Es curioso cómo han gustado tantos de titular el regreso de Mad Men como "el comienzo del fin", como si la serie de Matthew Weiner se hubiera desviado en algún momento de esa posición. Si bien uno de los grandes dramas televisivos de la última década ha regresado más desorientado y confuso que nunca, su pesimismo y, en especial, el misterio que rodea a su protagonista, han estado vigentes desde entonces. Pero estamos en 1969 y todo tiene aspecto de cambiar... y quien no sepa adaptarse al cambio, no hará otra cosa que desaparecer.
Que Don Draper aparezca con un fedora con una pluma de adorno ya es un claro indicativo de que nuestro protagonista corre el riesgo de ser el primero en sucumbir al peso del cambio. Porque nada, realmente, ha cambiado en él. La sinceridad con la que se despedía la temporada pasada no parece haber hecho mella en el personaje, que parece ha aceptado su propia infelicidad personal y profesional como última salida a una vida que ha perdido el norte (Lost Horizon) desde hace mucho tiempo. Vive en dos mundos pero no pertenece a ninguno. En cierto sentido, ya no es Don Draper: ha dejado de buscar, ha dejado de luchar. Su trabajo carece de sentido (sigue siendo el socio de una agencia que no le necesita); su matrimonio ha perdido su razón de ser... pero Don no puede dejar de ser un creativo o un marido pésimo, porque es lo único que sabe hacer. Y es por eso que se encuentra, de nuevo (porque al fin y al cabo es el cuento de siempre, pero contado de otra manera) perdido en un mundo que supuestamente estaba diseñado para dárselo todo, menos la felicidad.
Por primera vez, es Don quien claramente quiere ser Pete Campbell, y no al revés. El joven parece que incluso ha recuperado cuero cabelludo y disfruta de una vida sin preocupaciones en California, donde el sol cura todos los males y la vida es demasiado relajada. Él podría haber sido Pete, pero decidió no serlo y ahora, sin saber dónde está su lugar, no le queda otra que una vida de condenación cuya salida parece no estar marcada por carteles luminosos (si bien confío en que le ofrezcan una tarde o temprano). Nada positivo aporta esa "viajera en el tiempo", interpretada por una irreconocible Neve Campbell, cuyo personaje parece estar tan perdido en la vida como el de Don Draper... pero, como decimos, Don Draper no puede dejar de ser lo que es y tarde o temprano volverá a ser el que era, ya sea acostándose con mujeres de una noche o obrando su magia creativa aunque sea a través de la boca de otro, como es el caso de Freddy.


La agencia, por otro lado, ha sufrido un cambio radical en el corto periodo de tiempo que ha pasado desde la temporada pasada. Lou Avery (Allan Havey) es el nuevo director creativo mientras que Ken Cosgrove es el director de cuentas (otro que está "atrapado" en su nueva vida), y a pesar de que la agencia siga siendo funcional, no deja de dar la sensación de que es un desastre.
Nuestra Peggy rozó con los dedos la copa de la ambición pero ha acabado de nuevo siendo pisoteada, tropezando de nuevo con la misma piedra. En la nueva agencia no es nadie, tan solo una creativa más cuyo jefe no le mirará dos veces si no es necesario. Está, como Don, atrapada por las decisiones que tomó o dejó de tomar, pero sin duda su infelicidad resulta mucho más dolorosa que la de nuestro protagonista porque, al fin y al cabo, salir del pozo que es su vida requiere de algo más que un cambio personal. Está abandonada y sola, y la vida no hace otra cosa que darle golpes y reírse en su cara, ya sea en forma de un jefe que no la tiene en tan buena estima, de una casa que se le cae encima o de un amante que regresa sin ofrecerle lo que desea.
Atrapado, en este caso en su hedonismo, está Roger Sterling, cuya crisis de la mediana edad parece estar dando los últimos coletazos con unas perspectivas nada favorables. Su historia, que realmente nunca me importó demasiado, sirve de apoyo a la tónica general y nos está dejando con momentos que sinceramente no esperaba ver. ¿Hasta cuándo durará este Roger?


Por último, la única protagonista que realmente ve la luz al final del túnel es Joan, quien a pesar de todo corre el riesgo de sufrir los daños que ya vivieron otros: las consecuencias de la ambición. La joven que ya no lo es tanto ha tratado, especialmente desde la temporada pasada, de dar un vuelco a su vida profesional y su atrevimiento se ha consolidado como una trama muy interesante de cara a la nueva temporada, pues su viaje a comenzado de una forma tan brusca que hasta a ella le ha pillado por sorpresa (tanto como esa "proposición" decente). No obstante, su maestría a pesar de su falta de formación (en contraste con el que ofrece el personaje interpretado por Dan Byrd) ya nos ha ofrecido la nota positiva de la temporada y esperemos que su viaje, aunque movido, sea tan satisfactorio como parece.
Satisfactoria, por otro lado, se proyecta la nueva temporada de Mad Men, repleta de personajes atrapados en sus vidas, ya sean éstas en Nueva York o Los Angeles. ¿Qué opináis? No dejéis de comentar lo que os ha parecido el episodio.
Me pareció un capitulo muy solido, nuevamente se reordenan las piezas para perfilar lo que sera el ultimo viaje de Mad Men, si Draper llegase a encontrar la tranquilidad y paz que necesita, sera algo que probablemente suceda en los últimos capítulos. Me parece que la historia perfila hacia un reencuentro monumental entre Peggy y Don, recuperando el control de la agencia y de sus propias vidas.
ResponderEliminarOjala que la aparente felicidad de Pete sea genuina, brillante escena cuando abraza a Draper como si fuera su amigo de toda la vida, mención especial para la metáfora de la puerta que niega a cerrarse y al cuento que lee Don en la televisión mientras esta con Megan.
El final ya esta muy cerca y creo que la primera parte de la septima temporada fue buena, solo espero que Mad Men sorprenda con el final, lo que más espero es ver que le depara el destino a Don Draper, que sin duda fue un personaje tan bie estructurado que es difícil dejarlo ir.
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