No, no hemos contado mal. Aunque el matrimonio protagonista de esta serie de la HBO (2006-2011) se compone de cuatro personas, es la relación entre las tres hermanas-esposas la mayor muestra de amor, de "gran amor" que caracteriza, y da título, a esta ficción.
Sí, Big Love es densa, incomprendida, complicada y, sobretodo, bizarra, pero es consecuencia de fabricar un producto imparcial, respetuoso y didáctico basado en un tema polémico, desconocido y tremendamente complejo como lo es la religión, religión mormona, para más inri.
Mientras otros showrunners como Ryan Murphy o Aaron Sorkin nos intentan adoctrinar a cada frame que pasa en alguna de sus creaciones, Mark V. Olsen y Will Scheffer, un matrimonio gay de creadores, consiguieron realmente hacernos poner en la piel de unos personajes que, como ellos, sufren persecución por creer en un modelo de familia cuanto menos ordinario.
Bill Henrickson
Esta fe religiosa que cuenta con su asentamiento en el estado de Utah, reúne muchas características propias del sueño americano. La principal, la del "self-made man" (hombre hecho a sí mismo). Siendo una de las Iglesias más ricas del país gracias a la contribución obligatoria del diezmo por parte de sus feligreses, entre sus miembros figuran personalidades de gran portento económico. El empresario Henrickson debe hacer verdaderos malabarismos para mantener tres casas, tres esposas y todos los hijos que ello produce (el mormonismo en general no aprueba control de natalidad de ningún tipo). Pero su buena mano para los negocios nunca ha sido del agrado de su suegro, Roman Grant, a la vez profeta de Juniper Creek, la secta polígama donde Bill creció, y de la que fue expulsado cuando sólo era un adolescente.
Será esa sed de ambición inagotable la que causará la perdición de Bill, un buen hombre, con buenas intenciones (en contraste con la idea de machismo exacerbado que uno podría hacerse de un polígamo, Bill realmente se desvive por complacer a sus mujeres en todos los aspectos posibles) pero incapaz de renunciar a su poder en favor de la paz de su familia. Sus constantes planes de gran envergadura (la creación de un casino, la elección de una nueva esposa, su intromisión en la política o su lucha contra Juniper Creek) causaran grandes brechas en su familia y harán que su propia vida corra peligro.
Barb Henrickson
A diferencia de Bill, Barb fue criada en la Iglesia oficial del mormonismo (LDS) con lo que jamás creía que acabaría aceptando un estilo de vida que le causaría (y que le causó) la ex-comulgación y el rechazo absoluto de su familia. Única esposa oficial de Bill y madre de sus tres primeros hijos, sufre en silencio. Su propia desgracia (un cáncer) se convirtió en una revelación divina para su marido, y es que la imposibilidad de concebir de nuevo tras la enfermedad fue lo que arrastró a Bill a retomar el "principio" de matrimonio plural con el que había sido educado desde niño y que había ignorado hasta ahora.
Total reflejo de la frustración y la sumisión forzada, Barb siempre parece molesta en tener que compartir su marido y su propia vida con otras mujeres. A nivel espiritual no está convencida de que su estila de vida sea el que Dios aprueba, ni tampoco se muestra satisfecha con muchos mandamientos que parecen ir en contra de sus deseos, como la prohibición de la ordenación de mujeres. Mientras Bill parece cada vez más convencido en que todos los obstáculos que debe pasar la familia les acercan más a cumplir los requisitos divinos, las dudas internas de Barb (y los celos) van en aumento.
Nikki Grant
Escoger la hija de Roman Grant como segunda esposa era una fuente de problemas asegurada. La familia Grant en general, Nikki incluida, con gran tendencia al desequilibrio mental, fue el hilo conductor de las mejores tramas de la serie. Un malvado suegro con incontables casos de abusos sexuales de menores disfrazados de matrimonios a sus espaldas —el de su propia hija Nikki incluido—; un cuñado, Alby, roto por dentro debido a su homosexualidad reprimida; y la misma Nikki, una esposa rígida, fría y conservadora incapaz de posicionarse del todo ante el estallido entre su marido y su padre. El personaje más complejo y evolutivo de la serie debía estar interpretado por una actriz musa de la ambigüedad y la extravagancia: Chlöe Sevigny.
Margene Heffman
Ante la amargura de Barb y la tirantez de Nikki, Margene supone la inocencia del trío. La única sin background religioso y, con ello, ningún tipo de remordimiento o duda interior que comprometa sus decisiones, su dedicación simbolizada en bautismo en la primera temporada, más que a Dios, es a su nueva familia. Marge acepta formar parte de la familia, y si ello implica aceptar formar parte de una religión que no aprueba la cafeína ni el alcohol, que así sea. Su flaqueza espiritual siempre la enfrentará con el resto del elenco (Bill y ella incluso mantuvieron relaciones sexuales antes de casarse) y la excluirá de las decisiones importantes del matrimonio conjunto. Esa marginación la hará buscar con ahínco amigos fuera del círculo familiar —y, por tanto, desconocedores del secreto— e incluso una nueva esposa para Bill.
