Que las series de televisión ya no son únicamente un producto de entretenimiento sino también un fenómeno social es algo que deberíamos comenzar a aceptar automáticamente, algo que venimos insistiendo desde hace bastante tiempo. No sólo se han convertido en objeto de seguimiento mediático (basta ver el más de un centenar de blogs únicamente en español -y los que faltan- que hablan sobre ellas y que aparecen en nuestro blogroll) o un tema de interés de internautas a nivel global (aunque Twitter, por poner un ejemplo, no refleje a la perfección la actualidad social sí lo hace respecto a las motivaciones de sus usuarios), sino que se han erigido como uno de los temas más repetidos e influyentes en nuestras conversaciones cotidianas. La pregunta es: ¿en qué reunión social no aparece la televisión como un tema de conversación más?
Por supuesto, cabe hacer matizaciones. La televisión como concepto concentra subtemas variados que abarcan desde comentar los partidos de fútbol hasta programas del corazón, entre muchos otros, y de ello se ha hablado en nuestro país (suponemos) desde que la televisión llegó a nuestros hogares. No obstante, el cambio ha llegado más allá: actualmente, o eso he podido observar, en muchas conversaciones aparecen las series de televisión como un tema más, pero no solo las series españolas (en el ambiente en el que me muevo, las que menos), ni siquiera las extranjeras que se emiten en la televisión española en abierto sino, sorprendentemente, incluso aquellas series de televisión extranjeras, estadounidenses e incluso británicas, que ni siquiera han llegado por los canales apropiados a nuestras pequeñas pantallas. La razón de tal notoriedad quizás sea por las fechas que nos tocan vivir, con cantidad de reuniones de amigos, cenas de empresa y festines en familia, la razón por la que se recreen las perfectas condiciones para entablar conversaciones distendidas e informales sobre multitud de temas muy variados. Es en estos contextos, donde la charla es diversa y entretenida, cuando más oportunidad y tiempo tenemos para hablar sobre todo tipo de cosas, donde me ha llamado la atención sobremanera la cantidad de ocasiones en las últimas semanas en las que las series de televisión han surgido como algo más de lo que hablar.
Hasta ahora, hablar de series de televisión había supuesto hablar de las clásicas series que nos han influido a lo largo de nuestras vidas. Friends o The Simpsons, al igual que las famosas series de nuestra infancia que se recuerdan con nostalgia, han formado siempre la base del tema seriéfilo de toda conversación. Pero, sorpresa, de manera exponencial, estas series han compartido tiempo y espacio con otras que de primeras no cabría imaginar que formaran parte de tan limitado catálogo. De hecho, me he sorprendido hablando de Breaking Bad, Misfits, Dexter e incluso Fringe o la reciente American Horror Story no hace mucho, en reuniones navideñas y cenas de empresa. Obviamente, la sorpresa se resuelve cuando se piensa en cómo ha cambiado el mundo de unos años a esta parte, en las facilidades que se nos han presentado para ver lo que queramos cuándo y cómo deseemos (polémicas aparte) y en la propia revolución seriéfila que en poco más de un lustro se ha emplazado en nuestras vidas.
De hecho, en la enésima reunión navideña de este año, cuando volvió a surgir el tema de conversación y cada uno de los participantes hablaba de las series que estaba viendo en ese momento (ojo a esto), le preguntaba a un amigo por qué de un día para otro se compartía en una reunión así, con gente de edades y estratos sociales muy variados, que American Horror Story era una serie más bien rara y que el remake de V (2009) era más bien basura. El amigo en cuestión, marquista, me decía que HBO había supuesto un cambio tan grande en todos los niveles que en la actualidad la televisión era mejor que el cine y que por ello captaba mejor la atención de las personas. Obviando lo de mejor, me quedé con lo que me decía sobre HBO y ante un poco de reflexión le contesté que aunque es obvio que la cadena de cable ha hecho muchísimo por la televisión actual (nuevos formatos, nuevas motivaciones y nuevas demandas), al fin y al cabo sigue siendo una marca minoritaria que en modo alguno podría suponer un cambio por sí sola, especialmente cuando la cadena lleva desde 1997 dando guerra. Pensé, entonces en qué podría haber supuesto el cambio. O dos de ellos.
