Del mismo modo que no tengo en estos momentos ninguna duda sobre que la versión original de Shameless me encantaría (una cuenta pendiente, como tantas otras), tampoco dudo sobre la seguridad con la que la adaptación a cargo de John Wells aterrizó en Showtime dispuesta a arrasar en una parrilla que a estas alturas del año pasado estaba un poco maltrecha. Ahora que releo lo que escribí aquí hace poco más de un año (y lo que cambia el estilo de uno en tan poco tiempo, qué sorprendente) en un artículo llamado Sinvergüenzas, puedo observar que en aquellos momentos sí tenía mis dudas sobre qué nos depararía la adaptación de Shameless. Sin duda, la premisa de la serie, para todo aquel que desconociera la obra de Paul Abotts, podría resultar poco original, pero ya alardeaba de atrevimiento y de buena química en su maravilloso reparto coral, por lo que las posibilidades de la adaptación estadounidense eran casi infinitas.
Y así fue: la primera temporada de Shameless fue toda una sorpresa muy agradecida. Detrás de los llamativos recursos disfuncionales, de los que andaba más que sobrada, y sin ser ninguna obra maestra todavía a estas alturas, la serie nos ofreció toda una colección de momentos que demuestran que para producir una buena historia de familia disfuncional no solo hay que explotar el atractivo de los instintos más humanos (aquí no solo hablamos de sexo, para entendernos) sino que en ocasiones hay que jugar con ellos de manera desproporcionada, a veces casi incómoda, para conseguir cautivar al espectador. De ahí que Shameless se corone entre sus compañeras de género en el canal premium de la CBS como la nueva joya de la corona, dejando atrás a las ya malditas dramedias femeninas que han demostrado que trabajan en un terreno bastante árido. Si a esto le sumamos un reparto totalmente magnífico, sin excepción alguna, la magia barriobajera de los Gallagher estaba lista para conquistarnos.
Con la segunda temporada también llega el verano, una perfecta ocasión para que la suciedad se remueva en el calor y la humedad, para que el ambiente estén aún más caldeado. Los Gallagher nos han traído en estos ocho episodios de la temporada (quedan cuatro más, pero de ellos hablaremos más tarde) una casi perfecta continuación de lo que habíamos visto hasta ahora. Y lo mejor, sin apenas cambiar nada: Fiona (Emmy Rossum) continúa en su pose de madre por obligación, cumpliendo como mejor puede mientras trata de disfrutar de la juventud que le queda; Lip (Jeremy Allen White) sigue siendo el caradura de siempre, ahora detrás de la lasciva Karen (Laura Slade Wiggins), que parece querer limpiar su faceta de chica perdida; Ian (Cameron Monaghan) no ha tenido tanta presencia pero su deseo, formar parte del ejército, se verá opacado por la figura de su hermano mayor; la adorable Debbie (Emma Kenney) comienza a crecer y su vida dará un vuelco con el inicio de la pubertad; Carl (Ethan Cutkovsky) sigue siendo el gamberro de la familia; y Liam... bueno, al menos sobrevive. La pareja de Veronica (Shanola Hampton) y Kev (Steve Howey) sigue siendo otro de los puntos fuertes y no nos podemos olvidar de Sheila Jackson (Joan Cusack), decidida a dejar a un lado su agorafobia.
