Filosofía seriéfila (XX): ¿El patrón del mal?

Esta mañana leía en El País un artículo de opinión de Elvira Lindo y, si bien no me ha quedado muy claro el trasfondo de su discurso, sí me ha provocado cierto rechazo por motivos tan obvios como cómicos. Os cuento:

El patrón del mal, que así ha gustado titular la periodista con motivo de recomendar una serie colombiana que encontró de casualidad, también pretende echarnos de alguna forma en cara al resto de seres humanos que ella no solo ve series que se quedan fuera de la óptica habitual de los consumidores de este tipo de productos, sino que además se puede permitir el lujo de comprar las series que quiere y evitar descargarlas de Internet. Pues muy bien.

Lindo fortifica su homilía en el totalmente defendible hecho de que prefiere ver las series cuando salen en DVD. Hasta ahí todo bien: si no me importa con quién te acuestas, menos me preocupa cómo ves tus series. No obstante, resulta doloroso asumir el calificativo de "enfermizo" que coloca en primera plana dirigido a todos aquellos que tenemos unas ansias que son incontrolables a la hora de ver series, como demuestra el hecho de que nos las bajamos y somos incapaces de esperar a que saquen nuestra serie favorita a 30€ la temporada cinco meses después de que acabe.

No sé si me explico.

Realmente, volviendo al artículo de opinión como conjunto, no tengo ni idea de qué se le ha perdido a esta mujer por estos lares. No me queda muy claro, siendo sincero, si lo que pretende es contarnos que es una seriéfila más —pero con sus pluses— o que Pablo Escobar, el patrón del mal es un seriote que no nos podemos perder a pesar de que lo emitan en Intereconomía —id rápido a verla, por si las moscas—, pero si lo que quería era encender una vela a Dios y otra al Diablo ha fracasado estrepitosamente.

No me interesa rebatir su diatriba en contra de la piratería, pues si en algo tiene razón es en que para ser pirata tienes que tener ciertas habilidades, del mismo modo que para escribir un artículo de opinión debes haber pensado un poco más sobre el tema. Aun así, me resulta tremendamente divertido que asocie la piratería a un "consumismo incontrolado", como si realmente la culpa no la tuvieran también aquellos que pretenden dictar mi consumo pero son incapaces de ejercer ningún tipo de control sobre él. Sí, puede que la piratería se pueda resumir en “yo es que tengo derecho a todo lo que quiero y al momento”, pero mientras algunos pretenden desdeñar esa postura, yo solo puedo ensalzarla. Tengo derecho a ver las series —y quien dice series dice muchas otras cosas— que me apetezcan: dónde, cuándo y cómo las quiera ver, incluso si es con subtítulos que traducen robinhoodes —un aplauso por el ingenio— de la traducción. Y, obviamente, si de momento no hay ningún impedimento para ello, no me pienso molestar ni en calibrar otras alternativas. Esto es así.

Curioso también que Lindo mente a Netflix como si esta plataforma, al igual que tantas, existiera o funcionara en nuestro país. El consumidor incontrolado de series español tiene muy pocas alternativas a la piratería, pero afortunadamente el mercado poco a poco se va levantando ante una demanda que ha crecido enormemente en los últimos años. De momento, los canales de pago se están tomando las molestias de meterse en el bolsillo a un pedacito de espectadores emitiendo series al día siguiente de su emisión en Estados Unidos, y si bien no se hace con todas el aplauso se lo tienen ganado.

La solución no es sencilla y francamente no me preocupa —al fin y al cabo, mi alternativa me resulta mucho más cómoda... y barata— pero creo que si alguien pretende criticar a la piratería, debería evitar señalar con el dedo únicamente a una parte de la ecuación, cuando es obvio que aquí hay dos extremos que imposibilitan la igualdad. Más aún cuando el acusador no tiene ni la más mínima perspectiva o experiencia en cuanto a piratería se refiere.