Esa
gente… No vive como nosotros. No quieren lo que nosotros queremos. El
personaje de Mary Dorman lanza esta frase con una naturalidad que estremece, no
solo por lo que implica en sí misma, sino porque esa misma expresión podría
escucharse hoy en cualquier conversación de cualquier ciudad del mundo. El
miedo al "otro" carcome a los seres humanos de todas las épocas y Show Me a
Hero se convierte en un retrato perfecto de esa naturaleza cainita.
Mucho
se ha escrito ya sobre las cualidades de David Simon, pero habría que destacar
precisamente su mirada incisiva al captar esos abismos: la indiferencia, el
carácter corrupto, la lealtad o la capacidad para sobrevivir, ya sea en los
bajos fondos de Baltimore o en la Nueva Orleans post-Katrina. En esta ocasión
ha unido su talento al del guionista William F. Zorzi (The Wire) y al director Paul Haggis
para retratar ese miedo a los demás, a través de un conflicto que acaba
trascendiendo lo local.
Estamos
a finales de los 80, cuando el juez Leonard B. Sand obliga a la ciudad de Yonkers
a construir viviendas sociales en la zona este —mayoritariamente blanca—,
anulando la segregación de facto que se había estado realizando hasta
ese momento y con la que se habían articulado barrios enteros demasiado
semejantes a un gueto.
Un pasado que nos mira a los ojos
Springsteen es la banda sonora permanente en los dos primeros episodios que hemos podido ver y, aunque parezca que los creadores de la serie abusan de sus canciones, acaban retratando a la perfección las dificultades que atraviesan los personajes y la compleja sociedad en la que se mueven.
Han
pasado casi treinta años de los hechos, pero podría ser una noticia de esta misma semana, lo
cual no deja de ser descorazonador. La población blanca de Yonkers no acepta la
integración, excusándose siempre en que “no es un tema racial, sino económico y
político”. Sin embargo, cuando la situación se complica, no dejan de surgir
comentarios despectivos hacia otros colectivos como el de los judíos. La propia
Mary Dorman (una genial Catherine Keener, contrapunto del protagonista),
empieza a comprobar la facilidad con la que rebrotan los prejuicios en sus
vecinos.
Pero
la figura principal es la del alcalde novato Nick Wasickso, cuya máxima
ambición es la de llegar a ese puesto y que no mide las consecuencias de ganar
las elecciones: debe convertirse en un líder a su pesar, granjeándose el odio
de sus votantes —con amenazas de muerte por el camino— al intentar cumplir la
ley. Los primeros capítulos se mueven lentamente entre la maraña de papeleo
institucional, luchas en el juzgado y votaciones, que exigen paciencia al
espectador para ir situando a los personajes. Pero no os desaniméis, merece la pena.
Este
clima de tensión, conflicto social e institucional se apoya en una fotografía que
destaca en los momentos de las caóticas votaciones en el pleno, empleando el
desenfoque y unos tonos grises —el color del cemento y la crisis— que capturan
la luz con la que siempre nos imaginaremos aquella década.
Un reparto coral muy equilibrado
Como suele ser habitual en las obras de Simon, Show Me a Hero parte de un extenso reparto coral en el que lo normal sería que alguna de las partes fallase. Sin embargo, tanto la trama del ayuntamiento como la de los habitantes de los barrios obreros se complementa.
En
la primera tenemos a un Oscar Isaac soberbio que consigue dar el toque perfecto
de humanidad a un alcalde acorralado por el deber, Alfred Molina borda un
personaje pernicioso y grotescamente actual (siempre dispuesto a alimentarse
del furor ciego de las masas, sin importar lo que se pueda destruir en el
proceso), y Winona Rider destaca en sus breves apariciones —¡no hagas remakes
innecesarios y quédate en la pequeña pantalla, por favor!—.
En
la segunda, los personajes anónimos cargan las tintas en los individuos que
quieren huir de la pobreza para encontrar un futuro mejor. Destaca la historia
protagonizada por LaTanya Richardson, retratando a esa enfermera que cuida a su
paciente blanco mientras pierde la vista.
En una parrilla televisiva tan plural en cuanto opciones y temáticas, no deja de llamar la atención que una serie con la etiqueta de "basado en hechos reales" pueda enganchar a la audiencia. Pero es la magia de un guión cocinado a fuego lento y una plantilla de buenos actores retratando un pedazo de historia que debería haber sido un punto y aparte pero sigue siendo tan actual como en 1987.
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