La semana pasada decía
medio en broma en Twitter que Parenthood era la Boyhood de la
televisión: las dos contaban cómo cambiaba la vida de varias
personas a lo largo de unos cuantos años años y, ejem, las dos se habían rodado con los mismos actores durante ese tiempo. Pero, en
realidad, esto se podría aplicar a casi cualquier serie de network.
Si bien las de cable nacen casi siempre con la vista puesta en un
final y con varios arcos programados, estoy seguro de que Jason
Katims y su equipo de guionistas no tenían ni idea de las curvas que
iba a tomar el camino de los Braverman. Lo que ha hecho especial a
Parenthood durante estos seis años es que ha aprovechado el
medio para ser lo más natural posible, evitando los giros locos de
Scandal, pero también los de series más parecidas como Brothers
and Sisters.
No vamos a negar que ha
habido tramas ligeramente culebronescas, sobre todo estos dos últimos
años, pero en general la serie ha abordado conflictos importantes
con cierto tacto: los obstáculos que se encontraron Joel y Julia a la hora de adoptar, la lucha de Kristina contra el cáncer, lo complicado que
debe ser criar a un niño con Asperger y el miedo a que no pueda
tener una vida normal o, como comentaba la semana pasada, ese punto en el que Sarah y sus hijos, pasada la adolescencia acaban
entendiéndose, respetándose y estando más unidos que nunca.
Por eso, porque hemos visto la mejor y la peor cara de los Braverman, los guionistas de Parenthood sabían que con la sesión de fotos de la boda íbamos a acabar llorando como bebés, sin necesidad de diálogos. El episodio abre el grifo en ese instante (hasta entones estábamos aguantando como campeones) y ya no lo cierra, porque ver a un grupo de personas que se sienten tan reales y a las que hemos aprendido a querer ser felices al mismo tiempo es inevitablemente emocionante.
Por eso, porque hemos visto la mejor y la peor cara de los Braverman, los guionistas de Parenthood sabían que con la sesión de fotos de la boda íbamos a acabar llorando como bebés, sin necesidad de diálogos. El episodio abre el grifo en ese instante (hasta entones estábamos aguantando como campeones) y ya no lo cierra, porque ver a un grupo de personas que se sienten tan reales y a las que hemos aprendido a querer ser felices al mismo tiempo es inevitablemente emocionante.
En general, los momentos
más potentes del capítulo, que nos quiere deshidratar sin ninguna
sutileza, no tienen diálogos, y no los necesitan: la reacción de
Camille a la muerte de Zeek, la partida de béisbol final, el montaje
en el que nos muestran que vivieron felices (y unidos) para siempre y
acabaron con el déficit de natalidad de la tierra (¡Joel y Julia
acaban con cuatro hijos! ¡Jasmine está embarazada! ¡Amber se casa
con Jason Street!)... Todo funciona porque la serie se lo ha ganado.
En cuanto a la parte que sí tiene diálogos, hay cosas que se pueden cuestionar, como que Joel y Julia decidan adoptar cuando apenas han vuelto hace unas semanas, o que Kristina se haya callado esa oferta de trabajo oportunamente mágica, o que Haddie elija ese día y ese momento para decirle a Max que lo quiere, o que éste encuentre ‘novia’ en la boda de Sarah, o que... Pero, porque esto es una despedida y es mejor que todo quede en positivo, mejor destacar lo bueno, como el brindis de Drew (o el momento en que Hank le pide que sea su padrino) y la conversación entre Zeek y Sarah, donde él le confiesa que siempre ha sido su favorita y le pregunta si ha sido un buen padre.
May God Bless and Keep
You Always ha sido un final sencillo, emocionante y efectivo,
pero sin grandes artificios. Es decir, justo lo que necesitaba una
serie a la que en general se le pueden aplicar los mismos adjetivos.
Los Braverman dejan un hueco difícil de llenar en la televisión,
donde los dramas familiares están pasadísimos de moda (como lo
están las familias tan grandes, por otra parte). Si tuviese que
hacer un Top 10 de las mejores series de la historia, Parenthood lo
tendría difícil para entrar en él; pero si en vez de eso me
pidiesen uno de las series que más han significado para mí a nivel
personal, la serie de Jason Katims estaría sin duda en el podio,
quién sabe si con medalla de oro. Mi familia, para bien o para mal,
se parece demasiado a la de Zeek y Camille.
