Breaking Bad continúa su estelar recorrido con el tercer episodio de esta temporada, que poco a poco va exponiendo los principales conflictos que veremos las próximas semanas aunque sin atreverse a decidirse por uno en particular —faltaba más—. De nuevo, un episodio a la altura de la serie que además nos deja otro de sus experimentos visuales, marca de la casa, y mucha tensión programada para Heisenberg y sus enemigos, aunque encara un desarrollo desconocido y confuso, con razón, para los espectadores.
Pero, ¿cuánto tardaremos en descubrir el verdadero sendero de esta última temporada? Si nos atenemos a la historia, será cuando menos lo esperemos y, a su vez, cuando las tramas necesiten un revolcón. Tengamos paciencia y, mientras tanto, disfrutemos.
El pobre Jesse
No sé a dónde va a parar Jesse, pero Walter sigue controlándole con mano firme aunque invisible para que esté a su disposición. Y lo más preocupante es que a pesar de que lo hace por los motivos de siempre, parece —aunque puede ser que esté actuando, que también tendría su lógica— que Walter sí que siente un verdadero aprecio por su compañero.
Es falso, no obstante, ese trato de igualdad que Walter impone a su relación, que viene maquinando desde su conversación final de la pasada temporada, en el que parece respetar a su aprendiz como nunca lo hubiera hecho. El científico sabe que para lograr una buena relación con su cómplice —como descubrió Fring antes que él— no hay que imponerle normas ni comportamientos, sino darle rienda suelta y tratarlo con falso respeto. Pero, una vez más, no sabemos hasta qué punto estas concesiones del señor White son legítimas.
Sin duda, Walter sigue manipulando a Pinkman, y este cae a la primera de cambio por la nueva dinámica que ha establecido con su maestro. De hecho, hasta llega a romper la relación con su novia Andrea cuando Walter le pregunta amistosamente si ella sabe algo de lo que hacen a escondidas, cuando su verdadera intención era alejar al pequeño Brock y a su curiosa madre de su oscuro y repugnante secreto. ¿Cuándo despertará Jesse?
Quizás la pequeña y oculta advertencia, aunque grave, que le hace Walter empiece a sentar las bases de ese nuevo sendero de descubrimiento. Volver a sacar el tema del asesinato de Victor por Gus —recordemos la escena del cúter—, a pesar de que ninguno de los dos sabía las verdaderas razones de esa muerte, sólo tiene como función la de recordarle a Jesse que un fallo se puede pagar muy caro. Se refiera a Mike —de cara a Jesse, como ha hecho esta vez— o se refiera a Jesse, creo que las intenciones están muy claras.
De vuelta a la cocina
Con la resignada asociación de Mike al nuevo negocio de Walter y Jesse, una nueva entrega de meta azul comienza a prepararse, pero la tensión entre los nuevos compañeros de negocio es más que evidente desde el primer momento. La condición de Mike de ser él quien lleva el negocio —y que cree que puede hacerlo por encima de su nuevo colega— es en principio aceptada por Walter pero él tiene su propia condición en mente: ser él quien controle a Mike. Preguntarse quién es más ciego de los dos es lo mismo que hacer una apuesta por ver quién está más calvo.
Sea como fuere, finalmente los tres pelados son llevados por Saul Goodman en un tour por posibles fábricas de meta —incluyendo el Lazer Base, cómo no—, pero ninguna cumple con los requisitos que piden. No es hasta que Walter se fija en unas lonas cuando caen en la cuenta de que el mejor método para cocinar —y para darle algo de vida a esa dinámica que conocemos de sobra— es aprovecharse de las casas que están siendo desinfectadas, por lo que el sociable Goodman les pone en contacto con una empresa de estas características y al poco tiempo están instalados y "cocinando" el oro azul. Mención aparte la aparición de Jesse Plemons (Landry en Friday Night Lights) como uno de los empleados, cuyo reconocible cara quizás augure que tendrá mucho que ver en el futuro de nuestros chicos. Y mención aparte, también, la increíble escena de la cocina propiamente dicha.
Sin duda, la escena del reparto de los beneficios semanales se lleva toda mi admiración. Del dinero total, cuya exorbitada cifra no recuerdo, y dividido en tres cantidades —para Walter, Jesse y Mike— la antigua mano negra de Los Pollos comienza a repartir dividendos entre cada una de las partes que participan en la fabricación y distribución de la droga. Walter se queja con los primeros, los transportistas, pero tras ceder con ellos acaba viendo cómo sus lucrativas ganancias van desapareciendo ante sus ojos. El colmo llega cuando Mike descuenta el "hazard pay", la paga extra que reciben los encarcelados para que no desvelen los secretos del negocio de Fring y, por tanto, no pongan en peligro su propio futuro. Incluso Jesse tiene que intervenir para que Walter y Mike lleguen a un acuerdo, para que el peligroso Walter acceda a hacer lo correcto y deje de insistir en que ese pago lo tendría que hacer solo Mike. La ambición de Heisenberg está llegando a terrenos insospechados, e incluso llega a resultar confuso que si lo que hace es por el dinero o porque no está en su mano el poder de decisión en esta asociación. ¿Controlará finalmente el negocio, como le aseguró a Goodman? No sin sangre o mucha, mucha inteligencia.
