Breaking Bad es como su propio protagonista, Walter White: impredecible. Si la quinta temporada de la serie pedía a gritos un empujón, en tan solo un capítulo no solo ha conseguido cumplir este objetivo, sino que ha dado modificado totalmente nuestras expectativas. Si hasta ahora hemos visto a nuestros personajes convivir en falsa armonía a la espera de que una bomba explotase (Walter), en apenas media hora no solo una sino varias bombas han hecho aparición y han dado la vuelta a todo lo planteado en los cinco episodios anteriores. Personalmente, Buyout se ha convertido en uno de mis episodios favoritos de toda la serie por consolidarse como el punto de inflexión modélico para cualquier drama pero, claro está, habría que cuestionarse si este espectacular giro de guión no resulta apresurado e incluso fuera de lugar, forzado por la perniciosa estructura de ocho episodios que por fin ha hecho acto de presencia y no de la mejor forma.
El negocio de un imperio
El detonante de todo esto, inexplicablemente, era el niño que el inconsciente de Todd mató el episodio pasado con la intención de que no descubriera su fantástico golpe al tren. Tras el incidente, resuelto con mecánica profesionalidad —hasta Todd salva la vida, lo que acaba por sorprenderme— gracias a unos barriles que nos suenan demasiado, todo parece seguir sobre ruedas, pero nada más lejos de la realidad.
Por un lado, ya sabemos que el pobre Jesse no lo tiene fácil para lidiar con la muerte. En tan solo un año ha perdido a algunos de los suyos e incluso tuvo que apretar el gatillo en una ocasión, con penosas consecuencias para su salud mental y moral. Además, la muerte de un niño estuvo cerca de acecharle la pasada temporada y que ahora haya muerto otro bajo su responsabilidad es algo que no puede soportar. Y, por primera vez, el joven Pinkman se rebela ante la posibilidad de que otra muerte acabe con él.
A Mike posiblemente la muerte de un ser humano —me gustaría conocer ese trasfondo del personaje, por cierto—, sea de la edad que sea, no le afecte lo más mínimo, pero ante él se encuentra un grave problema: la DEA está tras sus pasos y ni el negocio ni su propia seguridad pueden permitirse seguir jugando con ese fuego.
Ambos planean una encerrona a Walter: quieren salir del negocio. "¿Cómo? ¡si apenas han comenzado!" se pregunta tanto Walter como nosotros, pero en el fondo entendemos las razones. Incluso Walter, pero su propio orgullo vuelve a salir a la luz para luchar por la posibilidad de convertirse en el emperador que tendría que haber sido desde su juventud. Como le dice a Jesse, no está ni en el negocio del dinero ni en el de la droga, sino en el del poder. Y da igual como lo maquille, ni que hable de sacrificios (Grey Matter) o que ponga excusas para justificarse, porque sabemos que acabará mal.
Todos ganan
La salida del negocio no iba a ser fácil, principalmente porque Walter no lo iba a permitir. Intentó razonar con Jesse, incluso manipularle, pero por primera vez la propia conciencia del chico ganó la partida.
Mientras, Mike elaboraba su plan: vender dos tercios de la metilamina robada a otro traficante de droga, de modo que tanto Jesse como él saldrían a cinco millones por cabeza. Incluso Walter podría vender su parte si quisiera, pero era de imaginar que se iba a negar. Él creará su imperio, aunque sea en solitario.
Así conocemos a Declan (Louis Ferreira, SGU), un traficante que a primera vista parece bastante tranquilo y razonable, pero que rápidamente pone una pega: él quiere la demanda de la droga azul, y no accederá a comprar la sustancia química si Walter no vende también su parte. Y si ambos quieren lo mismo, habrá problemas.
De esto Walter no sabe nada, pero sí sabe que los 1000 galones de metilamina le harían dueño del mundo. Desafortunadamente para él, Mike también lo sabe, y para que no peligre su nuevo negocio —para el que tiene tan solo 24 horas para concretar, gracias a sus problemas con la DEA— se ve forzado a capturar a Walter y apresarlo en su guarida. Pero el señor White es listo, muy listo, y consigue escaparse —en otra maniobra que hará las delicias de los que critican la verosimilitud de esta temporada— y forzar la situación que tanto estaba deseando: la de que todos ganan. ¿Cómo será?
Porque una cosa está clara, aquí no hay medias tintas, y no hay una solución que satisfaga a todos.
Témpanos de hielo y comida congelada
Skyler buscaba una salida a
su situación, y no sabía muy bien cómo lograr hacerlo. Gritó, lloró,
maldijo y, por último, se resignó, y es que ni uno solo de sus planes
parecía dar resultado. Pero todo está por cambiar y cada vez está más
claro: no hay nada más peligroso, a excepción de Heisenberg, que una
Skyler motivada y parece que por fin la señora White ha encontrado
inspiración.
Su presencia en Buyout en tan solo
dos escenas ha reforzado al personaje más que en toda la serie. Primero,
visita a su hija en casa de Marie y no puede evitar —o sí, pero puede
que solo quisiera llamar la atención sobre su situación— desmoronarse
delante de su hermana balbuceando sobre sus inseguridades y miedos,
dejando caer que si sus hijos no pueden vivir con ellos es porque
vivirían en peligro. No obstante, nuestra amiga Marie, como siempre
incapaz de cerrar la boca, le suelta a Skyler el secreto que le contó
Walt: el de su affaire con Ted y cómo éste es la razón de su
depresión. La señora White no dice nada pero por sus ojos pasa una
chispa —¿se va a reir? ¿va a llorar?— que rápidamente demuestra lo que todos estábamos
esperando: que, al igual que su esposo, su principal motivación es su
orgullo, y que una afrenta como esa es suficiente para recuperar a la
vieja Skyler.
Lástima que el pobre Pinkman, que acaba
en una encerrona en casa de los White, sea el primer testigo de su nueva
furia. En una cena que ya se ha convertido en leyenda, Jesse se deshace
en halagos para tratar de caldear el gélido ambiente familiar mientras
la señora White bebe vino como una profesional, dejando muy claro que
por mucho que haya cambiado su relación con su marido, también presente,
ella también tiene mucho que decir.
Ahora bien, ¿será suficiente la nueva motivación de Skyler para salir airosa de su situación?
*
Como hemos visto, en apenas un episodio Jesse y Mike dejan el negocio y "vuelven" a él, Skyler ha encontrado una nueva motivación, Mike se ha granjeado un nuevo interés por parte de la DEA y hemos conocido a unos nuevos y potenciales enemigos de Heisenberg. Sí, demasiado rápido.
No obstante, esto tiene su punto positivo, y es que ahora mismo Breaking Bad se encuentra en el escenario perfecto para darnos un fin de (media) temporada de excepción. ¿Quién decía que la quinta temporada necesitaba más garra?
Por cierto, no lo recordaba pero hoy me lo han recordado. La canción que silba Walter y que mosquea a Jesse es 'Lily of the Valley' de Queen. Lily of the Valley (lirio del valle) también es la planta cuyas bayas utilizó Walter para envenenar a Brock. ¿Se habrá dado cuenta Jesse de que no es una coincidencia?
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