Existe un trastorno psicológico real, llamado síndrome de Jerusalén, que padecen algunos turistas y que se manifiesta en forma de delirios y alucinaciones. Aquellos que se encuentran bajo los efectos de dicho síndrome se identifican con personajes bíblicos y actúan imitando aquello que conocen de figuras míticas como Moisés, el rey David o el propio Jesús. Es también una enfermedad caprichosa, pues respeta las creencias de cada uno, un cristiano jamás alucinará sobre algo en lo que cree un judío y viceversa.
¿Por qué os cuento esto? Porque lo que ocurre en Messiah, la nueva serie de Netflix, suena parecido en cierta forma, pero a la vez es muy diferente. El protagonista de la historia es Al-Masih (Mehdi Dehbi), un joven que empieza a realizar lectura libre de las escrituras en plena calle y que poco a poco va acumulando followers que le siguen como nuevo salvador. También lo hacen literalmente, pues les conduce a la frontera con Israel en una aventura de refugiados que despierta la atención de Eva Geller (Michelle Monaghan), agente de la CIA que se siente fascinada por el poder de convocatoria de Al-Masih.
Durante los diez episodios que tiene esta temporada, se va corriendo la voz de su existencia en los medios, y mediante una serie de milagros registrados, sus "feligreses" aumentan. Al mismo tiempo, aumenta la preocupación de los americanos, que ven en su figura y en su popularidad una amenaza terrorista. Si en Oriente Medio se agrupan, automáticamente es una amenaza al dominio americano, porque todo el mundo sabe que Jesucristo es de los pocos blancos que había en Palestina en su momento.
De la noche a la mañana, aparece en Texas, donde pronto será acogido por el sacerdote Félix Iguero (John Ortiz) y su familia, Anna Iguero (Melinda Page Hamilton) y Rebecca Iguero (Stefania LaVie Owen). Su pequeño pueblo, recién arrasado por un huracán, se convierte en nueva capital de peregrinaje de adeptos y gente desesperada por verle y pedirle unos milagros. Entre esas personas desesperadas está Staci (Emily Kinney), que arrastra a su hija enferma de cáncer buscando un milagro que no llegará. ¿Hasta qué punto se aprovecha de sus seguidores o hasta qué punto está funcionando su maléfico plan?
Toda la temporada se divide entre los que creen a Al-Masih y los que dudan de su verdad y de sus motivos. El pasado del hombre, que se descubre poco a poco, tampoco ayuda a creer en la veracidad de sus acciones. No importa que camine sobre el agua, estuvo ingresado en un centro cuando era un veinteañero por creerse el Mesías. No importa que haya resucitado a un niño, se crió con su tío mago que le enseñó todo lo que sabía sobre ilusionismo. ¿Es un salvador o un estafador? La temporada se mueve entre esas dos aguas de manera inteligente, en ningún momento da la sensación de volverse repetitiva, sino que sabe cambiar de escenario y de foco narrativo de manera que parece siempre fresca.
Lo mejor de la serie se obtiene de los cara a cara que se producen a lo largo de los episodios. Todas esas conversaciones en las que casi uno a uno se enfrentan al Messiah. Conversaciones muy bien traídas en las que la ambigüedad de Al-Masih y su capacidad de leer a la gente acaba destapando los secretos de aquellos que quieren descifrarle.
El ritmo y toda la parafernalia que rodea la historia están muy bien tratados. Los rumores de la prensa, el miedo de la Casa Blanca, la vanidad de aquellos que se creen amigos del Mesías, todo se convierte en una lucha por sacar provecho del hombre. Ya sea atrapándolo, obteniendo fama, followers en Instagram, reventando los ratings de audiencia o curando enfermedades. Unos motivos son más éticos y respetables que otros, y la poco constante forma de actuar del Mesías parece ayudar y empeorar las situaciones de manera aleatoria.
La primera temporada de Messiah supera las expectativas. Y os dejamos averiguar por vosotros mismos si estamos ante un nuevo Mesías o ante un fraude.
La primera temporada de Messiah supera las expectativas. Y os dejamos averiguar por vosotros mismos si estamos ante un nuevo Mesías o ante un fraude.
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