Por supuesto, primero fue Internet. Inevitablemente, este medio de comunicación ha favorecido que descarguemos todo lo que queramos con aparente impunidad; es indiscutible. No obstante, esto no es suficiente: debió existir un detonador que se accionara en el momento preciso para conseguir que la televisión de un único país se convirtiera en la pantalla del resto del mundo. Es decir, debía existir una motivación que impulsara a toda una generación a echar un vistazo a esa pequeña pantalla que había quedado en segundo plano. Y sí, aunque a muchos les duela, tenemos que remontarnos a 2004. Lost, Desperate Housewives, Boston Legal (todas de la ABC), House y American Dad (FOX), CSI: NY (CBS) e incluso realities como The Biggest Loser (NBC), y meses después, a principios de 2005, Grey's Anatomy (ABC), Medium, The Office (ambas de la NBC) y Numb3rs (CBS). Me juego el cuello a que os suenan.
La mayoría de estas series y programas aún perduran en la actualidad y, en cualquier caso, marcaron en conjunto un hito televisivo en cuanto a seguimiento fanático y mediático. Desde entonces, gran parte de los estrenos intentan seguir sus patrones (¿os suena la nueva Lost?) y repetir sus éxitos; han moldeado a la audiencia y creado avidez en cuanto a televisión se refiere. Aunque suena exagerado, desde entonces el espectador ya no es un ser pasivo como lo era hasta ese momento (aquí es donde entra el efecto HBO, no antes). Desde entonces, el seguimiento de los públicos respecto a las series es totalmente diferente e Internet, de nuevo, se erige como el arma que calibra los intereses de los mismos (un dato, en 2003 nació MySpace y Blogger fue comprado por Google; Facebook nació a comienzos de 2004) y sus posibilidades de acceso. En la temporada 2005-06 nacieron Bones, Prison Break, Supernatural, Criminal Minds o HIMYM, entre otras; en la del 2006-07 Heroes, Ugly Betty, Jericho, 30 Rock o Friday Night Lights. Nuevas series, mayor actividad de los públicos y crecimiento de los medios de distribución. Bingo.
Por supuesto, todo esto es una interpretación. El interés de los públicos españoles, en gran medida tardío, nace además debido a otras cuestiones: el auge de los canales de pago, los inicios de Cuatro en 2005, cuando era la cadena de las series, y más tarde los canales secundarios de la TDT, todo ello sumado al fenómeno de Internet (sí, insisto). Por ahí más o menos irían los tiros de un boom que fue inevitable.
Todo ello consiguió, como es lógico, que las series de televisión extranjeras, incluso los estrenos más punteros o los más alternativos (este verano escuché hablar en un botellón de Wilfred, no digo más), formaran parte de nuestras vidas. Seguimos las series por multitud de razones que van desde el entretenimiento hasta al reconocimiento social y, por esa razón, se han convertido en un tema de conversación más. Aunque suene extraño.
Por supuesto, quizás no era necesario darle tantas vueltas. O tal vez sí.
y la continua renovacion de la oferta, es otra cosa que hace que nos mantengamos muy atentos... este año he leido un monton de veces lo de "nivel flojo en los extrenos" y tenemos juego de tronos, homeland, american horror story, Pan Am, Boss, Black Mirror, revenge... y solo por decir algunas, habria mas cosas aprobechables. Y este ha sido el ritmo desde el 2004, cuando alguien dice que ha sido un año malo, suele ser que no ha visto las series adecuadas, por que raro es el qeu no ha tenido un voardwalk empire o un Breaking bad... y eso nos ha hecho adictos a los estrenos, y que la cosa no se quede en que seguimos en su dia lost, o la que fuera, sino que hay un ansia constante por encontrar cosas nuevas.
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