Ya ha empezado a rodar la maquinaria veraniega de los canales de cable y, sobre todo, ya podemos disfrutar de los primeros pilotos que se van estrenando semana a semana. Hoy nos toca analizar uno de la cadena FX, Tyrant, cuyos nombres detrás de las cámaras y en producción habían generado una expectación lógica. Creada por Gideon Raff, que se ha bajado del barco, y Howard Gordon, responsables de Homeland, y dirigida por David Yates, tras otra espantada, la del director inicialmente propuesto, el aclamado Ang Lee, le confiere cierta sensación de proyecto maldito.
Tyrant es un drama familiar, a la vez que thriller político, que cuenta la historia de Bassam (o Barry) Al Fayeed (Adam Rayner), hijo del dictador de un pequeño país ficticio de Oriente Medio, Abbudin, quien regresa a su país tras veinte años de exilio voluntario en los Estados Unidos, donde ha formado una familia y se ha forjado una carrera como pediatra. Con motivo de la boda de su sobrino, Barry vuelve a su país junto con su familia, reviviendo su infancia, juventud y desgranando poco más su verdadera y enigmática personalidad.
He leído muchos artículos calificando a Tyrant como una especie de Padrino en versión árabe y no me di cuenta hasta el final del capítulo. Aunque la comparación con la obra maestra de Francis Ford Coppola puede parecer descabellada, si lo pensamos es más que acertada. Si la intención de los productores ha sido esa, la verdad es que han tenido una idea tan brillante (por razones obvias), como arriesgada, puesto que el listón está más allá de las nubes, por un lado y, por otro, la obligación de despojar a la historia del romanticismo y ese atractivo irresistible que tiene la mafia italiana, para trasvasarla al sudoroso mundo árabe de Oriente Medio, con el rechazo que puede generar en el público americano. Por tanto, si son capaces de hacer las cosas bien, tenemos un material de primera entre manos.
No voy a negar que me cuesta hacerme el cuerpo a ver una serie política y situada en Oriente Medio, aunque creo que Homeland nos ha quitado la pereza a muchos. Pero la verdad es que la historia, al menos en el piloto, está contada con mucho dinamismo. En los 55 minutos que dura pasan muchas cosas, y eso se agradece porque tiene que engancharnos, presentar a los personajes y sentar las bases de lo que va a ser la serie. Como siempre, los flashbacks ayudan mucho, pero en esta ocasión es la clave, no sólo para comprender las motivaciones de Barry, sino también para aclararnos de qué diablos va todo. Si a eso le sumamos la bonita fotografía y los paisajes, nos queda un piloto bastante coqueto, que cumple su propósito a la perfección. Por ahora, la compro, espero que no me decepcione.
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