Netflix estrenó en una fecha bastante extraña, el 31 de diciembre, su nueva serie española: 'El vecino', la adaptación del cómic homónimo de Santiago García y Pepo Pérez. La historia comienza con un Quim Gutiérrez bastante desastre en general. Es egoísta y egocéntrico, pero es el típico que cae bien y eso le salva. Tanto en su trabajo, en el bar del barrio, como con su novia Lola (Clara Lago), a la que lleva por la calle de la amargura.
El detonante de la serie tarda en llegar, pues no es hasta el minuto 18 cuando "el guardián, protector del cosmos" le otorga sus poderes y le convierte en Titán, un superhéroe al estilo Capitán América. Aquí es cuando entramos en el juego, porque hasta ese momento el interés por la vida de los personajes era bastante bajo.
Pero ahora sí, ya estamos dentro. Porque, ¿quién no ha querido convertirse en superhéroe de la noche a la mañana? Javier, así se llama el protagonista al que da vida un divertidísimo Quim Gutiérrez, intenta estar a la altura de una responsabilidad para lo que no está capacitado.
Sin embargo, alguien le echará una mano durante toda la temporada. Ese es José Ramón, el nuevo vecino. A partir del momento en el que el recién llegado se entera de los poderes de Javier es cuando nos preguntamos: ¿quién es "el vecino" realmente? Ambos hacen avanzar la narración, a los dos les pasan cosas y provocan cambios en el resto de personajes.
Sin spoilers, pero dicho alto y claro: al que de verdad le cambia la vida con la irrupción de Titán es a José Ramón. Este ve cómo su vida se pone patas arriba en tan solo unos días. Él, que quería vivir en Madrid para concentrarse en el estudio de sus oposiciones a juez, se ve inmerso en una revolución superheroica al más estilo cañí.
Este es uno de los puntos fuertes de la serie, el toque costumbrista de los personajes y del entorno en el que se mueven. Además, sus capítulos tienen una duración ideal -no más de 30 minutos, a excepción del primero- y el humor es accesible a todos los públicos sin caer en clichés o en lo escatológico.
Aunque es cierto que, en determinadas ocasiones, puede pecar de moralista. El feminismo, la preocupación por el otro y el respeto hacia las minorías, a veces, parece estar metido con calzador en los diálogos. Donde más se aprecia esto es en el papel de la vecina Julia -interpretado por Catalina Sopelana- que incluso funda la llamada "Policía del Karma", que en el desarrollo de la historia tiene bastante gracia.
En resumen, es una serie de comedia que cumple su objetivo: hacernos pasar un buen rato. Con un reparto muy acertado, un buen final de temporada y que, en alguna ocasión, puede pecar de moralista.
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