Notas al margen:
- Muchas gracias a los que habéis leído estas entradas semanalmente. Habéis sido pocos, pero fieles, como la audiencia de Parenthood.
- ¿Cuál es vuestro Braverman favorito? Hasta hace dos años, la cosa entre Kristina y Amber estaba reñida, pero llegado el final es el personaje de Mae Whitman el que más me ha llegado. Le siguen de cerca Julia, Joel, su madre y su hermano. ¡Comentad, leches, que esto se acaba!
- Y os dejo, como no podía ser de otro modo, con un vídeo que recoge los mejores momentos de los Braverman bailando. De nada:
"los guionistas de Parenthood sabían que con la sesión de fotos de la boda íbamos a acabar llorando como bebés, sin necesidad de diálogos. El episodio abre el grifo en ese instante (hasta entones estábamos aguantando como campeones) y ya no lo cierra" es lo que me pasó, generalmente un series finale siempre afecta porque significa el adiós a esos personajes que te acompañaron (o acompañaste, mejor dicho) durante años pero lo de Parenhood fue mucho mas especial.
ResponderEliminarSiempre he pensado lo mismo, que tal vez Parenthood nunca estará en el podio de las mejores series pero sin duda alguna estará en el de las series que mas han significado para mi o en el de mis favoritas, no conozco a otra persona que vea esta serie (refiriéndome al círculo cercano o incluso con los seriéfilos que interactuo en redes sociales) y creo que eso la hace aún mas especial, porque me hace sentir como que es una joyita del drama familiar esperando que algún día la audiencia mainstream la descubra.
Sobre la pregunta de quién es mi Braverman favorito defenitivamente elijo también a Amber, y si tengo que elegir una familia entera elijo la de Adam y Kristina seguido por el de Julia y Joel.
Debo confesar que mientras escribía esto me volvieron las ganas de empapar el escritorio con lágrimas.
Los voy a extrañar.
Yo soy otro que va a extrañar a los Braverman. Este último capítulo fue una pequeña joyita para guardar y atesorar.
ResponderEliminarMi Braverman favorito: Kristina. Toda la trama de su cancer, pero en especial una escena (la de ella pasándose al asiento de atrás para abrazar a Max luego del frustrado campamento) hacen que uno no pueda mas que amar a esta mujer. Claro está que esto también es el resultado del increíble trabajo que realiza Monica Potter.
Saludos desde Buenos Aires, Argentina!
Yo también le tengo un cariño especial, tampoco diría que es de.mis favoritas, pero si de las que más admiro por la naturalidad de sus diálogos y la sensibilidad y el realismo con la que trata sus tramas, la voy a hechas mucho de menos porque además no le veo sustituto, un drama familiar sencillo y honesto, sin artificios ni giros locos que tanto abundan últimamente
ResponderEliminarYo soy fan absoluta de Sarah. Empecé a ver la serie por ella (me enamoré del personaje de Lauren Graham en Gilmore Girls, casi idéntico al de Parenthood por otra parte), y me ha parecido desde el principio el personaje más entrañable y al que más le deseas un final feliz, así que estoy encantada de que los últimos episodios se hayan centrado en ella.
ResponderEliminarYo tampoco conozco a nadie en persona que vea Parenthood, pero es que incluso en los círculos seriéfilos de Internet es una serie bastante ignorada... Ellos se la pierden ;)
ResponderEliminarKristina se me cayó un poco con sus proyectos locos post-cáncer: la alcaldía, el colegio... Hasta entonces me encantaba. Gracias por comentar. ^^
ResponderEliminarJason Katims está desarrollando más series con la NBC. A ver si le sale otra Parenthood u otra Friday Night Lights. Lo necesitamos.
ResponderEliminarSarah es AMOR, y Lauren Graham le ha dado siempre muchísima vida al personaje, aunque hubo temporadas en que no sabían que hacer con ella... No me imagino cómo habría sido si al final la hubiera interpretado Maura Tierney.
ResponderEliminar