placer visual, sino que también convierten el drama monárquico en una reflexión sobre la familia, los deseos de grandeza y la sociedad británica de la época. Porque más que ofrecer una serie biográfica sobre la monarca, se nos cuentan las continuas luchas de la corona y el cómo adaptarse a una sociedad cambiante sin decir demasiado o mostrar demasiado poco, dejándonos claro que "el ser nada, el decir nada, es el trabajo más complicado de todos".
Centrando cada episodio en un acontecimiento distinto, la historia se construye de forma sólida y con un ritmo ascendente, que se mueve entre lo familiar y lo social, siempre encontrando un punto medio equilibrado que relaciona a las grandes figuras de la corona con personajes o acciones más banales y cotidianos, dejándonos ver el lado más inerme de la familia más poderosa del mundo. Entre planos que empequeñecen a la reina en un palacio grandioso pero vacante e historias personales bastante bien representadas, la tercera temporada de The Crown nos muestra una imagen más amplia de la monarquía británica, no solo centrándose en la Reina, sino dejando brillar a otros miembros de la familia, creando así dinamismo en la trama y haciéndola más amena.
Manteniendo el nivel en todos sus episodios aunque destacando unos por encima de otros, como el sexto, séptimo y décimo, y haciendo mención a Josh O'Connor como Príncipe Charles, quien protagoniza uno de los capítulos más intensos de la temporada representando la preparación del discurso en galés del primogénito en una época clave para la identidad nacional, es cierto que es fácil perderse entre la historia británica y una dinastía tan enrevesada, pero la serie es consciente de su público y acaba por facilitar información que ayuda al espectador a seguir la trama de forma sutil y, como siempre, elegante.
Preparándose para los siguientes premios Emmy y habiendo cuidado cada detalle, Netflix demuestra que hay cosas que sí le importan, y The Crown es una de ellas. Envejece, pero sobre todo crece, y nunca dijimos que eso fuera malo.
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