Nos hemos pasado tres años buscando a "la nueva Game of Thrones", incluso antes del final nos dedicamos a buscar posibles sucesoras. La respuesta era sencilla. La mejor sustituta de Game of Thrones es Game of Thrones, rebautizada eso sí como House of the Dragon y convertida en una precuela unos 170 años antes del nacimiento da Daenerys. Con esta nueva identidad, HBO se dispone a narrarnos los acontecimientos de la famosa Danza de Dragones: la Guerra Civil de los Targaryen. Por no cambiar, no han cambiado ni la música del opening.
Nos hemos lanzado a hacer este balance después de haber visto los cinco primeros episodios por una sencilla razón: Aunque la serie nos ha acostumbrado a saltos temporales enormes episodio a episodio, ninguno lo será tan grande como el que estamos a punto de experimentar. Tan grande que nos obliga a despedirnos de Milly Alcock y Emily Carey, que interpretan a las versiones jóvenes de Rhaenyra Targaryen y Alicent Hightower, y que les han dejado el listón altísimo a sus sustitutas: Emma D'Arcy y Olivia Cooke.
Podemos decir, pues, que estos cinco episodios no son más que un prólogo de la historia que nos quieren contar. Es imposible lanzarse a explicar la Danza de Dragones sin colocar todas estas piezas en el tablero. Eso sí, las elipsis se han cargado ciertas cosas relevantes en el libro y se han hecho algunos cambios importantes, como la diferencia de edad entre Alicent y Rhaenyra, que en el libro es de diez años, o cierta decisión tomada con Ser Criston y su voto de castidad, por poner un par de ejemplos.
Las dos niñas son las claras protagonistas de la serie. Poco a poco parecen condenadas a pasar de amigas (o quizás más, según dejan caer las actrices en las entrevistas) a grandes rivales. Son ellas las llamadas a liderar la guerra entre negros y verdes. La sucesión del Trono de Hierro ha estado en aprietos durante varias decenas de años. El rey actual, Viserys I, se impuso por votación a su prima Rhaenys. El único motivo, ser varón. Él era el hijo mayor del cuarto hijo del Rey Jaehaerys y ella era la hija mayor del hijo mayor del Rey. De poco le vale a Rhaenys la antigüedad. La Ley Sálica es la que es y se ve relegada a ser la Reina que Nunca Fue.
Estos primeros episodios nos han dejado un sabor agridulce. La historia y los personajes son lo suficientemente interesantes como para que busquemos más semana a semana. Pero los saltos temporales no hacen más que convertirlos en cinco episodios piloto. Nos pasamos todas las semanas reubicando a los personajes, conociendo sus nuevos "yo" ahora que van madurando, algunos hasta cambian de cara (Laenor y Laena Velaryon) por la de actores que les duplican la edad en tan solo un par de años, y, sobre todo, cambian las lealtades. El esfuerzo que tenemos que hacer para ponernos al día cada lunes no nos deja saborear del todo lo que nos están ofreciendo. Sobre todo, cuando tratamos de entender a Daemon Targaryen (Matt Smith) que tiene una entrada triunfal cada semana.
Por otro lado, se nota que tienen más presupuesto que Game of Thrones, pero es una pena que parezca que se ha usado para poder tener dragones en cada episodio (aunque no aporten realmente nada a la trama) en detrimento de unas localizaciones sustituidas por pantallas verdes que dejan mucho que desear en algunos momentos. Hemos tenido dragones mechero y dragones transportistas. Salvo contadas ocasiones, se los podrían haber ahorrado.
La hija pequeña de Game of Thrones ha ocupado sin problemas el hueco de su predecesora. Parece que la sucesión esta vez no ha dado problemas. La serie tiene potencial y nos ha hecho hasta abrazar con mejores ojos aspectos que en la otra serie nos daban asco. Semana a semana vemos como los fans de la serie se pelean por qué tipo de incesto es mejor para shippear. Y mientras tanto, nos han conducido de maravilla hacia el estallido de la Danza de Dragones. ¿Y vosotros, sois de los negros o de los verdes?
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