Bajo este titulo tan engañoso se encuentra una realidad bastante irrebatible que define perfectamente lo que es y será Luck, la nueva apuesta de la HBO (It's not TV, recordemos) para regresar a su género primo, el del drama marquista de alto estándar, corrompido, no nos andemos con rodeos, por series cuyo objetivo (totalmente razonable) era llegar a un público mucho más amplio, como Game of Thrones o True Blood. Discusiones aparte, si esta cadena de cable premium ha decidido dar un hogar a Luck es, en mi opinión, por mantener su imagen de marca de alto standing y dejar claro a sus competidoras (las cada vez más agresivas AMC o Starz) que si hay alguna casa especializada en encandilar a la crítica es la HBO. Por ello, qué mejor manera que llevar a cabo esta estrategia que volviendo a reclutar a David Milch, especialista en televisión de marca, cuyo crédito incluye dos grandes obras maestras para la cadena (y fallidas producciones, más o menos, de cara a la audiencia) como Deadwood o John from Cincinnati. Por otro lado, Luck cuenta con un reparto de verdaderas estrellas que no solo ayudan a ensalzar al producto y a amenizar la un tanto engorrosa temática de la serie sino que tratan de captar la atención del público con estándares más bajos, entre los que me incluyo. En definitiva, lograr un éxito de crítica (que no de audiencia, seguro) y alguna que otra nominación a todos los premios televisivos que se le pongan por delante. Objetivos donde la suerte no tiene nada que ver, claramente.
Porque, no lo neguemos, la temática de Luck, o lo poco que sabemos de ella (con dos episodios emitidos no sabría muy bien cómo definirla), no es precisamente satisfactoria. Aunque David Milch haya estado comprometido con esta historia durante casi toda su vida, o eso al menos admite él, y que desde las primeras imágenes del piloto su compromiso así como el del resto del equipo se demuestre verdaderamente excelso, creo que nadie hubiera apostado por el mundo de las carreras de caballos como marco contextual de ninguna serie. Quizás en ese riesgo se encuentre el interés, pero en el fondo, tras ese contexto, lo que Luck lo que nos viene a contar no es ninguna primicia: es el cruce de historias de una serie de personajes relacionados de una forma u otra con el mundo de la hípica.
Sin duda, el interés principal viene del que debe ser (aunque el piloto casi lo trata como un secundario) el personaje principal de Luck, Chester 'Ace' Bernstein, interpretado por el gran Dustin Hoffman. Ace, que se ha ganado la vida gracias al crímen organizado y al mundo de las apuestas, sale de la cárcel dispuesto a tomar el mando de su antigua vida; su chófer y amigo Gus (Dennis Farina, Law & Order) es ahora el propietario (el legal; en realidad es de Ace) de Pint of Plain, un prometedor caballo de carreras cuya compra fue organizada por antiguos asociados de Ace. El caballo (todos ellos unos protagonistas más) es entrenado en la pista de Santa Anita por Turo Escalante (John Ortiz, American Gangster), cuya carrera ha seguido Ace durante años, y cuidado por Jo (Jill Hennessy, Crossing Jordan), la veterinaria. Mientras, Ace comenzará a mover hilos para recuperar el control en el mundillo de las apuestas y rápidamente nos damos cuenta que el mafioso planea además devolverle el golpe a aquellos por los que acabó en la cárcel.
Por otro lado, también tenemos en escena a un grupo de cuatro hombres (raros todos ellos) de apuestas habituales en Santa Anita: Marcus (Kevin Dunn, Samantha Who?), Lonnie (Ian Hart, Dirt), Renzo (Ritchie Coster, American Gangster) y Jerry (Jason Gedrick), expertos y de alguna forma deteriorados hombres que planean dar el gran golpe apostando para un Pick 6 (gran apuesta cuyo objetivo es acertar el ganador de seis carreras consecutivas) cuyo premio es 2 millones de dólares, y para ello se centrarán en Mon Gateau, otro de los caballos que ha entrenado Escalante, y cuyo jockey es el novato Leon (Tom Payne, Waterloo Road), cuyo único interés en las carreras es ganar y nada más. También tenemos, entre otra de las tramas principales, la de Walter Smith (Nick Nolte, magnífico), un antiguo entrenador que ha estado entrenando a su propio caballo, Gettn'up Morning, con la ayuda de una joven entrenadora llamada Rosie (Kerry Condon, Rome), la cual tiene ambiciones de ser la jockey principal; el caballo, aunque no se pensaba que compitiera, es descubierto entrenando por el agente de jockeys Joey Rathburn (Richard Kind, Spin City), que piensa que uno de sus jockeys, el alcohólico aunque en otro tiempo triunfador Ronnie Jenkins (Gary L. Stevens, Seabiscuit), sería perfecto para montarlo. A partir de aquí, la historia sigue su curso y ni siquiera con el piloto podríamos decir cuál será el camino que tomará la serie.
No obstante, no es el piloto (dirigido, por cierto, por Michael Mann, Public Enemies) ni el segundo capítulo (ni el tercero, ni el cuarto) lo que nos hará seguir Luck. Como serie HBO, como serie Milch, como cabría esperarse, los primeros episodios gestarán a fuego lento una historia que empezará a tomar forma más adelante. Estos comienzos nos dejan contemplar cómo es la vida de aquéllos que viven en el mundo de la hípica; permite que nos fijemos (con toda la parsimonia del mundo) en los detalles, en la construcción de los personajes (casi todos hombres, hasta las mujeres), en una historia que de narrarse de forma más rápida perdería mucho potencial. Luck cogerá velocidad más adelante pero tiene claro que el plato fuerte no llegará hasta entonces, por lo que sus entrantes deben ser poderosos y especiales: un increíble reparto (todos ellos, estupendos, y aún quedan muchos personajes por exhibirse, además de otros que todavía están por llegar) para un complejo grupo de personajes, unas brillantes escenas de velocidad y acción en las carreras de caballos, y un compromiso técnico y estético que deja entrever un potencial verdaderamente brillante. Luck necesita entrenarse, al igual que lo hacen sus jockeys y caballos; prepararse, lucirse y dejar fermentar una historia que necesita un buen reposo. De ir demasiado rápido, quién sabe, quizás en la carrera podría quebrarse alguna de sus articulaciones (dolor).
No obstante, sabemos que no se puede justificar una historia en base a lo que sucederá a partir de la mitad de la temporada. Luck es complicada y bastante inaccesible por su lento desarrollo, por las historias que aún no conocemos y especialmente por su temática; los que no dominamos el tema de las carreras de caballos (casi todos) bien podemos perdernos en una jerga indescriptible y en unas acciones y tradiciones que no podríamos entender de ninguna manera al primer vistazo, que van desde las estrategias de los entrenadoras hasta el entresijo de las apuestas. Por esta razón, para los interesados, varias webs se han lanzado a explicar el curioso mundillo de la hípica, entre las que recomendamos el repaso que hace NYMag, toda una necesidad.
Dejemos a fuego lento Luck pero sin perderla mucho de vista. Con una segunda temporada ya asegurada por la HBO solo nos queda conseguir disfrutar y reconocer que, aunque la perspectiva es complicada, lo que tenemos delante nuestra es televisión de calidad. Y al contrario que en las carreras de caballos, aquí el que corre no es el que gana. O no siempre.
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