No hace mucho tiempo, en una de esas discusiones seriéfilas tan placenteras, comenté que el humor de Veep no era para mí. De hecho, señalaba que sabía que me tenía que reir con esta serie pero que no lograba despertar esa risa tan esperada. Recuerdo que cuando dije esto me preguntaron dos cosas: si había visto The Thick of It —serie británica en la que está basada Veep— y cuál era mi relación con The West Wing. Por supuesto, no había visto la primera y la serie de Sorkin, por otro lado, es una de mis grandes series pendientes. ¿Que me hubiera gustado más Veep de haber visto esas dos series antes? Seguramente. ¿Pero acaso Veep está solo pensada para los amantes de los diálogos frenéticos de Sorkin? Pues no.
Esta oda a la incompetencia llegaba el 22 de abril a la magnánima HBO de la mano de Armando Ianucci, creador de la serie original, quien llevaba años intentando adaptar la idea de The Thick of It a la televisión estadounidense. Con la adaptación, por fin hemos conocido a la vicepresidenta de los Estados Unidos Selina Meyer (Julia Louis Dreyfus, Saturday Night Live o Seinfeld) y a su equipo formado por su asistente personal Gary Walsh (el gran Tony Hale de Arrested Development); su jefa de la oficina Amy Brookheimer (Anna Chlumsky, My Girl); Mike McLintock (Matt Walsh, Hung) y Dan Egan (Reid Scott, The Big C) como sus directores de comunicación; y Sue Wilson (Sufe Bradshaw) como su secretaria. Les hemos seguido a todos ellos a lo largo de ocho episodios, viendo los estragos de su ineficacia y los incómodos enfrentamientos con todos los niveles de la política estadounidense.
Y, como decía, aunque es innegable que posee un sentido del humor brillante —y una autocrítica que dispara todas las alarmas— el principal problema de Veep es que es una serie bastante inaccesible para un público ajeno a la política estadounidense, sea un espectador nacional o extranjero. Supongo que por ahí irían los tiros sobre mis relaciones con The West Wing, quizás porque para entender cómo funcionan los entresijos de Washington la serie de Sorkin sea la instrucción más adecuada, mientras que en Veep dan por hecho que su público —por cierto, ha tenido unos datos de audiencias más que aceptables— entiende lo que Veep nos está contando y no sólo se ríe con las barbaridades que se ponen en la boca de unas figuras de poder tan importantes. Si no, "que se joda el espectador medio" —citando a Simon—, que esto es la HBO y no le tiene que rendir pleitesia a nadie.
Pero si en algo da en el clavo Veep es colocar en la diana a Selina Mayer, brillantemente interpretada por Julia Louis-Dreyfus, un papel que casi podríamos decir comparte más singularidades de las que debería asumir con la todavía recordada —y siempre presente, como ha querido demostrar también HBO con Game Change— Sarah Palin. Entre este personaje protagonista y un reparto bastante acertado, Veep nos muestra la balanza de poderes de Washington sin pelos en la lengua, como un campo de minas donde la distancia entre lo ridículo y lo exitoso es diminuta; y, del mismo modo, el tono realista de la serie podría parecer exagerado pero, en efecto, consigue que nos cuestionemos si las altas esferas del planeta se mueven con pasos tan torpes. Y, lo que es peor, consigue que nos encariñemos con una ficticia vicepresidenta de los Estados Unidos, que no hace más que meter la pata en el —segundo— trabajo más importante del mundo.
En definitiva, una serie que merece la pena tener una oportunidad. Después de ver el piloto, nos contáis.
En definitiva, una serie que merece la pena tener una oportunidad. Después de ver el piloto, nos contáis.
Estreno en España: 20 de junio a las 22:00 en Canal +
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