Y por fin llegó el ansiado final para una magnífica aunque turbulenta temporada de la que seguramente es de las mejores series de la actualidad, que tantos sentimientos ha despertado a un lado y otro del charco. Tuvimos que esperar más de un año para volver a ver a nuestros publicistas de Madison Avenue y en apenas un par de meses nos han vuelto a abandonar, dejándonos con un confuso mal sabor de boca tras su último episodio, al que en mi opinión le han faltado varios matices. Lee nuestro análisis y después coméntalo con nosotros.
El fantasma
Una de las preguntas más recurrentes del espectador de Mad Men es la que cuestiona quién es Don Draper, ese ambiguo personaje, estandarte de la relatividad moral y de la complejidad psicológica más exacerbada. Por ello, creo que uno de los grandes aciertos de esta temporada ha sido incluir en su vida a Megan, una muchacha que simboliza una idea de la felicidad ilusoria de Don —porque siempre se queda en eso, en una idea— que al mismo tiempo nos ofrece preguntas similares. ¿Quién es Megan? ¿qué es lo que busca?
El principal problema de Megan es que era perfecta y moralmente ambigua, como la idea de felicidad de Don. Hasta esta season finale siempre hemos creído que ocultaba algo, que tenía unos sentimientos de ambición muy bien ocultos tras sus movimientos sensuales y que en el fondo no se era tan distinta de la antigua Betty Draper en sus años mozos, una mujer a la que no conocimos pero sin duda imaginamos. Y no nos equivocábamos, porque Megan en el fondo siempre fue así: ambiciosa, pero nunca malvada. Por eso es comprensible que clavarle un puñal por la espalda a su amiga para conseguir el papel en el anuncio de La Bella y la Bestia le haya costado tanto, y que la reacción de Don le haya dolido de esa manera.
Porque como bien le dice su madre, Marie —de la que se podrían decir muchas cosas, especialmente de su relación con Roger—, Megan está persiguiendo un fantasma, tiene un objetivo que no necesita y, especialmente, está utilizando los medios menos éticos para lograrlo. Megan podría haber sido feliz al lado de Don en SCDP pero abandonó para cumplir con su sueño de ser actriz, repudiando el mundo de Don para abrazar otro tipo de arte, tratando de ser libre y de alcanzar la cima por sus propios medios. Por eso, resulta irracional y doloroso para Don que su mujer le pida un papel en el anuncio que su agencia gestiona, con el que Megan conseguiría despegar el vuelo pero a costa de incumplir sus propios principios y los de su marido.
Pero Don al final accede, tal vez porque la quiere demasiado —el ver a Megan borracha, destrozada por la bofetada de realidad de Marie, ayuda; al igual que esa conversación con Peggy— o porque sabe que su vida con Megan ha llegado a su fin. Como le dice a su antigua aprendiz: "es lo que ocurre cuando ayudas a alguien, que logra triunfar y después pasa de ti".
La tirita
Por otro lado, me molesta que esta temporada se haya enfocado no solo demasiado en Pete Campbell, sino en demostrar que detrás de su obvia maldad se encuentra tan solo un joven ambicioso que busca la felicidad pero que siempre elige el camino equivocado. Aunque estoy de acuerdo en que es un camino interesante a seguir, el caso de Pete ha vivido tantos altibajos que ya no hay nada que pueda redimirlo. Y lo mejor es que, por otro lado, esta imposibilidad de perdón también se ha visto reflejada en su propia historia.
La relación entre Pete y Beth —la bella aunque inútil Alexis Bledel— ha sido una de las tramas que más me ha costado entender de toda la temporada, y cuando descubrimos que Beth es asidua a la terapia de choque —y posterior pérdida de memoria—, también nos damos cuenta de que su amante, a través de su sufrimiento, es tan solo el vehículo para desnudar la personalidad del joven ejecutivo de cuentas, que ante una amnésica Beth es capaz de contar su verdad, la de un hombre que luchó por conseguir lo que creía que era correcto —Trudy, un niño, una casa en los suburbios, una piscina— y que cuando se dio cuenta de que eso no le hacía feliz ya era demasiado tarde, y que lo que posee es solo una tirita para una herida supurante que nunca curará. Y aunque a Pete no le bastará una terapia de choque para recuperarse a sí mismo, al menos tratan que le demos una segunda oportunidad, que perdonemos sus errores como hemos perdonado los de otros. Pero es demasiado tarde.
Porque Pete nunca cambiará, porque es como un niño avaricioso que nunca aprende de sus errores porque siempre hay algo que aparece para alargar su sentimiento de falsa felicidad durante un tiempo más. De ahí que Trudy aparezca y le conceda a su marido el deseo de tener un piso en el centro, cuando tanto ellos como nosotros sabemos que ese lugar será un lupanar que a largo plazo también traerá infelicidad a Pete —y a Trudy, claro— y que volverá a recaer en ese círculo vicioso de maldad y autocompasión. No te creo, Pete, no te creo.