A partir de aquí, spoilers de la segunda temporada
Con la segunda temporada también llega el verano, una perfecta ocasión para que la suciedad se remueva en el calor y la humedad, para que el ambiente estén aún más caldeado. Los Gallagher nos han traído en estos ocho episodios de la temporada (quedan cuatro más, pero de ellos hablaremos más tarde) una casi perfecta continuación de lo que habíamos visto hasta ahora. Y lo mejor, sin apenas cambiar nada: Fiona (Emmy Rossum) continúa en su pose de madre por obligación, cumpliendo como mejor puede mientras trata de disfrutar de la juventud que le queda; Lip (Jeremy Allen White) sigue siendo el caradura de siempre, ahora detrás de la lasciva Karen (Laura Slade Wiggins), que parece querer limpiar su faceta de chica perdida; Ian (Cameron Monaghan) no ha tenido tanta presencia pero su deseo, formar parte del ejército, se verá opacado por la figura de su hermano mayor; la adorable Debbie (Emma Kenney) comienza a crecer y su vida dará un vuelco con el inicio de la pubertad; Carl (Ethan Cutkovsky) sigue siendo el gamberro de la familia; y Liam... bueno, al menos sobrevive. La pareja de Veronica (Shanola Hampton) y Kev (Steve Howey) sigue siendo otro de los puntos fuertes y no nos podemos olvidar de Sheila Jackson (Joan Cusack), decidida a dejar a un lado su agorafobia.
Pero, por supuesto, la clave reside en Frank (William H. Macy), que sin duda es el personaje que vive más transformaciones en esta temporada o, al menos, las consecuencias de sus actos son aún más duras y chocantes para el espectador. Siempre a la caza del negocio fácil (y ridículo), está demostrando su amplio egoísmo a través de las mujeres de su vida, desde Sheila (a la que consigue volver a asustar para que no salga de casa y descubra quién es el verdadero Frank) hasta el pequeño papel de Dottie (Molly Price), la enferma terminal de la que Frank planea aprovecharse. Eso, por supuesto, sin olvidarnos de su madre que hace acto de presencia hacia la mitad de la temporada, Peg (Louise Fletcher), cuya personalidad explica a la perfección al personaje de Frank y cuyo papel es tremendamente interesante. Sin duda, la totalmente reprobable conducta de Frank consigue poner al espectador en una posición bastante incómoda y, personalmente, he aborrecido al mismo tiempo que admirado al personaje en más de una ocasión. Aunque sus hijos (o no, que nunca se sabe de quién es hijo quién) sean el motor de la serie, el alma es Frank y todo lo que hace y, especialmente, las razones por las que lo hace, son cautivadoras.
A falta de unos episodios para acabar esta segunda temporada hasta ahora hemos seguido grandes tramas y disfrutado de divertidas historias. Los malabares de Fiona, el embarazo de Karen (no sabemos de quién, pero lo que está claro es que el bebé no es de Jody, su prometido durante un tiempo) y cómo lo encara Lip, la desaparición de Ethel y la decisión de Kev y Veronica de tener su propio hijo, la extraña complicidad de Carl con su abuela, los planes de ésta y el posterior descubrimiento de su enfermedad (y su, por llamarlo de alguna forma, cómica muerte en manos de Sheila), el regreso de Steve/Jimmy prometido a una brasileña (o brasileño, a saber) y cómo esto afecta a Fiona, los primeros pasos de Sheila fuera de su casa hasta que Frank lo estropea... que viva el verano, que viva Shameless y que nos traigan estas historias por mucho tiempo.
A falta de unos episodios para acabar esta segunda temporada hasta ahora hemos seguido grandes tramas y disfrutado de divertidas historias. Los malabares de Fiona, el embarazo de Karen (no sabemos de quién, pero lo que está claro es que el bebé no es de Jody, su prometido durante un tiempo) y cómo lo encara Lip, la desaparición de Ethel y la decisión de Kev y Veronica de tener su propio hijo, la extraña complicidad de Carl con su abuela, los planes de ésta y el posterior descubrimiento de su enfermedad (y su, por llamarlo de alguna forma, cómica muerte en manos de Sheila), el regreso de Steve/Jimmy prometido a una brasileña (o brasileño, a saber) y cómo esto afecta a Fiona, los primeros pasos de Sheila fuera de su casa hasta que Frank lo estropea... que viva el verano, que viva Shameless y que nos traigan estas historias por mucho tiempo.
¿Qué os está pareciendo la temporada hasta el momento?
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