Cuando la sexta temporada de Parks and Recreation, la serie de nuestra amada Amy Poehler, concluía con un inesperado jumping the shark sobre un time skip que la lanzaría tres años en el futuro para su temporada final, me llevé las manos a la cabeza. Aunque era evidente que, por mucho que la amemos, la serie hacía tiempo que mostraba signos de agotamiento, jamás imaginé una salida tan inesperada. ¿Por qué molestarse en plantear un giro narrativo tan complicado con vistas a una temporada final? ¿y, ahora que lo sabemos, cuando la NBC se va a librar de ella tan pronto?
Parks and Recreation es el último reducto de aquel famoso bloque de comedias que solo veían un puñado de universitarios; una serie que, de haberse propuesto a día de hoy, la NBC no hubiera accedido a acoger. No obstante, se convirtió con el paso de los años en el bien llamado “happy place” de muchos televidentes, y es una lástima que la NBC se quiera librar de ella con tanta rapidez. De hecho, es posible que para mediados de febrero escuchemos su canción del cisne.
Su regreso, hace apenas una semana, nos hacía recuperar una serie francamente agotada pero que todavía puede demostrar su valía a base de autorreferencias y de la explotación de todos esos recursos que nos hicieron caer en sus redes hace unos años. Tardamos en darnos cuenta de que, en realidad, la séptima temporada de Parks no tiene en absoluto la intención de mostrar nada nuevo o de mostrar el más mínimo cambio (a pesar del time skip), sino que sirve como pretexto para agradecer a sus fans el apoyo recibido durante este tiempo, apoyándose en todas aquellas historias que se han convertido en el abecedario de la serie.
Lo que ya fallaba, como Tom Haverford o lo poco aprovechada que está Donna, lo sigue haciendo. Otras cosas, aunque duelan, ya no funcionan como antes (¿dónde está la química entre April y Andy?)… pero lo importante sigue ahí: Leslie Knope sigue siendo Leslie Knope, adorable, cabezota y guerrera. Su nuevo proyecto, que esperamos sirva de fuente de alimentación durante los próximos episodios, es un claro guiño a aquel que sirvió de lanzadera en sus inicios: aquel proyecto de parque que quería proyectar enfrente de la casa de Ann ("you beautiful tropical fish") se convierte ahora en una guerra por convertir un terreno de los Newport en un parque nacional, enfrentándose a Tom, a Donna… y a Ron.
El cuarto episodio de la última temporada, Leslie & Ron, sorprendentemente, puede incluirse entre los mejores de la serie. Ron y Leslie, enfrentados inexplicablemente durante los primeros episodios de la temporada a raiz de un misterioso incidente llamado "Morning Star", se reconcilian en una especie de bottle episode donde se ponen sobre la mesa todas las cartas disponibles, jugando especialmente las de la nostalgia y la adorabilidad. Una reconciliación que es, ante todo, simbólica, especialmente para nosotros: Parks and Recreation puede que ya no sea lo que fue, pero puede llegar a serlo.
La séptima temporada se plantea, además, como un desfile de personajes conocidos. Ya hemos visto a alguno, pero todavía quedan varios por aparecer. Especialmente, una.
Citando a Michael Scott: “this is gonna hurt like a motherfucker”.
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