Solo se vive... dos veces
De no ser por la canción de Nancy Sinatra, You only live twice, quizás se me hubieran escapado las sutilezas que encierran los actos de Don Draper en este último episodio; tal vez porque Don siempre es un misterio o quizás porque ese rápido proceso de aceptación de su propia vida es tratado con bastante ambigüedad... o quizás porque Don siempre se ha parecido demasiado a James Bond y no quieren que esa referencia se nos pierda. Y aunque Don obviamente comenzó esta curiosa evolución el día que se declaró a Megan, los recientes actos de su vida —los deseos de volar de Megan, el abandono de Peggy, el suicidio de Lane, la prostitución de Joan... en el fondo, todos ellos actos de soledad— nos han llevado a donde nos hemos quedado en este final, sin asimilar del todo cómo todos ellos han afectado al creativo de una forma general.
No obstante, un balance rápido sí que explica por qué Don termina donde termina, que es donde comenzó: en un bar lleno de humo con un old fashioned en la mano y rodeado de mujeres deseosas de ser presentadas. Don ha aceptado que su vida tal y como la conoce le ha dado todo lo que podía ofrecerle: ha fumado, bebido y follado todo lo que ha querido, y al final lo único que ha sobrevivido a todas sus experiencias es la soledad y el abandono. Ahora acepta que debe vivir de otra manera pero, ¿eso significa que volveremos al principio? ¿acaso escenas como las de este bar no son las que, simbólicamente, le han colocado en esta triste posición? Creo que en el fondo veremos a un personaje, en la sexta temporada, que por fin trata de cumplir —de otra forma, claro— ese propósito de crecimiento y felicidad del que tanto se hacía eco últimamente.
Por otro lado, creo que la principal protagonista de esta aceptación es Peggy, que regresa en este último episodio para reunirse de nuevo con su amigo —por cierto, espero que nos aclaren cuál será su papel en la próxima temporada, si es que tendrá algún papel—, quizás porque de todos aquellos que han abandonado a Don esta temporada, Peggy ha sido la única que ha dicho adiós en los mejores términos. La joven tiene un trabajo nuevo muy valorado donde le va muy bien —salvo que ahora ve a más perros copulando— y esa pequeña reunión en el cine, en la que por un momento temí por algún oscuro juego de manos, simplemente ofrecía a Don ese cierre que necesitaba. Ver el nuevo éxito de Peggy ayuda al creativo a aceptar que aunque él necesite ser necesario e imprescindible, la realidad es distinta. Peggy siempre ha sacado lo mejor de Don, y aquí tenemos la prueba.
La cuestión de nuevo está en cómo afectará todo esto a Don en la próxima temporada y el camino que tomará su personaje. Creo que esa simbólica reaparición onírica de Adam, su hermano, nos señala que el pasado de Don no es el camino que volverá a tomar, pues es obvio que el antiguo Don estaba podrido, al igual que lo están casi todos los personajes de esta serie. Sin duda, creo que esa nueva perspectiva de la ambición que nos ha ofrecido esta temporada tendrá mucho que ver con lo que veamos en el futuro: cómo el ansia de estos personajes se verá forzada a cambiar para impulsar la felicidad de los mismos. Sin duda, tienen su propia moraleja en la historia de Lane y, como bien apunta su mujer cuando Don va a visitarla: "no tenían derecho a llenar de ambición a un hombre como ese".
Pero, recordemos que solo se vive dos veces, y Don ya ha malgastado dos vidas: la de Dick Whitman y la de Don Draper. El futuro de Mad Men no podría estar más interesante y ya veremos si nuestro protagonista, como su propia agencia, logra crecer hacia arriba y no ocultarse en el pasado.
Muy acertados comentarios. La season finale deja un sabor confuso, pero en el fondo creo que es coherente con una temporada muy pesimista, quizá la más pesimista de la serie. En el caso de Pete, pienso como tú que no era necesario esta historia con Alexis Bledel. Me ha parecido que han dado demasiadas vueltas para demostrar algo que ya llevaba contando la serie cuatro temporadas: que Pete Campbell no solo es odioso, sino que es un desgraciado que lo que más ha intentado en su vida en ser un Mad Men más y se ha dado cuenta de que lo único que tiene es una vida patética llena de soledad. Él, como el resto, también ha perseguido un fantasma.
ResponderEliminarCoincido también contigo con tu apreciación sobre Peggy. Espero que aclaren si va a volver o no. Creo que perderla sería un terrible error. Respecto a su nueva posición, creo que la escena en la que mira por la ventana del motel de carretera para ver copular a los perros es un indicador de que tampoco su nueva vida es la vida que esperaba. Pero espero que eso nos dejen descubrirlo, si es que es así, en la próxima temporada.
Saludos y nos leemos!
También Betty era importante, y ya veis a qué ha quedado reducida (es un decir, jua, jua, jua...).
ResponderEliminarMe alegro de que opinéis igual que yo, me ha dejado bastante vacía esta season finale después de los dos capítulos anteriores tan frenéticos. Aunque me ha dejado con ganas de más, eso por descontado.