Mención aparte, la alegría de volver a ver a Skinny Pete y a Badger comprando material para la causa. ¿Y el talento oculto de Pete, cómo os deja?
La señora de morado
Marie Schrader siempre me ha parecido un personaje fantástico al que se le ha dado menos importancia de la que merece, siempre a la sombra de sus propios pecados —esa cleptomanía que nunca nos llevó a ninguna parte— o de su marido, del mismo modo que, aunque a veces lo olvide, siempre he pensado que sería mucho más relevante de lo que prometía ser. No en vano, la señora de morado, ese color que la ha definido en una serie donde la atmósfera es de color verde —con pequeños matices como el azul de la droga o el amarillo de los trajes— podría seguir a la simbología de su tonalidad y acabar convirtiéndose en un personaje que sepa capaz de combatir el miedo y aportar la paz que tanto necesitan los White.
Por eso, cada vez que se involucra como buena cotilla que es en un asunto personal de sus familiares, me paro a pensar qué aportará a la trama. En este caso, descubrir que su propia hermana está pasando por uno de los momentos más difíciles de su vida, le lleva a acudir a su cuñado, ya sea por amor fraternal o por malsana curiosidad, para descubrir qué ha vuelto a sucederle a los suyos. Y no olvidemos que Marie, aunque siempre se trague todas las mentiras que le cuentan, sabe también más de lo que parece. O eso creo.
Y vuelve a ser engañada porque Walter White es tan buen actor que es capaz de conseguir mentir incluso con una verdad; tergiversar la realidad de manera que, después de todo, el muy cabrón quede por encima de los demás: convencer a Marie de que, a pesar de la desconfianza que él mismo produce, la culpable de la propia depresión de Skyler es ella misma, que tuvo una ilícita aventura con el torpe Beneke, quien posiblemente nunca vuelva a andar. Y que después sea capaz de mirar a la cara a su mujer, prisionera de sus propias emociones, no tiene perdón alguno. Sin duda, oro puro las escenas de Cranston y Gunn.
No obstante, sigo pensando que a pesar del terror de Skyler, ésta está maquinando su propia salvación. Aunque las cosas se le pongan cada vez más feas —como ese regreso a casa de su inestable marido— su prodigiosa cabecita está pensando en una salida drástica a su propio infierno. ¿Será Marie su única salida?
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Sí, ya sé que he vuelto a enfocar el análisis a través de los secundarios de Breaking Bad y no con su protagonista, pero creo que por primera vez vemos con más claridad la personalidad de Heisenberg y el deterioro moral de Walter a través de sus efectos en los demás. Y lo que es más interesante: Walter de momento es la constante de una serie de relaciones —a Jesse, Hank, Mike, Skyler y Saul les sumo ahora a Marie y a Andrea— que, en cuanto comiencen a desestabilizarse con la furia de nuestro protagonista, lograrán que el golpe de efecto hacia Walter sea más fuerte que nunca.
Igual no es así, pero para mí está muy claro.
O quizás mueran todos, como en Scarface. "¿No morían todos en esta película?"
Buena semana, bitches.
Creo que el detonante del flashforward del primer episodio lo hemos visto aquí. De nuevo, Walter pone otra fachada sobre sus verdaderas intenciones. Creo que llegados a este punto todos estamos de acuerdo en que el dinero le importa un carajo. Lo que quiere es el poder que eso conlleva, y que aún con todo el dinero que ha amasado en un solo año y después de haberse cargado a Gus, aún haya alguien que dirija el cotarro por él, en este caso Mike, le saca de sus casillas. Su ego ya le delató cuando en la temporada pasada, en una cena con su cuñado, corrigió a este de sus erróneas conclusiones sobre Heisenberg, todo para llevarse la atención a sí mismo, ante la cara petrificada de Skyler. De nuevo, Heisenberg no tolerará que alguien lo insulte.
ResponderEliminarMe ha hecho mucha ilusión volver a ver a Marie. Como tú dices, este personaje cayó en saco roto no se sabe muy bien por qué, y verla manipulada por Walt -otra vez- me dan ganas de que alguien, por fin, hunda a este miserable que creo que, a estas alturas y de forma muy inteligentemente llevada por los guionistas, ya no despierta empatía ni simpatía a nadie.
Lo que yo me pregunto es cómo hará Walter para ser él quien dirija el cotarro: ¿tratará de acabar con Mike o dejarle de lado? Y lo que es mejor, sin Mike estarían perdidos aunque eso es algo que Walter no lo sabe.
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