Lo curioso de vivir en una sociedad amarrada al cambio tecnológico y social es que es cada vez más difícil escapar de sus redes, cuando por principio y raciocinio desligarse de una evolución tan apresurada debería lo más común. Una vez tomamos contacto con las nuevas tecnologías, especialmente las de la comunicación, nos vemos inmersos en una realidad, llamémosla paralela, donde la importancia de las cosas o la actualidad de nuestra propia realidad (la física, no la virtual) quedan trivializadas o, mejor, entretejidas entre un cúmulo de motivaciones, deseos y fobias de millones de usuarios que tienen acceso al sistema y logran así aportar su granito de arena al en ocasiones peligroso arenal que son las redes sociales. Estas plataformas, entre decenas de cualidades, se han convertido en una de las herramientas fundamentales para las empresas que también se mueven por Internet y es que un producto bien promocionado a través de este medio tiene todas las papeletas para arrasar en ventas; o mejor, un producto del que se ha conseguido que se hable, sin mucho esfuerzo, a través de campañas virales y de la generación del deseo. El hype, que todo lo devora, convierte cualquier cosa en lo más deseado del momento y como es razonable, pensando en el tema que nos ocupa, también tiene sus efectos en las series de televisión.
Ahora bien, pensemos en estos efectos. Empecemos por algo pequeño: esta mañana me he conectado a Internet como todos los días (lo de no poder escapar de sus redes es verídico) y he entrado a Twitter. Es sábado y el medio millar de personas de mi timeline está como loco con respecto al último episodio de Fringe, soltando spoilers por doquier sin pensar en las consecuencias (para que luego hablemos de Tumblr) y sufriendo convulsiones seriéfilas excesivamente serias. Como ésto ya me lo conozco y sé cómo funciona me lo tomo con calma: puede que sí, puede que no el episodio de Fringe de esta semana haya sido "el mejor de su historia". La calma, además, se acrecienta por situaciones externas cuando Orange España lleva dos semanas sin solucionar mi avería que hace que mi conexión sea diez veces inferior a la normal y porque las páginas de enlaces tienen un miedo tremendo a que los del FBI les arresten a ellos también y por eso lo están borrando todo. Cinco horas después puedo ver el episodio. Pantalla completa, cuarenta minutos, lo veo, lo disfruto. Ya está. Lo que imaginaba.
Dejémoslo en stand by un momento y pasemos a algo un poco más grande. Pensemos en Smash, un drama musical que estrenará NBC el próximo 9 de febrero y cuyo piloto desde hace unos días circula por Internet (!no penséis en ningún momento que esto es casualidad¡). Anoche, mientras hacía tiempo antes de salir me lo puse a pelo, sin subtítulos y empecé a babear no porque el piloto augura una serie tremendamente interesante sino por las posibilidades que le abre a la NBC. Un estreno que es serio, en el fondo no es tan arriesgado y tiene el gancho (o varios de ellos) para cautivar a la audiencia y dar el pelotazo; un tanto estrogénico para mi gusto pero algo que podamos reconocer como un producto de calidad. Visto el episodio y listas mis impresiones me dispuse a comentarlo en Twitter, del mismo modo que han hecho cientos de personas en nuestro país y otros miles en otros rincones del mundo. Todo el mundo parece estar de acuerdo en que una esta serie que todavía no se ha estrenado va a ser todo un éxito de audiencia y que conseguirá sobrevivir bajo el adusto techo de la NBC. No obstante, al fin y al cabo, lo que tantas personas estamos haciendo es crear algo, el hype, a través de una prueba que se nos ha puesto ante los ojos para que difundamos sus virtudes. Aunque seamos conscientes de eso (y eso es algo que tenemos que tener claro), ¿qué tiene de malo? Aparentemente nada.
Pero, en el fondo, aparentemente tampoco tiene nada bueno, o no perfecto. El hype es una buena herramienta para dar que hablar (en el caso de Smash personalmente me parece más efectivo la aparición de sus protagonistas en los Globos), y ya sea una crítica o una reverencia, de lo que se trata es de que se mencione su nombre. Desde usuarios del montón hasta gurús televisivos, lo que le interesa a las cadenas es que Smash, Alcatraz o lo que haga falta, en realidad, sea algo que los espectadores necesiten ver y que además ese hype sea efectivo (no sería la primera vez que una gran promoción se va al garete por audiencias estrepitosas). El problema viene después, en la gestión de las expectativas, en conseguir que el producto se adecue a la imagen vertida por los que han catado el primer episodio (recordemos que una serie no son solo los cuarenta primeros minutos) e incluso, y lo que es más importante y que es algo que necesita una verdadera intervención, el control de ese desmesurado hype que consigue sin quererlo que gran parte del público potencial se pierda debido a que el propio fandom es mayor que el producto en sí. Volviendo a Fringe, y aunque esta serie ya no se pueda estipular dentro de ningún parámetro corriente (su hype ya no es funcional, no logrará nuevos seguidores que vean la serie al ritmo actual en el tiempo necesario), el que miles de personas bombardeen de información las redes sociales sin ningún tipo de control es la nueva arma de doble filo en la que se ha convertido el hype. Al fin y al cabo, del mismo modo que al poner la televisión aborreceríamos que en una pausa para la publicidad repitieran en bucle el mismo anuncio, salvo quizás aquellos que consuman lo que anuncia, en lo referente a series de televisión el hype es la perfecta herramienta para generar el ansiado publicity, pero también el aborrecimiento más severo.
Pues sí. Yo seguía Supernatural, Fringe, The Walking Dead y TBBT, pero las he abandonado. No es que sean malas ni mucho menos, pero el fandom, los constantes spoilers gritados a los cuatro vientos, y el hecho de tener que soportar ¡hasta insultos personales! en caso de hacer alguna crítica a dichas series me han hecho cogerles asco. Quizá sea una estupidez, pero no puedo cambiarlo. El constante hype y los delirios de fanáticos me han hecho aborrecerlas.
ResponderEliminarWake, el hype actúa de ambas formas. Te puede incitar a ver algo o todo lo contrario, a dejar de hacerlo. Un saludo y gracias por pasarte.
ResponderEliminarMe ha pasado eso con Glee. Me gustaba inicialmente, pero la locura que se creó alrededor de la serie, le dio alas a la serpiente, y obviamente no las necesitaba, bajando de calidad en picado.
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