La última novedad del
reducido catálogo de Apple TV+ ha llegado con sus tres primeros episodios
disponibles (el resto aparecerá semanalmente como viene siendo habitual en la
plataforma). En ella, Rose Byrne, razón suficiente para darle una oportunidad,
interpreta a Sheila Rubin, un ama de casa atrapada en una vida de desesperación,
ansiedad y asco que lucha por contentar a las voces de su cabeza que no paran
de gritarle (de gritarnos) que es asquerosa, una vaca y un ser patético.
Lo que nos encontramos en estos tres primeros episodios comienza a ser un patrón habitual en las series de la manzana: una idea interesante pero que se queda corta a la hora de ejecutarla. Como si fuesen valientes para enunciar la tesis, pero les costase ser directos con los argumentos que la refuerzan. ¿Qué queremos decir?
Compramos la idea de los estándares de belleza irreales como trama atemporal. Es fácil conectar con ese aspecto de la serie sin necesidad de ser una mujer de 40 años, incluso si, como yo, te mueves en los veintilargos, puedes haberte sentido así en algún momento. Lo que no ha hecho de momento la serie es explicarnos el origen de la obsesión de Sheila, ya que no solo se ceba consigo misma, absolutamente todo el mundo es susceptible de ser destripado por su cabeza. Por cualquier motivo.
Nos negamos a aceptar que llegar a los cuarenta y la envidia de los cuerpos más jóvenes es suficiente para justificar las nubes que obsesionan a Sheila.
Con esto no decimos que la serie sea insuficiente, pero quizás si le falte un poco de sabor. Porque cuando
Sheila se come una hamburguesa y se flagela por ello podemos vernos
representados: contamos calorías, decimos que no a cosas que nos apetecen porque
debemos ser fuertes o nos prometemos una y otra vez que iremos al gimnasio, pero
como sustento a una serie que acabará con el empoderamiento de Sheila a través
del aerobic no parece lo suficientemente impactante.
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