Una serie que trata la vida de cuatro vampiros y un humano que comparten piso en Nueva York. Yo ya solo con esa información quiero verla como y cuando sea. Esta historia, con un arte humorístico brillante, se llama Lo que hacemos en las sombras y está basada en la película homónima de Taika Waititi y Jemaine Clement del año 2014.
Está grabada en formato de mockumentary. El estilo “casero”, que realmente no lo es, y su modo de grabación algo “cutre”, que tampoco lo es, nos conquista desde el principio. Los personajes están perfectamente construidos. ¿A qué nos referimos con esto? A que tienen muy claros sus objetivos, como espectador los entiendes tan bien como ellos mismos y no hay un solo momento en el que se pueda decir: “Uf, eso ese personaje no lo haría o no lo diría”.
Lo que hacemos en las sombras se ha consolidado como una de las mejores comedias del año y de la historia, me atrevería a decir. Los creadores se han superado con este remake. Hay uno de los vampiros, Colin Robinson, que no aparece en la película e incluirlo en la serie ha sido un acierto grandioso. Se trata de un vampiro psíquico/emocional que en vez de chupar sangre chupa energía. Una crítica social excepcionalmente adaptada.
La serie explota la crítica satírica para hacernos reír y lo consigue
Sé que ahora mismo tenéis los dientes más largos que este grupito de murciélagos parlantes, así que os animo a que dejéis la lectura aquí (y que luego la retoméis, por supuesto) y encendáis HBO, donde ya podéis ver los diez capítulos del tirón (solo duran veinte minutos cada uno). ¡Que viva el bingewatching!
Al primero que conocemos es a Guillermo, el humano sirviente de Nandor El Implacable, el líder vampiresco de este elenco de cómicos que no pretende serlo. Guillermo tiene una única meta en la vida: convertirse en vampiro. Lleva diez años sirviendo a Nandor y no tiene pinta de que su deseo se vaya a cumplir. Su amo está más preocupado por ser un buen vampiro, sin hacer el mal –al menos conscientemente- que de darle un pequeño mordisco para hacerle feliz.
Por otro lado, nos encontramos con el dúo formado por Laszlo, británico, canalla y fanfarrón, y Nadja, su prometida, que es seductora e inteligente. Podrían vivir el uno sin el otro, pero entonces nos perderíamos esos momentos en los que salen a cazar y Nadja quiere hacer “cosas nuevas” y Laszlo solo piensa en nuevas víctimas. Cada uno a lo suyo, como ocurre en todo buen matrimonio que lleva siglos juntos.
Y por último, está Colin Robinson, el vampiro emocional que representa a todos aquellos pesados con los que nos cruzamos a diario. Le encanta molestar al resto, se ríe de ellos porque son “unos flojuchos cuando hay luz del sol”. Aunque no le necesiten, siempre está ahí –literalmente-, aparece de la nada o se esconde tras las cortinas para escuchar las conversaciones de sus compañeros de piso.
Es el grupo de amigos que no querríamos tener en la vida real, pero que nos encanta acompañar a través de la pantalla. Si fueras uno más de ellos, acabarías consumido del aburrimiento por culpa de Colin, convertido en vampiro por Nadja durante una noche en el parque o sin cabeza por culpa de Laszlo (pobre Gregor). Aquí el único que se salva es Guillermo, quizá porque instintivamente todos saben que es descendiente de Van Helsing, el gran temido de los vampiros...
Esto es algo que descubrimos en un brillante último capítulo de temporada. En menos de 22 minutos es posible vivirlo todo. Desde asistir al funeral de una tatatatatataranieta de Nandor, a la que él mismo mata de un susto, hasta ver cómo Guillermo intenta apagar las llamas de su amo –provocadas por estar dentro de una iglesia- con agua bendita.
Y esto no es todo, ya se ha confirmado una segunda temporada para 2020. ¿Lo celebramos con un brindis de sangre humana? Bueno, quizá mejor con un poco de vino tinto, que es menos fuerte y da el pego.
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