¿Hay alguien virgen en la sala? Después de ver alguna serie de J.J. Abrams, desde luego que no. Y es que más allá de Alias, todo lo que este hombre ha escrito, dirigido y/o producido tanto para televisión como para cine ha supuesto una violación al espectador digna de pena capital.
El último abuso que estamos sufriendo se llama Revolution. Que sí, que no es de J.J., sólo ejerce de productor, que el sólo firma todo lo que sale de su productora, que el creador es .....whatever. Quién no es capaz de ver similitudes más que evidentes en todos los productos que llevan su nombre en algún lugar de los créditos es aquel que simplemente no quiere verlas. También es cierto que la fórmula Abrams ha visto la luz y cualquiera es capaz de calcarla: mezcle una premisa pretenciosa, necesario de alto (altísimo) presupuesto y con giros argumentales imposibles y ¡bum! obtendrá su propia serie de J.J. Abrams. No se preocupe si luego no sabe resolverla, simplemente acabe con un final emotivo, en plan reunión de personajes, y la gente olvidará por completo la aparición de osos polares en una isla tropical. Si es usted aún más afortunado, ni siquiera tendrá que pensar en eso, puesto que su serie será cancelada y con ello, acabará en la sección de culto durante las dos próximas décadas.
Ahora centrémonos en este nuevo elemento post-apocalíptico que nos traemos entre manos. A pesar de que parezca no simpatizar con el amigo J.J. (no tengo nada personal contra él, todo mi odio va dirigido a Damon Lindelof), este producto ha supuesto una pequeña revolución, como bien indica su nombre. Desde luego me remito más allá de la revolución que está suponiendo para la NBC, que hacía lustros que no veía audiencias tan altas en su parrilla de ficción (todo un sinsentido teniendo en cuenta que emite las mejores comedias de network y de cable de la actualidad), me remito al contenido del producto. Puede que sea verdad, al fin y al cabo, que la serie realmente sea del tal Eric Kripke, teniendo total libertad para desarrollar su historia sin la tutela de Abrams (inserte aquí su risa). Ese misterio es lo que me mantiene enganchada.
Si Lost aguantó el tirón de calidad y audiencia gracias a la constante evolución de los personajes (único motivo por el que tengo un recuerdo medio bueno de la serie), Revolution presenta el casting más amorfo que he visto en mucho tiempo. De verdad que no tengo nada en contra de los malos actores —disfruto cantidad con los duelos de miradas al infinito de Maggie Q y Shane West en Nikita— pero esto es claramente otro nivel. Una protagonista con menos expresividad y carisma que un cadáver busca desesperadamente a su hermano menor, un jovencito que, tras conocerlo, bien desearíamos que lo abandonaran a su (mala) suerte. Un gordo graciosete que sólo cumple con el primer apartado de su descripción, y Giancarlo Esposito... haciendo de Giancarlo Esposito. Cómo llegaron a pasar el casting semejantes monstruos de la interpretación (literalmente) se ha convertido, para mí, en el mayor misterio de esta serie, más allá de por qué no hay luz.
Tras seis episodios emitidos hasta la fecha, mis conclusiones sobre la serie son positivas. Antes de acusarme de bipolaridad severa, permítanme explicarme. Parece que esta vez el espectador no será engañado, y eso es de agradecer. Revolution empezó con una premisa muy potente que en seguida me hizo esperar lo peor, pero que ha ido limitando a un sólo camino todas sus posibilidades: La vida después-de. Un nuevo mundo nace tras el apagón. Nuevo sistema gubernamental, nuevo estilo de vida...eso es lo que nos están explicando hasta ahora, y eso es lo que quiero que me sigan explicando. Pequeñas pinceladas en cada capítulo con la excepcional Elizabeth Mitchell son agradecer por dos motivos: primero, porque nos da la confianza de que el por qué se fue la luz y si es posible traerla de vuelta son cuestiones que los guionistas se hicieron y respondieron antes de presentar este proyecto, y segundo, por Elizabeth Mitchell, la única actriz que actúa como persona y no como un cylon defectuoso.
En definitiva, Revolution me entretiene y me divierte, pero por encima de todo, no me hace esperar nada más. Quiero pasar unos cuantos años más viendo escenas de acción irrisorias y escuchando diálogos de vergüenza ajena. Sólo espero que Abrams también sea capaz de contentarse con un producto mediocre en todos los sentidos y que no lo convierta en un circo. Poca fe tengo en ello, la verdad. Temo que esta relación consentida que tengo por el momento con Revolution se convierta, de repente, en una violación.
Lo de los personajes es de vergüenza... parece que han rifado los papeles en la tómbola y sólo han dejado participar a los malos, porque vaya tela.
ResponderEliminarLo que es la historia de Revolution me gusta y me parece un buen tema, si te abstraes de las actuaciones se puede hasta disfrutar. Como serie me gusta, como obra interpretativa es un horror.
Pues a mí Revolution no me disgusta (no del todo), al menos va de cara y parece que ha superado aquello de ser la nueva "algo". Además, todo lo que firma Abrams tampoco es igual, ahí tenemos Fringe que es un lujazo de serie :)
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