El pasado 2 de septiembre, aterrizaba en Netflix Devil in Ohio, una miniserie basada en un libro del mismo nombre en la que Emily Deschanel (Bones) interpreta a la Dr. Suzanne Mathis, una psiquiatra con un pasado marcado por los abusos de su padre. La serie arranca cuando Mae (Madeleine Arthur, Snowpiercer) huye de una secta satánica marcada con un pentagrama invertido. Lo que se presumía un nuevo thriller de misterio sobre comunidades al margen de la ley termina convertido en una historia familiar al uso con un exceso de drama adolescente.
Devil in Ohio comete el error de no explotar sus grandes bazas y de no separarse un poco más de un material original, que también se centra en la vida juvenil. Quizás haya sido un problema de marketing, y la serie promete algo que no es. Si te animas a empezarla, lo haces porque esperas conocer a fondo a esta extraña comunidad y vivir una escalofriante investigación policial que te lleve a descubrir los entresijos de esa particular organización. Lamentablemente, lo único que sabemos de la secta de Mae es a través de los testimonios confusos de la chica y de los flashbacks bastante simplones; al detective jefe (Gerardo Celasco, How to Get Away with Murder) le vemos hacer su trabajo solo durante el segundo episodio, momento culmen del personaje que termina relegado a llamadas telefónicas con Suzanne mientras ambos fingen que la historia avanza.
Por otra parte, vemos demasiados problemas adolescentes. Mae se convierte en la cuarta hija de Suzanne, y su relación con sus "hermanas" se come casi todo el desarrollo de la serie. Por algún motivo que desconocemos, se pasa los ocho episodios manipulando a las hermanas, robando crushes, rompiendo reglas para ser popular y haciendo miserable la vida de las muchachas. Lo único que consiguen que sintamos hacia ella es rechazo. Algo que resulta todavía más torpe con el cliffhanger final. Un final extraño tratándose de una miniserie, cierto es que cada vez las fronteras de qué es qué se diluyen dependiendo del éxito que se tenga.
Si la vida estudiantil nos había robado tiempo de lo que realmente nos interesaba, tampoco ayuda que nos rellenen los pocos huecos libres que tenemos con la crisis matrimonial entre Suzanne y su marido Peter (Sam Jaeger, Parenthood). Ella reviviendo su propio trauma infantil y él gastándose todo el dinero de la familia en perseguir su sueño como agente inmobiliario. Los problemas económicos de la familia aportan realmente poco al conjunto de la historia, y podríamos haber usado este tiempo en pantalla para mostrar algo más de la secta y no solo fotos de furgonetas y un maizal.
A pesar de todo, la serie consigue al menos entretener. Si consigues olvidarte de sus fallos, puede despertar tu interés con los pocos símbolos satánicos que aparecen, o incluso la incertidumbre sobre la figura de Mae puede ser suficiente para que alcances el final. ¿Qué quiere obtener de esta nueva vida? ¿Por qué parece jugar con todas las personas que la rodean?
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