Caras conocidas
Digna de la cadena que la producía, Big Love contaba con un elenco de auténtico lujo. Más allá del cuarteto protagonista, de auténtico diez, los numerosos secundarios que componían el cuadro le daban aún más riqueza a la serie. Antes de que Amanda Seyfried apareciera en todos los bodrios de Hollywood, fue la hija mayor de los Henrickson que, aunque aceptaba el estilo de vida de sus padres, no lo veía para ella. Precisamente su desvío de las normas aprendidas en casa vino de mano de Aaron Paul, que interpreta a un ex-mormón que acaba convirtiéndose en su (único) marido. También tuvo su espacio Mireille Enos, que antes de saltar a la fama con The Killing interpretó no uno, sino dos papeles en Big Love. Precisamente uno de sus personajes (interpretaba a dos hermanas gemelas) protagoniza una de las escenas más desalentadores de toda la ficción. Zeljko Ivanek (Damages), Anne Dudek (House M.D.) o Sissy Spacek (Carrie), entre muchos otros, también se pasaron por la serie.
Diccionario teológico
Lo primero que debemos saber para comenzar a reorganizar nuestra mente es que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, o LDS, sólo supone una de las muchas instituciones que componen el mormonismo, eso es, la fe religiosa basada en el Libro de Mormón, escrito por Joseph Smith. También la serie nos hace diferencia entre los diferentes colectivos polígamos, condenando claramente la poligamia practicada en comunidades como Juniper Creek, donde menores de edad son obligadas a contraer matrimonio con hombres mucho mayores. No es esa la poligamia que observamos en el hogar de los Henrickson, donde las tres mujeres aceptaron libremente sumarse a la causa de Bill. Big Love también nos ilumina en cuanto al desmesurado control que ejerce la iglesia LDS en el estado de Utah, sobretodo en la última temporada.
La apostasía, la ex-comulgación, el sexo, la pérdida y la ganancia de la fe —principalmente por parte de los hijos adolescentes— o la homosexualidad serán temas que se trataran siempre desde el punto de vista que la sociedad de Utah tiene al respecto, con lo que antes de entrometer nuestros propios pensamientos, siempre será mucho más provechoso indagar qué dicen sus leyes religiosas respecto al tema. Tal vez, aunque sólo sea para entender una cuarta parte del temario de esta serie, nos sea provechoso escuchar un par de minutos si unos misioneros nos tocan a la puerta.
El mayor escaparate —antes de la aparición del ya olvidado Mitt Romney— de una religión prácticamente desconocida fuera de Estados Unidos tuvo precisamente un final prematuro debido a la gran presión que la Iglesia ejerció para la finalización de la serie, debido al posible error de la audiencia al relacionar la poligamia con los LDS. Aún así, la eutanasia era necesaria. Tras tres primeras temporadas brillantes, las dos últimas, en especial la cuarta, supusieron un embrollo de tramas demasiado complejo de seguir y que, tristemente, no llevó a ningún lado (curiosa casualidad que el declive de calidad coincidiera con el cambio de cabecera que, además, denotaba visualmente la pérdida del rumbo). Aún así, su final, aunque algo agridulce, le rindió todo un homenaje a su propio nombre, un magnífico cierre a esa gran historia de amor narrada durante cinco años: un triángulo de amor bizarro.
Sin duda, una de mis series preferidas! No hay un solo episodio de Big Love que no me guste.
ResponderEliminarAunque habría sido perfecta con una sexta temporada, la quinta comprimió tramas de mucho peso en muy pocos episodios, y no pudieron desarrollarlo tan bien como en las anteriores.
Más que una sexta, puede que hubiera dejado las dos últimas temporadas en 13 episodios en vez de la reducción a diez. Pero igual que tú expresas, mi amor a esta serie me hubiera hecho ver todas las temporadas que hubieran estado dispuestos a emitir. La sigo echando muchísimo de menos.
ResponderEliminar¡Qué buen análisis! Big love es una de mis series preferidas de todos los tiempos, creo que es una obra maestra! Por ser tan pintoresca, por su excelente reparto, y sobretodo por ser tan "abrecabezas": la comencé viendo con bastante rechazo y muchas ideas preconcebidas sobre lo que podría ser la historia de una familia polígama, y realmente logró engancharme con cada episodio y finalmente logró hacerme comprender el sentir y el modo de vida de estas personas, tan distintas y tan desconocidas para nosotros. Lamenté su final, me hubieran gustado más temporadas...
ResponderEliminarYo aún recuerdo la primera vez que la vi. En el piloto, cuando Bill entra a casa y va dando un beso a sus esposas una a una, dije: PERO ESTO QUE ES. Luego lo entendí, nunca lo aprobé, pero lo entendí. Todo un "abrecabezas", como bien dices. Muchas gracias!
ResponderEliminarMi principal problema con esta serie era Bill Henrickson. Nunca le aguanté, pero supongo que esa es la gracia
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