No voy a ser yo quien levante la mano contra todos los medios posibles a los que recurren las cadenas españolas para promocionar sus series y programas, pero lo cierto es que hay un asunto que me escama, y mucho.
Tampoco tiene mucho sentido que sea yo el que se queje, cuando ni veo televisión española —más allá de los telediarios y las religiosas reposiciones de The Simpsons— ni tengo intención de hacerlo, pero al coincidir oferta y demanda en ese micromundo que son las redes sociales, la mayoría de los mensajes promocionales me acaban llegando de una forma u otra.
En mi humilde opinión, creo que la promoción televisiva de una serie hoy en día posee características similares al "boca a boca" de toda la vida. Tan solo ha cambiado el formato. Actualmente, además de los gustos del vecino y del eco que puedan tener en los medios convencionales, los productos televisivos cuentan con la ventaja de la Web 2.0., y miles de potenciales espectadores pueden recibir esos mensajes promocionales en apenas un puñado de caracteres. Aun así, el cambio de formato también requiere nuevas consideraciones y, por ende, nuevas formas de influir en los públicos. Cuidado con esto.
Entiendo que la simplificación del mensaje requiere que éste sea, por derecho propio, lo más escueto, impactante y llamativo posible. También entiendo que hay mucho en juego a la hora de promocionar una serie, ya sea una producción original o adquirida en la que se ha invertido, en uno u otro caso, una considerable cantidad de dinero.
Lo que no entiendo es la razón por la que, para lograr el impacto requerido, sea necesario engañar al público.
Hace unos días leía la promoción de una serie de estreno —cuyo nombre no diré porque lo de señalar con el dedo está muy feo—; una promoción que el canal decidió acompañar de la coletilla "el fenómeno televisivo del año". No es la primera vez que nos encontramos con exageraciones como las de este caso, y es que tiene sentido que con el boom existente en la actualidad en todo lo referente a las series de televisión, hablar de un "fenómeno televisivo" es tan vacuo como realista. ¿Cuántos fenómenos televisivos hemos visto en los últimos cinco años? ¿y cuántos lo son en realidad?
Pero la cuestión no es esa, sino que esta serie se había estrenado prácticamente al mismo tiempo en Estados Unidos, en España y en otro puñado de países —lo cual es digno de aplauso, todo sea dicho—. ¿Cómo podemos hablar de una serie de éxito si todavía no se ha emitido, si ni siquiera tenemos las audiencias en la mano como para decir tal cosa? Negligencia es una palabra muy fea, pero si digo que tienen un morro que se lo pisan me quedo tan ancho. Obviamente, la mayor parte de los receptores de la campaña pasarán por alto este hecho, se aferrarán a la coletilla de rigor, y con toda suerte le darán una oportunidad a la serie. Justo, pero doloroso.
Desafortunadamente, no es el único ejemplo, pero hay casos peores. Hablaremos algún día del maltrato a las series extranjeras, también muy de moda.
Estoy a favor de promocionar el consumo de series. Como para no, a eso me dedico. Ojalá el día de mañana todas las series procedentes de Estados Unidos u otros países que vemos a través de métodos poco legítimos pudieran ser emitidas con poca diferencia en nuestro país —algo que se está poniendo, gracias a Locke, de moda—; hasta entonces queda un largo recorrido y primero es necesario que la incipiente cultura televisiva se consolide, si es que acaba por hacerlo —quién sabe, igual las series se pasan de moda—. No obstante, en este sendero de legitimación de las series de televisión, que va unido irremediablemente a la emisión de grandes series y a sus correspondientes campañas promocionales, hay formas y formas de actuar, y creo sinceramente que a día de hoy y, a pesar de todo, se puede traspasar la barrera de los 140 caracteres para conseguir atraer a un público de una forma más decorosa y, seguramente, más eficiente. Nuestro país es todavía un novato a la hora de promocionar estos productos, pero deberíamos fijarnos en todas esas acciones que hacen al otro lado del charco para vender todos esos mal llamados fenómenos.
Sin desprestigiar el mérito de los departamentos de comunicación o de las agencias publicitarias a las que recurran estas cadenas, creo que hay que esforzarse no solo por vender, sino por crear verdadera expectación, necesidad y pasión por un arte que a día de hoy nos tiene enamorados. Más anuncios, más presencia en prensa, más interés por convencer a los influyentes bloggers televisivos —y no solo a un puñado de ellos que invitas a un pase privado— que son los que llevan el pulso de una buena distribución, más acciones repletas de originalidad e impacto que se queden en nuestro recuerdo —como por ejemplo éstas— o, en definitiva, más formas de llegar al público potencial. Fidelizar al espectador desde el comienzo, algo que en materia de series es realizar la mitad del camino, y que se puede realizar con una buena comunicación. Una correcta gestión de la comunicación es vital, necesaria y predominante en materia de promoción televisiva, pero es inútil si no se fomenta sobre una base real. Potenciemos emociones, pero no mentiras.
No quiero volver a oír hablar de un fenómeno televisivo, quiero ser parte de ese fenómeno televisivo.
Juega con la historia de la serie. Véndeme a un personaje singular. Prométeme acción, risas o carcajadas. Háblame de su famoso actor protagonista... pero, ante todo, sé sincero conmigo, porque al fin y al cabo, el que tiene el mando soy yo y hoy en día hay más series que longanizas.
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Por cierto, sé que os gustan nuestra sección Filosofía Seriéfila, la cual lleva un tiempo bastante abandonada. A nosotros también, pero nos falta inspiración. No dudéis en pedirnos un tema del que hablar y nos pondremos manos a la obra.
Aún recuerdo cuando HBO vistió de los años 20 el metro de NY durante unos días. Otro nivel en cuanto a promoción. A ver si aquí aprenden a cuidar un poquito más el producto que nos intentan vender
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