Now the story of a family whose future was abruptly cancelled and one son that had no choice but to keep himself together.
No voy a negarlo. Un servidor, como tantos espectadores de la —temporalmente— renacida Arrested Development, le dimos más cancha de la que se merecía. Pero, ¿acaso no fue una reacción lógica? ¿no merecíamos un nuevo vistazo a esa serie de culto "bruscamente cancelada"? En ese sentido, la gran responsable de su regreso, Netflix, se ha merecido cada uno de los pocos aplausos que se ha recibido la nueva temporada, gracias a su buena y eficaz promoción que ha conseguido que todos y cada uno de nosotros hiciéramos un hueco de nuevo en nuestra memoria para la familia Bluth.
Ya ha pasado tiempo desde el estreno de la cuarta temporada —siguiendo el modelo de la cadena de emitir las temporadas de golpe—, pero he querido darle un margen. Al fin y al cabo, aunque los Bluth no hayan tenido la consideración de hacernos disfrutar su regreso, tampoco me parecía justo despedazar tan rápidamente sus nuevas historias. De hecho, tengo muy claro que a pesar del fracaso que ha supuesto para mí y para tantos otros, esta cuarta temporada colaborará en extender el culto a Arrested Development en unos años. Es ley de serie.
Siendo sinceros, el regreso de Arrested Development ha dejado mucho que desear. Han conseguido ofrecernos algunos momentos estelares a pesar de los problemas que llevaba a la espalda la producción de la serie —principalmente, los compromisos profesionales del reparto—, eso es cierto, pero ese gran problema —algunos personajes apenas sí han tenido relevancia— ha ido de la mano del gran error que ha sido la estructura de la temporada: episodios divididos por personajes, unos mucho más flojos que otros y unidos por unos nexos frágiles que en ocasiones se han revelado tras horas de metraje, olvidando que el espectador por antonomasia posee un factor memoria bastante reducido.
No obstante, quizás el mayor error fue creer que ese "luego te cuento" sería tan cómico como podía parecer en un primer momento. Arrested Development siempre ha jugado con este tipo de estructuras argumentales entretejidas, aunque siempre a escala episódica —que incluso mejoraba si volvías a ver— y no a una escala tan amplia. El factor memoria, como he dicho, es importante, pero este tipo de diseño requiere mucho más cuidado y eficacia, y aquí no ha funcionado siempre tan bien. ¿Cuánto hemos tardado en saber que quien le daba consejos a Lindsay era Maeby, por poner uno de tantos ejemplos, y cuántos episodios han pasado para saberlo? El tiempo suficiente como para que pierda toda su gracia. Creo que Mitchell Hurwitz y los suyos confiaban en que el espectador estuviera más pendiente del desarrollo de la serie, un trabajo extra además del de lograr procesar la siempre característica profundidad cómica de Arrested Development. En resumen, no saber si eres demasiado tonto o si la cuarta temporada está demasiado mal hecha... aunque tranquilos, todos estamos en el mismo bando.
Obviamente, los momentos grandes han sido tan buenos como podíamos recordar. Los episodios de Tobias y Buster posiblemente hayan sido de lo mejorcito de la temporada —aunque sean de los que menos hayan aparecido—, y los momentazos que nos ha dado Gob —incluyendo a su némesis Ben Stiller, uno de tantos cameos... la mayoría desaprocechados— también son para enmarcar. Tampoco olvidaremos la fiesta de pederastas para George Michael o el hecho de que Maeby acaba siendo la madam de su propia madre. Sí nos olvidaremos de Michael, del conflicto con Rebel Alley (Isla Fisher) y de todos sus problemas, porque el gran protagonista de Arrested Development ha demostrado que pierde totalmente los papeles cuando no actúa en compañía del reparto de secundarios.
Dicen que si ves la cuarta temporada de nuevo mejora notablemente —obvio, gracias— pero no caerá esa breva. No puedo evitar alegrarme por el regreso de una de las mejores comedias de la televisión, pero como reza el título, la verdad es que estaba mejor muerta.
pffff. hereje.
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