Glee ha vuelto en su última tanda de episodios. Ese final que la serie lleva pidiendo a gritos desde hace tiempo está cada vez más cerca, y Murphy ha decidido que acabaremos como empezamos, con granizados y formando un Glee Club de cero que nadie quiere. Con el elenco original como cabeza de cartel —y menos mal— iniciamos esta última aventura de nuevo en Lima, porque aunque La Gran Manzana tiraba más, se les quedó grande.
Todo ocurrirá, como no podía ser de otra forma, de la mano de Rachel, que tras un bochornoso fracase en su serie, That's So Raven Rachel vuelve con el rabo entre las piernas tras haberse dado el batacazo padre por avariciosa. Su sorpresa al volver a casa tras su aislamiento televisivo es que sus padres se separan, venden su casa, todo rastro de artes ha desaparecido del McKinley, Blaine y Kurt han roto... Una pesadilla que la señorita Berry no sabrá cómo afrontar. Y entonces el nuevo entrenador/profesor/loquesea de los Warblers le hará ver cuál es su camino, y Rachel usará el dinero que le quedaba de su corta trayectoria televisiva para comprar al superintendente y empezar un nuevo New Directions con ella al frente.
Mientras, Kurt se lamenta por haber dejado ir a Blaine y vuelve a Ohio para llevar el nuevo Glee Club junto a Rachel como parte de su tercer año en NYADA, y de paso recuperar el corazón de su ex, que ahora sale con (tachán) Karofsky. Es sorprendente cómo finalmente Kurt es el único que consigue seguir en la escuela neoyorkina siendo el que más pegas tuvo para entrar, pero mira, estupendo, ojalá llegue mucho más lejos que Rachel, de verdad. Pese a la ayuda de (casi)todos los originales —empecemos una petición en change.org para que nos cambien a Mike Chang por Tina—, el nuevo New Directions acaba bastante pobre, con únicamente cuatro integrantes, una de ellas robada a la competencia. Así, lo que empezó como una competición sana entre el New Directions (Rachel y Kurt), los Warblers (Blaine) y Vocal Adrenaline (Mr. Shue, aunque el espíritu que él busca en el coro no es el que tiene delante ni de lejos) se convertirá en una lucha a muerte, al menos entre los dos primeros grupos.
De este inicio de temporada celebro la vuelta del elenco original —pese a la oxigenación exagerada del pelo de Quinn—, el lavado de cara de tramas antiguas para centrarse en una temporada corta cerrada y, por supuesto, el volver a disfrutar de los momentos Sue Sylvester. Pese a que los nuevos me importan nada y menos (los únicos que me llaman ligeramente la atención son los mellizos animadores), espero que la serie sepa centrarse en lo que de verdad nos importa y aunque sea para cerrar, nos deje momentos inolvidables y acabemos con buen sabor de boca, porque Glee empezó siendo muy grande, y no debe acabar siendo odiosa (Tina, ¡vete!). Brindemos por más momentos de Brittany, brindemos por Quinn llevándose las magdalenas, brindemos por Sam y sus voces internas, brindemos por la política directiva de Sue. Brindemos por Glee y su final. Ánimo.
glee es como un perrito enfermo que no queremos sacrificar pero que da pena verlo sufrir, me alegre mucho que sea su ultima temporada porque las dos ultimas fueron horribles pero la adiccion no me permitio dejar de mirarlas.
ResponderEliminarlos dos capitulos al menos fueron divertidos,y will cargando a su bebe me lleno los ojos de lagrimas, mas Will menos gess star que salen y entran, mas glee, pero por favor menos glee.