El episodio de esta semana tiene un sabor especial. Esta entrega marca el regreso de Connie (Lauren Ridloff), a la que no veíamos desde el episodio 10x16 el pasado 6 de octubre de 2020. 355 días desde que la actriz abandonara el universo The Walking Dead para rodar Eternals. Su vuelta a la serie está acompañada de la de Virgil, aquel personaje random que ayudó en la salida de Michonne y que por alguna razón que desconocemos han decidido mantener con vida.
La mayor parte del episodio ha sido una especie de homenaje a las películas de terror. Incluso hemos podido ver algunas similitudes con Us o Get Out. La sensación de claustrofobia y pánico es real. Connie y Virgil se enfrentan a la familia más perdida que hemos visto nunca. Han abrazo su lado más salvaje, no hablan y se desplazan por la casa desnudos como un ejército de Gollums. El haber borrado los ojos de los cuadros es un recurso perfecto y simple para eliminar cualquier traza de humanidad.
Todos los aplausos del mundo para Lauren Ridloff, que consigue vendernos su angustia y su miedo gracias a su maravillosa expresividad. Llegamos a ver algunas pinceladas de lo buena actriz que es cuando se quedó atrapada en el campo de maíz, pero lo que nos ha dado esta semana atrapada entre las paredes de la casa ha sido espectacular.
También nos alegra saber que han decidido dar por finalizada esta trama. Connie y Kelly (con Magna, Carol y Rosita) se encuentran al final del episodio, evitando que está búsqueda se alargase más episodios. Kelly ha estado buscando a su hermana 19 episodios.
Daryl hace todo lo posible por alertar a sus amigos, y Leah hace todo lo posible por guiar a su ex en las formas de los Reapers. Eso incluye no molestar en exceso a Carver (Alex Meraz, antiguo lobo de Crepúsculo). El episodio termina con claro intento de volver a Daryl un poquito paranoico. Pope dice haber obtenido todo lo necesario del rehén y entra en Meridian de risitas con Carver. #Shady.
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