La cuarentena está dando para mucho. Los estrenos de series y películas se han retrasado por los cierres de las salas y la paralización de las producciones, y eso nos da tiempo para ponernos al día con las series que llevamos años arrastrando. O si eres como yo, verás por enésima vez la misma, porque buscamos el confort de lo bueno conocido.
Quizás me haya invadido la nostalgia en este “cautiverio” o que el aburrimiento es muy malo. Pero me he visto los cincuenta y dos episodios de Digimon Adventure a mis veintisiete años. Hacía unos quince que no veía la serie, una serie que todavía me sé de memoria de las millones de veces que la he visto de pequeño. Porque a todos los efectos, siempre he sido y sigo siendo del #TeamDigimon.
Aunque sigues disfrutando de la serie porque tu niño interior la ve contigo, ver la serie ahora, que hemos alcanzado la madurez de la vida adulta, viene unida a encontrar ciertas cuestiones conflictivas para un público infantil. Además, nos va a dar tiempo para analizar con más o menos detenimiento algunas decisiones narrativas. O incluso simplemente ves con más humor las extrañas decisiones que se toman y que son tema constante en las redes.
El machismo de los ocho niños elegidos
En términos de representación podríamos incluso tolerar que tengamos cinco niños y tres niñas elegidas. Cierto es que durante media serie solo eran siete y la que faltaba era una chica. Tai y Matt son los líderes del grupo. Dos niños que dominan la acción y cuyos Digimon son los únicos en obtener en nivel máximo evolutivo en esta entrega.
Lo especialmente molesto de los personajes viene dado por esas cualidades innatas que poseían, que se veían reflejadas en sus emblemas y que creaban personajes bastante planos, resumidos en una sola característica. Con ello, nos dicen que los niños son valientes, buenos amigos, inteligentes, honestos y llenos de esperanza. Las niñas son seres de luz, inocentes y muy afectivas. Una vez más, ellas son frágiles y son relegadas a roles de cuidadoras; ellos resuelven los problemas.
El caso más problemático y que más ha hecho saltar mis alarmas es la sexualización de Mimi. La niña de diez años, marcada por la inocencia y por su obsesión por el color rosa, es utilizada en varias ocasiones como reclamo “sensual” para conseguir ventajas para el grupo, tanto para Digimon, con los Numemon o Sukamon, como para hacer autostop junto a Sora, tarea para la que Izzie, el inteligente del grupo, asegura que son perfectas porque son muy guapas. Un NO rotundo.
El arco de Etemon es un cuadro
Los cincuenta y dos episodios de la serie se dividen en arcos narrativos marcados por el villano al que derrotar. Algunos están marcados por otras motivaciones: el arco de Devimon nos presenta el concepto digievolución y nos permite conocer a los personajes, el de Myotismon nos deja una aventura en el mundo real y el nivel perfecto, y el de los Magos Oscuros nos muestra más profundidad en los personajes y una misión de más envergadura. En cambio, el de Etemon, marcado por buscar los emblemas, se queda un poco falto de contenido.
Esta misión es tan escasa de emoción que de los siete emblemas, cuatro se encuentran en dos episodios. Resumiendo cuanto antes una historia que no tiene nada que contar. Además, Etemon como villano deja mucho que desear. Un mono cantante no sigue exactamente el perfil de villano del resto, todos criaturas de oscuridad (demonios, vampiros, payasos, marionetas, y monstruos metálicos).
Las líneas evolutivas de algunos Digimon
Creo que de este punto todos nos hemos reído durante años. Mientras algunos Digimon tienen evoluciones lógicas en término de parecido con sus estados previos, como pueden ser Agumon, Gabumon e incluso Biyomon o Tentomon, otros cambian de manera extraña.
El caso de Palmon es sutil pero sorprendente, de ser una bonita flor pasa a ser un cactus boxeador. Y termina convertido en una preciosa hada de las flores.
Los casos que más llaman la atención son los de los Digimon de TK y Kari. Patamon, un hámster con halas, digievoluciona en diferentes ángeles a lo largo de todos sus niveles. Y los cambios de Gatomon son todavía más raros. El Digimon de la luz pasa de un gato (Snowbotamon), a otro (Nyaromon), a un perro (Salamon), a un gato de nuevo (Gatomon) y, por alguna razón incomprensible, se convierte en un ángel (Angewomon).
Los dos ángeles juegan un papel importante en la historia, pero no dejamos de pensar que Nefertimon y Pegasusmon (digievoluciones armor de Digimon Adventure 02, eran más apropiadas).
Los dos ángeles juegan un papel importante en la historia, pero no dejamos de pensar que Nefertimon y Pegasusmon (digievoluciones armor de Digimon Adventure 02, eran más apropiadas).
Sólo los hermanos derrotan a los grandes villanos
Aunque todos los niños elegidos acaban aportando su granito de arena a la trama, la mayoría de ellos no dejan de ser personajes accesorios que no poseen ninguna victoria importante en su aventura. De hecho, solo los cuatro hermanos de la serie acaban matando a los villanos de la serie.
Tai, el líder impuesto del grupo, termina acabando con la vida de Etemon, Metalseadramon, y Machinedramon, sin contar la de VenomMyotismon junto a Matt. Este termina con Puppetmon. Por su parte, Kari, hermana de Tai, pone fin al reino de terror de Myotismon y T.K., el hermano pequeño de Matt, acaba derrotando a Devimon y a Piedmon.
Encima, que los dos pequeños pasen a ser protagonistas de la segunda temporada es una prueba más de la gran importancia que tienen estos cuatro sobre el resto de niños elegidos.
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